jueves, marzo 11, 2010

Columna Asimetrías. “Tenemos Miedos… “

Por Fausto Fernández Ponte





11 marzo 2010

“Tenemos miedo, pero el dólor nos hace elevar la voz”.

Luz María Dávila, Madre de dos de los 15 adolescentes asesinados en Juárez, Chih.

I

A las madres de Ciudad Juárez, quienes le reclamaron respetuosamente pero con firmeza al Presidente de Facto, Felipe Calderón, la inacción del gobierno que encabeza y la insensibilidad mostrada ante ese artero crimen, el miedo las hace ser valientes.

Esa es una peculiaridad humana tan documentada en el decurso de los milenios que parece arrancar de cuajo el raigón de la anestesia societal –resultado del uso eficiente de los medios de control social-- y tiene un efecto catalizador y detonante.

El miedo –emoción tan intensa que o paraliza o, bien, impulsa a la acción para enfrentar el peligro o, si no, a huir éste, percibido como real. Jung lo describió alguna vez como “el impulso de la supervivencia”. Fuerte como el de la reproducción.

Sí, la supervivencia mental –o anímica— y fisica. En el caso de doña Luz María la supervivencia posee esa doble naturaleza: emocional y, ergo, material. Que se haga justicia en el asesinato de sus hijos es un móvil de supervivencia todopoderoso.

Ésto nos lleva al dolor. Las madres de Juárez están transidas de dolor. Dolor en el alma, que se traduce en rabia, impotencia, deseo de venganza justiciera y sus secuelas: sufrimientos indecibles, indescriptibles, incomprensibles y fuertes de lo hondo.

II

Perder un hijo es, desde cualesquier perspectivas, un sucedido traumático para los progenitores; es un golpe que quienes no han sufrido la experiencia sólo pueden imaginar o suponer. Es una experiencia desoladora, de haber sido desposeído.

Pero perder un hijo en las circunstancias conocidas –asesinato masivo a mansalva—del caso en Ciudad Juárez es un enorme desafío a la presencia de ánimo y a la entereza de una persona. Esa experiencia expulsa al doliente del mismísimo centro de su ser.

El dolor, empero, no cancela otras emociones profundas, como las del miedo o el pánico incluso ni el terror. El dolor jamás cesa, aunque Cronos –“que de amor y dolor alivia el tiempo”, según el célebre soneto de Renato Leduc-- lo mitiga y atempera.

Pero la experiencia, aun mitigada por los años, estruja el ser consciente y preside el inconsciente; aquél acepta –más o menos— la factualidad de la desaparición o pérdida del hijo creado y criado, pero lo guarda en las reconditeceses inescrutables del otro yo.

El dolor es un móvil abrumador, tanto que anula pavuras y aprensiones a represalias del poder. Doña Luz María lo describe muy bien: “Tenemos miedo”, confiesa, según se advierte en un vídeo Primero justicia: voces por Juárez realizado en Coyoacán días ha.

III

Pese al miedo, eleva doña Luz María (y con ellas, las otras madres sufrientes) su voz. Voz enérgica, demandante, exigente. Terminante; sin ofensa, pero decidida. Voz reivindicadora, insurgente diríase. Voz alzada, pues, por una vigorosa inflexión. Ira.

Voz alta para un personero de igual investidura, aunque espuria, la del señor Calderón, quien, como se esperaba, le escurrió el bulto a la responsabilidad pues no se ha puesto a sí mismo en el lugar de doña Luz María. No hay empatía. Ni simpatía. No hay pésame.

Ni compasión. El mero jefe del Estado mexicano, pese a su espuriedad notoria, pudo haber sido —o ser-- compasivo y solidario. No lo es. No lo ha sido y, por ello, no lo será probablemente. El dolor de los mexicanos no es su dolor. Éste penar no le duele.

Más allá del dolor y su búsqueda de justicia –ésta, por definición, es de Talión--, doña Luz María y las otras madres afligidas, lastimadas hasta el desconsuelo, saben que haga lo que haga el señor Calderón ello no les devolverá a sus hijos. Justicia que no resarce.

