Massimo Zucchetti* / Red Voltaire
En años recientes, la ciencia se ha ocupado de los problemas vinculados al uranio empobrecido y su toxicidad. Ahora, se debe estudiar el impacto que está teniendo el uso de uranio empobrecido en la guerra contra Libia sobre el medio ambiente y la salud. Informes sobre su uso han aparecido en los órganos informativos desde el principio del conflicto.
Dadas sus características físicas específicas, en particular por su densidad que lo hace extremadamente penetrante, así como por su bajo costo –la producción de uranio empobrecido cuesta alrededor de 2 dólares el kilogramo (kg)– y la dificultad que presenta su tratamiento como desecho radioactivo, el uranio empobrecido ha encontrado excelentes modalidades de utilización en el sector militar.
Si recibe el tratamiento adecuado, la aleación U-Ti (uranio-titanio) constituye un material muy eficaz para la construcción de elementos penetrantes impulsados por energía cinética, de barras metálicas densas capaces de perforar un blindaje si se usan como proyectiles de alta velocidad.
El proceso de penetración pulveriza la mayor parte del uranio, que estalla en fragmentos incandescentes –se produce una violenta combustión de casi 5 mil grados centígrados– cuando sale al aire del otro lado del blindaje perforado, aumentando así el efecto destructivo.
Esta propiedad se llama piroforicidad ?característica que se encuentra en el azufre de las cerillas o fósforos domésticos?. Es decir, además de su elevada densidad, la piroforicidad aumenta el interés que presenta el uranio empobrecido para diversas aplicaciones, en particular como arma incendiaria (armour piercing incendiary: elemento penetrante incendiario contra el blindaje).
Finalmente, en la fase de impacto contra el objetivo, la relativa dureza del uranio empobrecido (en una aleación con titanio) proporciona al proyectil la capacidad de afilarse a sí mismo. Esto es que el proyectil “no se aplasta” contra el blindaje –como sucede, por ejemplo, con un proyectil de plomo–, sino que mantiene su forma puntiaguda hasta su total fragmentación, sin perder por lo tanto sus propiedades de penetración.
El uranio empobrecido ha sido empleado en los campos de batalla de la guerra del Golfo en 1991; durante los bombardeos de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN)-Organización de las Naciones Unidas (ONU) contra la República serbia de Bosnia, en septiembre de 1995; contra Yugoslavia, durante la primavera de 1999; y en el ataque contra Afganistán e Irak en 2003.
El uso de dispositivos de uranio empobrecido en las guerras de Somalia y de Bosnia central y centro-oriental –sobre todo en amplias zonas alrededor de Sarajevo– en la década de 1990, en Palestina y en los polígonos de tiro sometidos a la autoridad de las fuerzas militares de la OTAN, ha sido documentado de forma incompleta.
Entre los armamentos que utilizan el uranio empobrecido, hay que citar también el misil crucero tipo Tomahawk, cuyo uso en la guerra de los Balcanes de la primavera de 1999 –aunque no ha sido reconocido por la OTAN– ha sido confirmado gracias a lo que se ha encontrado en el lugar, así como por fuentes de la Unión Europea.
Por otro lado, el manual de los oficiales, entregado a todos los uniformados enviados a Kosovo, incluía recomendaciones, a seguir al pie de la letra, sobre la presencia de uranio empobrecido en aquel territorio y, en particular, en los misiles Tomahawk. La introducción del manual indica que “los vehículos y equipamiento del ejército serbio en Kosovo pueden constituir una amenaza para la salud de los militares y civiles en contacto con ellos. Los vehículos y el equipamiento que se encuentren destruidos, averiados o abandonados deben ser inspeccionados y manipulados solamente por personal calificado. Los peligros pueden provenir del uranio empobrecido como consecuencia de los daños provocados por la campaña de bombardeos de la OTAN, en el caso de los artefactos alcanzados directa o indirectamente. Además, los colimadores contienen tritio (un isótopo radioactivo) y los instrumentos e indicadores pueden haber sido tratados con un barniz radioactivo, peligroso para quienes se pongan en contacto con los artefactos para inspeccionarlos”. Lo anterior aparece después de una serie de consejos sobre cómo evitar la explosión del uranio empobrecido.
