viernes, agosto 11, 2006

Carta a Felipe Calderón

del sendero de fecal:

EPIGMENIO IBARRA

Carta a Felipe Calderón


Aún no es demasiado tarde. Cruce usted el puente que su adversario, Andrés Manuel López Obrador, ha tendido. Le pido, le suplico, le exijo que por el bien de todos lo haga de inmediato. En sus manos está, porque el suyo en este momento es un voto de calidad, desmontar en parte las movilizaciones sociales que —más vale que no nos engañemos— no harán sino crecer y profundizarse. Si usted cree que ganó la elección presidencial nada pierde sumándose al reclamo de que se cuente voto por voto, casilla por casilla. Al contrario. Si la elección, pese a todo lo ocurrido en la campaña, algo que no debe ni olvidarse, ni perdonarse, se limpia y usted resulta a la postre el vencedor quizás podrá entonces hacer realidad esa demanda que este miércoles hizo enfático a sus correligionarios: “Necesito que me auxilien —decía usted— a construir una atmósfera de comprensión, de tolerancia, una atmósfera de conciliación que nos permita a los mexicanos salir adelante”. Si esto es lo que quiere; dé pues y antes que nadie el ejemplo, cruce ese puente, hágalo como un acto de humildad, valentía, dignidad y patriotismo. No se resigne a ocupar el triste lugar en la historia nacional que unos cuantos pillos le quieren asignar.

No se esconda, no se parapete detrás de una muralla de argumentos legales. No haga de la decisión del TEPJF un bunker. No se acomode, no se instale en un supuesto respeto a las instituciones después de los golpes demoledores que su partido y el Presidente de la República han dado a las mismas. Menos lo haga detrás de la trama de complicidades que, tejidas desde Los Pinos, pretenden hacer de usted una marioneta. No crea que los favores de la maestra son gratuitos y que no terminará siendo su rehén. Usted sabe muy bien que si pretende asumir la Presidencia envuelto en la sombra de la duda tendrá que gobernar, si puede, a punta de toletes y fusiles. Estoy seguro que ese no es el mandato que soñó, ni el México que quiere.

Tampoco se engañe. Seguro habrá un tropel de asesores y analistas que llegan hasta usted con encuestas de opinión, mediciones de popularidad, análisis de mercado que indican que son pocos y serán menos con el tiempo los que apoyan a López Obrador. Recuerde que para cambiar el mundo basta sólo un puñado de valientes y en los diez kilómetros que van de la Fuente de Petróleos al Zócalo hay ya muchas mujeres y hombres que resisten el asedio, la campaña de desprestigio que se ha montado en su contra y luchan —como antes lo hicieron hombres y mujeres del PAN— para defender la democracia.

No crea las mentiras de su propaganda. Tampoco se fíe de sus asesores de imagen que han de presentarle, rebosantes de optimismo, reportes de prensa que muestran el repudio de los líderes de opinión a las acciones de resistencia civil pacífica. Lo que sucede en Reforma y en el Zócalo no es ciertamente amable pero tiene una enorme trascendencia. El corazón del país, hablamos de control territorial, está ocupado por una fuerza civil pacífica que así, no queda de otra, presiona al poder e impacta la vida nacional y que ha demostrado tener la fuerza y la voluntad para sostener este embate. Algo así no puede ser obra de unos cuantos acarreados, de unos cuantos fanáticos.

Muchos en México nos sentimos profundamente agraviados por el comportamiento de su partido, de grupos empresariales, del gobierno federal antes, durante y después de las elecciones. Muchos sentimos que la voluntad popular expresada en las urnas no ha sido respetada y muchos, me temo, harán algo más que plantarse en el Zócalo, si el poder no cede ante su reclamo de justicia, porque de esto y no de otra cosa se trata señor Calderón: de un elemental reclamo de justicia. No es, insisto, fanatismo, ceguera, seducción de un caudillo; es cuestión de dignidad y con esto no se juega. La historia de América Latina muestra que muchos de los grandes movimientos sociales han surgido después de afrentas como ésta.

Pretenden convertirlo, señor Calderón, en heredero y salvaguarda de un régimen esclavo de su imagen pública. Fox y lo suyos abdicaron del poder frente a los medios. Vivían, viven aún embriagados por la popularidad, esa que se mide día a día, la que dura sólo unas horas, la que los vientos de esa dignidad ofendida barrerá muy pronto. ¿Destapará, para validarse, la cloaca del régimen foxista? ¿Podrá hacerlo? Ese poder, el que cree que habrá de recibir de manos de Fox, estará minado por dentro y por fuera pero no se trata sólo de eso, se trata del país; de la paz, de impedir, juntos, un terrible retroceso.

http://www.milenio.com/mexico/milenio/firma.asp?id=423058

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