Y lo que quieren no es, pues, sólo justicia. Quieren que esos episodios de violencia sin sentido que caracterizan hoy la vida social en México cesen ya, en el acto. Saben que don Felipé no quiere que esa violencia acabe. Le va a su espuria legitimidad en prenda.

Doña Luz María lo sabe o, si no, lo intuye. Por ello, habla de cambiar el statu quo. Miles de mexicanos doloridos como ella tienen un motivo común para modificar el estado de cosas que nos asfixia: quitar a quienes lo causan y crear un orden nuevo.

ffponte@gmail.com

Plan B. Reynosa no está sola




11 marzo 2010

Doña Guadalupe no se da por vencida, por eso hace siete semanas se dedica a coordinar a las amiguitas de su hija para que den aviso si alguna está en problemas. Por eso las adolescentes que hacen reuniones de seguridad en su hogar tampoco se amilanan y salen juntas todas partes. Ni don Carlos a quien le pidieron mil pesos al mes por “derecho del piso”, se dejó vencer. Reunió a los otros tenderos, el taquero, el de la tlapalería y la papelería, acordaron sentarse con los narcos y decirles que no tienen nada contra ellos, son ciudadanos de la misma tierra, no les sobra el dinero y sus hijos van juntos a la escuela, propusieron una tregua y los narcomenudistas aceptaron. No se insultaron, ni se liaron a golpes o a balazos, dialogaron. Los buenos saben que los malos necesitan estabilidad para vender, los malos lo saben también.

Tampoco los chavos y chavas del CETIS de Reynosa se cuadran; Adrián coordinó a sus amigos y rápidamente se fueron uniendo los y las estudiantes. “No les compramos drogas a estos tipos, no los vamos a mantener para que aterroricen a nuestra ciudad”, les dijo sin imaginar que comenzaría una cadena luminosa de fuerza adolescente que se rehúsa a ser una estadística más entre los adictos, dentro de los que se rinden. Ni el grupo de Carolina y las 72 mujeres que, luego de la última balacera, decidieron dar pláticas en su iglesia dos veces a la semana para subir el ánimo de la gente que cree que como todo está perdido —según algunos—, lo mejor es sumarse a la ola de violencia y robar, drogarse o simplemente abandonar la escuela.

Ni los ocho colegas que fueron levantados en la frontera de Reynosa por atreverse a fotografiar, a investigar quiénes son y qué planean esos hombres de espíritu pequeño, mente limitada y dueños de una ira largamente contenida que eligieron pertenecer a los cárteles. Nuestros colegas, algunos golpeados, otros secuestrados durante horas, otros desaparecidos, no pensaron siquiera en dejar de hacer lo suyo, porque lo hacen bien y es su tarea revelar la realidad. Sabían, sabemos, que en México decir la verdad y ser buen periodista puede costarte la vida, pero es momento de seguir, cada quien en lo que sabe y puede. Los informes militares dicen que en Reynosa hay 500 narcotraficantes poderosos, lo que no dicen es que hay cientos de miles de hombres y mujeres que cada día se levantan y van a la escuela, se abrazan y trabajan honestamente. Que cada día Rafa, Samy y Alex salen a jugar cascarita y sueñan con ser arquitectos. Ni que doña Lola hace de terapeuta mientras prepara los mejores langostinos en aguachile. Ella hace reír a su clientela porque la vida es hoy, ahora estamos vivas, dice abriendo una cervecita. México anda, Reynosa sufre y se asusta pero no se quiebra, porque no está sola, porque aquí estamos mirándola como un brazo de México que duele, pero es nuestro. No se puede negar la tragedia, pero tampoco hemos de someternos a ella sin levantar la voz.

Detrás de la Noticia. Defraudados y ofendidos

Por Ricardo Rocha






11 marzo 2010

Siete de cada 10 mexicanos creen que la democracia es un fraude. Y esto es de una gravedad extrema. Aun cuando una proporción similar la considere, todavía, la mejor opción. Algo así como lo que decía el gran Churchill: “…es el peor sistema de gobierno, exceptuando a todos los demás”.
Lo malo es que aquí no se trata de frases ingeniosas. La oportunísima encuesta del periódico EL UNIVERSAL no sólo es reveladora, sino un gritote de alerta sobre los ánimos nacionales: una mayoría cree que la situación política es muy inestable, lo cual implica la incertidumbre como constante de sobrevivencia; aunque hay un rechazo a la dictadura, uno de cada tres la preferiría al actual estado de cosas; ya son mitad y mitad los que difieren en que haya un gobierno respetuoso de la ley y acotado por el Congreso, frente a los que estarían de acuerdo en un gobierno todavía más autoritario y al que le venga guango lo que piensen y hagan senadores y diputados.

