A juzgar por la propuesta de Calderón, enviada con pompas de jabón a los partidos, el líder panista no trae más que baratijas en su costal de presunto santaclós.
Decir que hay que luchar contra la pobreza y el desempleo, así como contra la inseguridad pública, no es algo que requiera un esfuerzo intelectual. Lo que no hay en ese pedazo de papel de Calderón es alguna propuesta concreta para llevar a cabo la superación de males tan viejos. Para no empezar, Calderón carece de propuesta para promover la inversión productiva, la del Estado y la privada. Tampoco existe un planteamiento para elevar los bajísimos salarios. Hay, en cambio, una propuesta para que la policía preventiva y la otra, antes llamada judicial, se unifiquen bajo un mismo mando, como si el jefe policiaco —el que fuera— pudiera llegar a tener mejores agentes sólo porque a éstos los mandara la misma persona.
Luego, Calderón habla de bajar el impuesto sobre la renta, pero con un gravamen parejo, de tal manera que los muy ricos van a pagar menos. Con un impuesto flat, es decir, llano, muchos tendrían que pagar más y pocos pagarían menos. Esta reforma nunca va a ser aprobada.
En materia política, Calderón propone que haya menos legisladores, pero el panista no explica que su reducción llevaría a que unos parlamentarios representaran muchos menos votos que otros, es decir, a que se redujera la proporcionalidad y, con ello, algunos partidos —puede ser uno solo— pudieran tener una fuerza política artificial, es decir, que no proviniera de las urnas sino de las reglas. Ya hoy existe sobrerrepresentación, pero con la propuesta panista sería mayor.
Al decir Calderón que Pemex y la CFE no serán privatizadas, vuelve con el cuento de la inversión privada en energía, es decir, con la engañifa de que no debe haber privatización de lo que hay pero sí de los nuevos desarrollos, lo cual nos hace ver que el panista sí quiere privatizar. Es muy fácil para cualquiera, con un contrato en la mano, conseguir dinero y construir una planta de electricidad —como ya se lleva a cabo en forma ilegal— o perforar pozos para extraer gas —como lo hacen los extranjeros en la Cuenca de Burgos—, y así ganar mucho dinero, mismo que podría servir para las inversiones públicas en México. Es decir, se trata de más de lo mismo que hemos tenido hasta ahora.
Las baratijas de Calderón no valen ni lo que el papel en el que están escritas.
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Las baratijas de Calderón =
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