El manual dice: “Evítese todo artefacto o material que usted sospeche que pueda haber sido alcanzado por municiones que contengan uranio empobrecido o por misiles crucero Tomahawk. No recoja o coleccione municiones de uranio empobrecido encontradas en el terreno. Informe inmediatamente a su puesto de mando sobre el área que usted estima que pueda estar contaminada. Donde quiera que usted se encuentre, delimite la zona contaminada con cualquier material encontrado en el lugar. Si se encuentra usted en una zona contaminada, póngase, como mínimo, la máscara y los guantes protectores. Aplique la mejor higiene personal. Lave frecuentemente su cuerpo y su ropa”.
Las evaluaciones sobre la cantidad de uranio empobrecido utilizado en los misiles son divergentes. Varían, en particular, según la diversas fuentes, entre valores de alrededor de 3 kg hasta unos 400 kg. Véase la nota que contiene la compilación de las distintas fuentes que se pueden encontrar sobre el tema, lo suficiente importante como para permitir la elaboración de un estimado del impacto medio ambiental.
Esta gran variabilidad en los datos se explica fácilmente. Algunos misiles crucero son de cabeza reforzada con uranio empobrecido y otros no; pero estos últimos también contienen uranio empobrecido, no en la cabeza sino en las alas, como elemento estabilizador del vuelo. Se pueden, entonces, definir dos casos:
-Hipótesis alta: misil crucero con uranio en la cabeza del misil: 400 kg de uranio empobrecido.
-Hipótesis baja: misil crucero sin presencia de uranio en la cabeza: 3 kg de uranio empobrecido en las alas.
Cálculo del impacto sobre el medio ambiente y la salud
En la amplia literatura dedicada al problema del uranio empobrecido, ya se había abordado anteriormente el cálculo de la contaminación radioactiva con uranio imputable a los misiles crucero, en particular a los que se dispararon contra Bosnia en 1995. El estudio puede consultarse en internet, al igual que en la revista científica Tribuna biológica y médica.
Si se toman los modelos utilizados, es posible deducir cuál es la situación en el terreno, en los lugares de inhalación, mediante un cálculo destinado sólo a precisar si el volumen de las dosis en el lugar permite restar importancia al problema.
Si se considera el impacto de un misil crucero del tipo Tomahawk portador de 3 kg (en el mejor de los casos) o de 400 kg (en el peor de los casos) de uranio empobrecido.
El impacto produce una nube de residuos cuya dimensión es variable, después de una violenta combustión de unos 5 mil grados centígrados. Los granos de polvo se componen de partículas cuyas dimensiones son del orden de la micra (0.5-5). A 500 o 1 mil metros del punto de impacto, se pueden respirar nubes con densidad suficiente como para causar dosis significativas, compuestas de partículas cuya masa es de cerca de 0.6 hasta unos 5 nanogramos (6-50 por 10-10 gramos).
Se hizo una estimación siguiendo el código de cálculo de dosis GEN II, despreciando los efectos provenientes del incendio y considerando sólo la exposición debida a la inhalación durante una hora por dispersión simple del material, sin considerar ciertos factores que pudieran traducirse en un incremento ulterior de la exposición. En una hora, es posible inhalar granos de polvo radioactivo provenientes de la nube en cantidades notables.
Numerosos fluidos y dinámicas del cuerpo atmosférico (dirección del viento, gradiente vertical de la temperatura, etcétera) pueden causar, en ángulos sólidos relativamente pequeños, concentraciones de contaminante de varios órdenes de importancia superiores, incluso, a los que se obtendrían con un cálculo de dispersión uniforme, no compatible con ese escenario.
El grupo crítico, en ese caso, resulta ser el de las personas “afectadas” por la nube de granos de polvo.
Según la estimación de probabilidades que se expondrá en este trabajo, un misil que alcanza su objetivo puede quemarse y esparcir partículas oxidadas de polvo en el medio ambiente.
Alrededor del 70 por ciento del uranio empobrecido que contienen los misiles ?de los que se supone que por ser “inteligentes” siempre dan en el blanco? se quema. Alrededor de la mitad, es óxido soluble.
La granulometría de las partículas que conforman el polvo de óxido de uranio empobrecido pertenece totalmente al tipo de polvo que puede respirarse, así se crea polvo ultrafino. En particular, el diámetro de las partículas es, en ese caso, más fino que el polvo de uranio empobrecido de origen industrial, que resulta común en el medio de la industria nuclear. Se habla aquí de la gran mayoría del polvo contenido en el rango (1-10) micra, del cual una parte significativa es de un diámetro inferior a 1 micra.
En cuanto al destino del polvo de uranio empobrecido en el cuerpo humano, la principal vía de absorción es la inhalación. Una parte del polvo es soluble y otra parte no se disuelve en los fluidos corporales.
