Por Fausto Fernández Ponte
Al joven xalapeño Gabriel Hernández Fernández. Por representar a México en la Olimpíada de Química, en Cambridge, Estados Unidos.
I
Fuere cual fuere, el hecho real es que adviértese la manifestación –a nuestro ver, variopinta en lo cualitativo y cuantitativamente-- un fenómeno sociopolítico de causales económicas de lo que sin hipérbole podríase calificar de rebelión ciudadana.
Empero, por sus indicios esa rebelión ciudadana no es general pues parece carecer de transversalidad societal, ya que se extiende y abarca a ciertos estamentos de la ciudadanía, poseedoras en gradación diversa de cierta conciencia de la realidad.
Y la realidad es la de que las crisis concurrentes y simultáneas cuyos entreveramientos y traslapes y sus interacciones –su dialéctica, pues-- que acogotan al país y a sus habitantes desde hace cinco o seis sexenios tienen causales y secuelas gravísimas.
Cierto. Secuelas gravísimas para todos los 110 millones de mexicanos (más los 12 millones que viven en EU) independientemente de los entornos y estratos y subestratos societales. Lo ricos –políticamente pudientes— parecen ser los más alarmados.
Y no en vano. Son aquellos mexicanos políticamente pudientes los que, sin afanes solidarios con los no pudientes en lo económico, lo político o lo social y cultural, parecen temerle más a los desenlaces incontrolados de las crisis.
Ese temor de desenlaces incontrolados y, por lo mismo, riesgosos para la integridad del tejido económico –una mezcolanza de precapitalismo y capitalismo salvaje— es compartido en los estratos en el espectro de las clases sociales medias.
¿Paradójico? ¿Extraño? ¿Anormal que el riesgo de que la mezcolanza de precapitalismo de la Nueva España y el llamado período Independiente de México y capitalismo salvaje actual conciten empatías no obstante su alcance antisocial?
II
¡Quiá no! Pudiere ser una paradoja, pero no un fenómeno extraño, sino predecible, por lógico. En los estratos de las clases sociales medias los individuos no suelen identificarse colectivamente con los de abajo, sino con los de arriba.
Esto es un verismo, por demostrado históricamente. Para las clases societales medias, en toda su gradación, las clases consideradas “altas” en la taxonomía sociológica son su espejo prospectivo, su anhelo digamos orgánico. Ser pudientes. Políticamente.
La pequeña burguesía –úsese éste vocablo de la economía política— aspira a escalar las alturas de la mediana burguesía y ésta, a su vez, las de la gran burguesía, animada del paradigma que la ciencia política identificaría como democrático-burgués. Clasista.
Una forma de organización política democrático-burguesa es opuesta a la actual –la prevaleciente-- pues ésta, según se vive no sin trágico y espectacular dramatismo, sólo sirve a una élite ubicada muy arriba, incluso, de la gran y alta burguesías: la oligarquía.
Es una forma de organización política plutocrática. Sirve a los ricos, más no a cualesquier ricos, sino a los más ricos entre los más ricos, emblematizado y representado en términos prácticos por grandes consorcios trasnacionales.
Por ello, ésta forma de organización política declaradamente plutocrática de hecho e incluso de derecho (véanse las leyes vigentes) incurre en el diseño y aplicación de políticas en materia de economía que sólo benefician a unos cuantos, los más ricos.
En ese diseño y aplicación antidemocráticos de políticas económicas influyen desde luego ciertos vectores que se representan en las devaluaciones morales y laxitud ética –verbigracia, la corrupción rampante, impune y, ergo, cínica-- y la simulación.
III
Lo antidemocrático es obvio. Hace algunos días, un exponente mayor del sistema, Manlio Fabio Beltrones, propuso la reelección inmediata de los personeros del poder político. La reelección garantizaría la permanencia de la élite política en el poder.
Empero, aunque no hay reelección inmediata, esa élite del poder tiene por atributo la movilidad, pues sus miembros se intercambian posiciones electivas o designativas con arreglo a los imperativos del control poderdatario de mecanismos de la potestad legal.
Y movidos por esa misma lógica, tampoco hay revocación de mandatos, plebiscitos, referendos, consultas populares, tribunales de cuentas y constitucional, candidaturas independientes (equitativas en género) ni especifidad funcional de lo representativo.
Y es que lo legal no otorga legitimidad moral ni ética, sino sólo expediencialmente. Y contra todo eso –indicadores de un entorno jurídico y político asaz antidemocrático y, por tanto, antisocietal y antisocial--, las clases medias de vena burguesista se rebelan.
Quieren ser políticamente pudientes en ese contexto de la histórica mezcolanza económica –una forma de organización (o modelo) de la economía, incluyendo a las finanzas tanto públicas como privadas-- es aspiración antañona en fase madura hoy.
La rebelión es un hecho. Rebelión de estratos y clases sociales medias que excluye al grueso ciudadano, ese 53 por ciento de la población inserto –y atrapado— en la marginación sistémica, crónica, la proletarización, la precariedad y la pobreza.
Los móviles –el hartazgo y la inconformidad-- de esa rebelión aburguesada (la del voto nulo) tienen un denominador epiceno: reiterar con nuevos matices políticos una forma de organización económica brutal que depreda en las mayorías empobrecidas.
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Glosario:
Beltrones, Manlio Fabio: Senador de la República por el Partido Revolucionario Institucional. Jefe de la bancada del PRI en el Senado. La cita fue tomada de un discurso dicho en San Luis Potosí el 24/VI/09.
Burguesía: grupo social constituido por personas de clase media acomodada.
Oligarquía: conjunto de negociantes y políticos poderosos que se aúnan para que todos los negocios dependan de su arbitrio.