02 junio 2010
“Los jinetes del Apocalipsis que (Felipe) Calderón no ha vencido ni vencerá son los del desempleo y la corrupción; siempre le acompañan”..
Ramiro de la Peña.
I
Dice bien el doctor en sociología De la Peña. El desempleo y la corrupción marchan a la par no sólo del señor Calderón, el Presidente de Facto de México, sino también al lado de los personeros pánistas, priístas, et al del poder político del Estado mexicano.
Antes de proseguir y en atención a ciertos reclamos de algunos caros leyentes (Tijuana, Saltillo, Tuxtla Gutiérrez), señálese aquí que por poder político del Estado entendemos al elemento constitutivo de éste subordinado, según la teoría, al pueblo.
Y es que al decir de los tratadistas de Occidente –desde los alemanes, así como Henry Main y Lewis H. Morgan, precursores de la sociología y la antropología política, hasta John Rawls--, el pueblo es el elemento constitutivo mayor o más importante del Estado.
Ello establece con suma explicitez que el poder político del Estado debe subordinarse al pueblo, el cual es también mandante sobre los otros elementos constitutivos, el territorio y la soberanía. El poder político --como en México-- cede uno u otro a terceros, a poarticulares o a poderes fácticos o a gobiernos extranjeros.
Pero esa cesión, fuere de hecho –como en México, otra vez-- o fuere formal es atentatoria desde cualesquier puntos de vista –constitucionales, morales, éticos, culturales, prácticos, etc.-- de los intereses del elemento constitutivo mandante, el pueblo.
II
Hecha esa precisión prosigamos con el tema de la entrega de hoy cuyo epítome sería –es— el aserto, a nuestro ver muy preciso, del académico don Ramiro, cuya perspectiva confirmaríase asaz correcta.
Empero, sin contradecirlo en lo absoluto, sería pertinente señalar que a esos jinetes del Apocalipsis mexicano súmanse los de la pobreza, la desigualdad, la injusticia social, la insolidaridad, la inseguridad y los límites a la libertad y la simulación democrática.
Por supuesto, los cabalgantes apocalípticos son sólo cuatro, según consigna la Biblia, precisamente en lo que se refiere al Apocalipsis, vocablo de origen griego uno de cuyos significados es retirar el velo o desvelar; pero don Felipe inventó un quinto jinete.
Y así como lo inventó lo difuminó, aunque a decir verdad no ha vencido a los otros jinetes bíblicos – el anticristo o falso Cristo, el hambre, la guerra y la muerte, montando equinos blanco, rojo, negro y amarillo. Durero los plasmó con magnificencia en lienzo opimo.
Supondríase sin conceder que el quinto jinete apocalíptico de don Felipe sería el que representa la suma de obstáculos a su proyecto de país que, a la luz de nuestra lacerante realidad, es fallido, por inviable. Inviable por antisocial. Antipueblo.
III
Son muchos, pues, los jinetes que acosan a don Felipe, aunque pensaríase que él, en ancas de un renacido Siete Leguas --“asegurado”, temeríase, por la PGR a un notorio jefe de jefes de los Dorados, Francisco Villa--, se considera el Némesis de aquellos.
Pero los jinetes aquí identificados por el doctor De la Peña –el desempleo y la corrupción, acompañantes inamovibles y, por lo mismo, sempiternos, de don Felipe-- y los añadidos en ésta cabalgata macabra parecen conformar nutrido ejército.
Sabríase, predeciblemente, que ese ejército es imbatible con las armas que don Felipe vela y esgrime por la sencilla razón de que los jinetes ven en él su proverbial tonto útil; es decir, para ellos, el Presidente de Facto es su aliado., aunque él no lo sabe.
Pero un aliado con iniciativa. El jinete en ancas –don Felipe— ni siquiera ha reparado en la existencia del creciente ejército de cabalgantes, a quienes encabezan nada más ni nada menos que los fantasmas del pasado reciente y el presente actuante.
El jinete en ancas ni siquiera puede galopar. Su legendario Siete Leguas –“el caballo que Villa más estimaba…”, cantaba Graciela Olmos, La Bandida-- se ha amachado y no va pa´lante y sí, con suertes increíbles, sólo pa´atrás. Y pa´ atrás va el país.
ffpont@gmail.com
Ramiro de la Peña.