Debido a las características de los óxidos de uranio empobrecido de origen militar, es necesario subrayar cómo difiere el comportamiento de éstos en relación con el de los polvos industriales de uranio. En todo caso, es posible suponer, según la Comisión Internacional de Protección Radiológica (ICRP, por sus siglas en inglés), que alrededor del 60 por ciento de lo que se inhala se deposita en el aparato respiratorio, y que el resto es expulsado a través de la expiración.
Se debe tener en cuenta que alrededor del 25 por ciento de las partículas que presentan un diámetro cercano a 1 micra se mantiene durante largo tiempo en los pulmones, mientras que el resto se deposita en las vías aéreas superiores, pasa al aparato digestivo y es eliminado de allí en su mayor parte a través de las vías urinarias; mientras que pequeñas partes se acumulan en los huesos.
Alrededor del 25 por ciento de las micropartículas que se mantuvieron en los pulmones, se comporta como un material de clase M, según la ICRP, es decir que se disuelve lentamente en los fluidos corporales; el resto es insoluble.
Ese tipo de comportamiento y de exposición no se ha estudiado en ninguna situación anterior de exposición a emisores alfa en los pulmones, que se haya detectado en el medio civil. La modalidad de exposición es muy diferente de las que han servido como base a la hora de recoger las equivalencias entre dosis y daños en materia de protección radiológica.
Es totalmente incorrecto –aunque constituya un punto de referencia– extrapolar evaluaciones de riesgo por exposición a ese tipo de micropolvos radioactivos a partir de datos recogidos en los casos de los mineros que trabajan con uranio, y también en los casos de las personas gravemente contaminadas por la radiación en Hiroshima y Nagasaki. Los estándares de protección radiológica de la ICRP se basan solamente en esas experiencias y, por consiguiente, pueden resultar en subestimaciones del riesgo.
Al pasar posteriormente a otros tipos de toxicidad diferentes a la radiológica, resulta entonces plausible que, dado el componente fino y ultrafino de los polvos de uranio empobrecido de origen militar, y dada la toxicidad química del uranio, la contaminación ambiental debida a los óxidos de uranio empobrecido de origen militar presente toxicidad tanto química como radiológica. Es necesario evaluar el efecto sinérgico de ambos componentes.
Así, la radioactividad y la toxicidad química del uranio empobrecido podrían actuar juntas y crear un efecto “cóctel” que aumenta el peligro posteriormente.
Aunado a ello, el clima árido de Libia favorece la dispersión de las partículas de uranio empobrecido en el aire que los civiles seguirán respirando durante años. El principal mecanismo de exposición a mediano y largo plazos tiene que ver con la resuspensión de polvos y con la subsiguiente inhalación de éstos.
La metodología y los resultados vinculados a ese modelo ya se han publicado en otros trabajos. Sólo se resaltan aquí las aplicaciones y variaciones del modelo aplicado y ya publicado:
-El cálculo de compromiso (semivida) de dosis es de 70 años, no de 50 años, según lo recomendado por el ICRP.
-Se utilizaron datos actualmente aproximados sobre la distribución de la población alrededor de los puntos de impacto, que también toman en cuenta la utilización principal de los proyectiles de uranio empobrecido en zonas pobladas.
Los resultados del modelo pueden resumirse de la siguiente manera:
-Committed Effective Dose Equivalent (CEDE) ?dosis colectiva?: 370 mSvp en 70, y por 1 kg de uranio empobrecido oxidado y esparcido en el medio ambiente.
-CEDE anual máxima durante el primer año, 76 mSvp; durante el segundo año, 47 mSvp, y durante el tercer año, 33mSvp.
-La vía de exposición es enteramente la inhalación del polvo. Son los pulmones el órgano que se convierte en blanco (97.5 por ciento de la contribución a la CEDE).
-Entre los nucleidos responsables, el U238 representa el 83 por ciento de la CEDE, y el U234, el 14 por ciento.
En cuanto a la cantidad total de uranio empobrecido oxidado disperso en el medio ambiente, esta evaluación se basa en los datos que reporta la prensa internacional: durante el primer día de la guerra, el Pentágono declara haber disparado –junto con los británicos– 112 misiles crucero hacia el territorio libio. ¿Cuántos misiles van a disparar antes de que termine la guerra? Como no puede saberse, la hipótesis se basará en 1 mil misiles para que el lector pueda estimar fácilmente el impacto sobre el medio ambiente y sobre la salud mediante una regla de tres, que incluiría la cantidad exacta de misiles que se contabilicen al final del conflicto.