La encuesta revela también múltiples razones para este hartazgo generalizado: el abuso de poder sigue lastimando a una ciudadanía permanentemente ofendida; la voracidad de la corrupción no ha disminuido con los gobiernos panistas, que tanto criticaron por ello a los priístas, sólo que aquéllos eran cínicos simpáticos y éstos, mustios insoportables; el incumplimiento de las promesas de campaña es otro factor de desaliento, ya las palabras no son lo que eran antes; los sainetes entre partidos, que solían ser divertidos, ahora son francamente patéticos, como la tragicomedia pinochesca del pacto de Bucareli.

A propósito, está muy claro que son precisamente los actores políticos los que no sólo degradan la política, sino atentan contra la fe en la democracia. Son sus trácalas, sus abusos y sus corruptelas las que deprecian las estructuras democráticas que tanto ha costado edificar. Sin embargo, para muchos resulta difícil discernir el valor de la democracia en su sentido más amplio y el uso indiscriminado y perverso que de ella hacen quienes —desde el poder— la demeritan cada día.

Aun a riesgo de la injusticia que implican las generalizaciones, hoy podemos afirmar que la calidad de nuestros gobernantes y representantes está muy por debajo de los altísimos ingresos y canonjías que perciben como contraprestación a un trabajo no sólo mediocre sino, con frecuencia, abusivo y hasta corrupto. Hay, por desgracia, una visión cortísima del futuro, una carencia de valores y una falta de patriotismo exasperantes en la gran mayoría de nuestros políticos. De ahí la mediocridad de su actuación, la pobreza de su lenguaje y la falta de resultados tangibles, de soluciones viables, a los grandes problemas de la nación y a los pequeños desafíos de cada uno.

Por eso la distancia entre gobernantes y gobernados es no sólo cada vez más grande sino más riesgosa. El alejamiento y la marginación se acercan, paradójicamente, a la violencia.

Retomando el principio: no se trata aquí de una desilusión, que alguien diría se cura con una nueva novia; lo que alerta es la irritación, porque de ahí al coraje y a la furia ¿y luego? qué sigue.

EDITORIAL. Que enseñen lo firmado.

Año 8, número 3285
Jueves 11, marzo del año 2010

Toda vez que las cosas, se quiera aceptar o no, nunca permanecen impunes; y menos para siempre, el escándalo de las alianzas facciosas comienza a cobrar dividendos.

El que el inefable y polifacético Presidente Nacional de lo que queda del PRD, don Jesús Ortega, haya tomado la decisión de continuar con las alianzas con el PAN, a pesar de que para el Edo. de Mex. firmaron una alianza en detrimento de su Partido, habla de la poca dignidad (más que sabida) que tiene la clase política.

El tratar de defender lo que es indefendible solo acabó de hundir más a la supuesta Democracia que tanto pregonan. La Tribuna más alta de la nación es ya un foro de comedia e ignominia.

Lo peor del caso es que cuando ya alguna parte de los electores se estaba convenciendo (resignando) a que el PRI volviera a gobernarnos, sale doña Beatriz con una estupidez a todas luces indignante (lo mejor fue que hasta le aplaudieron sus compañeritos la furibunda filípica)

Cuando el fondo del asunto, sin importar cuales fueron los motivos y las formas, lo cierto es que por un lado han delinquido; y por el otro han traicionado vilmente a la Democracia (que nunca ha existido, hay que reconocerlo, todo era ficticio) sus electores que, de esa manera ya no sabrán por quien votar, cuando todos son iguales.

El que uno fue el traidor o lo fue el otro, es lo de menos. Lo importante es que enseñen el “papelito” que firmaron; no vaya siendo que tenga más firmas.

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