I
Dice bien el doctor en sociología De la Peña. El desempleo y la corrupción marchan a la par no sólo del señor Calderón, el Presidente de Facto de México, sino también al lado de los personeros pánistas, priístas, et al del poder político del Estado mexicano.
Antes de proseguir y en atención a ciertos reclamos de algunos caros leyentes (Tijuana, Saltillo, Tuxtla Gutiérrez), señálese aquí que por poder político del Estado entendemos al elemento constitutivo de éste subordinado, según la teoría, al pueblo.
Y es que al decir de los tratadistas de Occidente –desde los alemanes, así como Henry Main y Lewis H. Morgan, precursores de la sociología y la antropología política, hasta John Rawls--, el pueblo es el elemento constitutivo mayor o más importante del Estado.
Ello establece con suma explicitez que el poder político del Estado debe subordinarse al pueblo, el cual es también mandante sobre los otros elementos constitutivos, el territorio y la soberanía. El poder político --como en México-- cede uno u otro a terceros, a poarticulares o a poderes fácticos o a gobiernos extranjeros.
Pero esa cesión, fuere de hecho –como en México, otra vez-- o fuere formal es atentatoria desde cualesquier puntos de vista –constitucionales, morales, éticos, culturales, prácticos, etc.-- de los intereses del elemento constitutivo mandante, el pueblo.
II
Hecha esa precisión prosigamos con el tema de la entrega de hoy cuyo epítome sería –es— el aserto, a nuestro ver muy preciso, del académico don Ramiro, cuya perspectiva confirmaríase asaz correcta.
Empero, sin contradecirlo en lo absoluto, sería pertinente señalar que a esos jinetes del Apocalipsis mexicano súmanse los de la pobreza, la desigualdad, la injusticia social, la insolidaridad, la inseguridad y los límites a la libertad y la simulación democrática.
Por supuesto, los cabalgantes apocalípticos son sólo cuatro, según consigna la Biblia, precisamente en lo que se refiere al Apocalipsis, vocablo de origen griego uno de cuyos significados es retirar el velo o desvelar; pero don Felipe inventó un quinto jinete.
Y así como lo inventó lo difuminó, aunque a decir verdad no ha vencido a los otros jinetes bíblicos – el anticristo o falso Cristo, el hambre, la guerra y la muerte, montando equinos blanco, rojo, negro y amarillo. Durero los plasmó con magnificencia en lienzo opimo.
Supondríase sin conceder que el quinto jinete apocalíptico de don Felipe sería el que representa la suma de obstáculos a su proyecto de país que, a la luz de nuestra lacerante realidad, es fallido, por inviable. Inviable por antisocial. Antipueblo.
III
Son muchos, pues, los jinetes que acosan a don Felipe, aunque pensaríase que él, en ancas de un renacido Siete Leguas --“asegurado”, temeríase, por la PGR a un notorio jefe de jefes de los Dorados, Francisco Villa--, se considera el Némesis de aquellos.
Pero los jinetes aquí identificados por el doctor De la Peña –el desempleo y la corrupción, acompañantes inamovibles y, por lo mismo, sempiternos, de don Felipe-- y los añadidos en ésta cabalgata macabra parecen conformar nutrido ejército.
Sabríase, predeciblemente, que ese ejército es imbatible con las armas que don Felipe vela y esgrime por la sencilla razón de que los jinetes ven en él su proverbial tonto útil; es decir, para ellos, el Presidente de Facto es su aliado., aunque él no lo sabe.
Pero un aliado con iniciativa. El jinete en ancas –don Felipe— ni siquiera ha reparado en la existencia del creciente ejército de cabalgantes, a quienes encabezan nada más ni nada menos que los fantasmas del pasado reciente y el presente actuante.
El jinete en ancas ni siquiera puede galopar. Su legendario Siete Leguas –“el caballo que Villa más estimaba…”, cantaba Graciela Olmos, La Bandida-- se ha amachado y no va pa´lante y sí, con suertes increíbles, sólo pa´atrás. Y pa´ atrás va el país.
ffpont@gmail.com