Si las cabezas de todos los misiles estuvieran “desprovistas” de uranio empobrecido, tendríamos una cantidad de 1 mil por 3, que es igual a 3 mil kg, equivalentes a 3 toneladas de uranio empobrecido (en el mejor de los casos).
Si todos los misiles tuvieran cabezas de uranio empobrecido, tendríamos una cantidad de hasta 400 mil kg, es decir 400 toneladas de uranio empobrecido.
Para evaluar la gravedad, basta con comparar ese dato con las 10 o 15 toneladas de uranio empobrecido que se lanzaron en Kosovo en 1999. Suponiendo que alrededor del 70 por ciento del uranio se quema y se esparce en el medio ambiente, se llega así a un estimado de la cantidad de óxidos de uranio empobrecido igual a 2.1 toneladas (en el mejor de los casos) y 280 toneladas (en el peor de los casos). Lo anterior permite estimar una CEDE (dosis colectiva) para toda la población equivalente a, en el mejor de los casos, 370 mSvp/kg por 2 mil 100 kg igual a 780 Svp aproximadamente; en el peor de los casos, 370 mSvp/kg por 280 mil kg igual a 104 mil Svp, aproximadamente.
No es correcto –aunque constituya un punto de referencia– extrapolar evaluaciones por exposición a este tipo de micropolvos radioactivos a partir de los estándares de protección radiológica de la ICRP, que son los adoptados para el código GEN II. Si de todas formas se aplica también aquí el coeficiente de 6 por ciento Sv-1 para el riesgo de aparición de tumores, obtenemos aproximadamente, en el mejor de los casos, alrededor de 50 casos más de tumores previstos en 70 años; en el peor de los casos, alrededor de 6 mil 200 casos más de tumores previstos en 70 años.
Conclusiones
Los riesgos de exposición al uranio empobrecido que corre la población libia como consecuencia del uso de esa sustancia en la guerra de 2011 han sido evaluados con el enfoque más amplio posible, tratando de tener en cuenta algunos resultados recientes de estudios en la materia.
Este tipo de exposición no ha sido estudiada en ninguna situación anterior de exposición a receptores alfa en los pulmones que se hayan encontrado en el entorno civil.
Sin embargo, la evaluación que se ha hecho de las dosis y del consiguiente riesgo en las dos situaciones (según se trate de misiles “sin uranio” o “con uranio”) permite llagar a ciertas conclusiones.
En el primer caso (el mejor), el número de tumores esperados es muy exiguo y absolutamente no significativo desde el punto de vista estadístico. Esta dificultad estadística no tiene nada que ver con una absolución de ese tipo de práctica, con su aceptación y menos aún con una afirmación de que tenga poca importancia, o incluso de que pueda ser inocua. Por el contrario, en el segundo caso (que es el peor), hay un número de aparición de tumores que se sitúa en varios miles. Dichos tumores alcanzarían evidentemente un nivel epidemiológico.
Es necesario, por lo tanto, que los ejércitos que están bombardeando Libia aclaren con pruebas reales, no con cómodas afirmaciones, la presencia o no, y en qué cantidades, de uranio empobrecido en sus misiles. En el pasado, se produjeron “desmentidos oficiales” sobre la presencia de uranio en los misiles crucero. Sin embargo, al ser estos desmentidos provenientes de medios militares, se estima considerarlos, como mínimo, con cierta prudencia.
Basadas en los datos que son públicos, las estimaciones sobre la evolución de los casos de tumores para los próximos años en Libia resultan, debido a esta práctica totalmente injustificada, absolutamente preocupantes. La discusión sobre la incidencia relativa de cada uno de los agentes teratógenos utilizados en una guerra (químicos, radioactivos, etcétera) parece poco importante, e incluso poco respetuosa: los muertos en Libia por causa de este ataque sobrepasan y sobrepasarán cualquier cifra que pueda definirse algún día como “el precio necesario”.
Es importante, finalmente, recoger datos y estudios –existen muchos– sobre los efectos que las “nuevas guerras” tienen en el hombre y en el medio ambiente. Hay que mostrar cómo las armas modernas, que nada tienen de “quirúrgicas”, producen daños inaceptables. Hay que estudiar el impacto que han tenido, en los hombres y en el medio ambiente que las han sufrido, las guerras “humanitarias” registradas desde 1991.
*Profesor de instalaciones nucleares en el Instituto Politécnico de Turín; titular de los cursos de Seguridad y Análisis de Riesgos y de Protección contra las Radiaciones