Manuel Camacho Solís
Todos los cálculos de la política se centran en el 1 de diciembre. Bastó con que los diputados y senadores del Frente Amplio Progresista declararan que protestarían en la ceremonia de la toma de posesión, para que las antenas y movimientos del régimen giraran en torno a esa eventualidad. Se evalúan los diferentes escenarios. Se preparan las respuestas. Se diseñan los planes de seguridad fuera y dentro del recinto del Congreso. Se insiste en desacreditar y dar por derrotado a AMLO. Pero no queda claro quién, dentro del régimen, esté pensando en la política, ni menos aún haciéndola. Por la manera como reaccionan frente al 1 de diciembre, se desprende que su interés es sentarse, no prepararse para gobernar.
Para poder pensar en un problema, lo primero es reconocerlo. El problema de la toma de posesión no es que algunos legisladores de oposición vayan a protestar. Ni que en las calles pueda haber movilizaciones en contra de Felipe Calderón. Esas manifestaciones son la consecuencia de algo diferente. Lo que está generando la tensión es la falta de legitimidad. Si después de haber movido todos los resortes y recursos del régimen, aún cuatro de cada 10 mexicanos considera que hubo fraude en las elecciones, el próximo presidente tiene un problema de legitimidad.
Con sólo 35% de los votos y un problema de legitimidad, habría que tomarse en serio la política. Frente al problema de la falta de legitimidad se pueden tener diversas respuestas. Se puede ser un cínico: echarle toda la culpa a quienes protestan. Se puede sentir remordimiento y quedarse atormentado. O se puede reconocer el problema y hacer algo serio para disminuirlo. Desde un punto de vista doctrinario el dilema es: el gobernante espurio (carente de legitimidad) se sostiene en el poder mediante la represión y ésta deviene de su temor de saberse ilegítimo; o, en vez de ello, el gobernante se asume como una figura de transición cuyo papel deberá ser abrir las posibilidades para la legitimación (ya no de su persona), sino de las instituciones políticas en su conjunto.
O se es un personaje shakesperiano donde la ilegitimidad lleva al miedo, y el miedo a la represión y la violencia. O se es un personaje de un antiguo régimen que se decide a reformarlo y demuestra tener capacidad para ello (Adolfo Suárez).
El 1 de diciembre -visto al día de hoy- marcha por el rumbo del control. El sistema y los intereses están hechos para proteger al nuevo presidente, a como dé lugar. Prepararán los más diversos dispositivos y estratagemas para controlar y confundir al adversario. Juntarán cargos y dinero para corromper o cooptar. Y si es necesario, se impondrán por la fuerza. "Señor presidente, usted no se preocupe, nosotros le garantizamos que todo saldrá bien. Usted tomará posesión el 1 de diciembre".
En términos inmediatos, lo más probable es que lo logren. También que al momento en el que crezca la inconformidad, en seis meses o en dos años, ya no tendrán nada que ofrecer. Sólo le pedirán al presidente que imponga el orden. Para eso lo apoyaron: para detener a AMLO y para que defienda sus intereses. Sólo que, si el nuevo presidente acepta esas reglas, tendrá desde ahora que aceptar las consecuencias. Tendría que consentir a las tentaciones de Mefistófeles (en Fausto). Hacerse cargo de la represión y del encubrimiento de la impunidad que hereda.
Si el nuevo presidente decide no hacerlo, puede optar por la política. Puede ser un mandatario de una transición verdadera. Disminuir sus poderes, a cambio de ganar legitimidad y hacerle un servicio al país. Puede hacer posible el cambio de régimen que a todas luces necesita México para someter a los intereses fácticos, hacer frente al narcotráfico, tomar decisiones a favor del crecimiento de la economía y dar cabida a una reorganización de su vida pública donde quepa una izquierda democrática, y donde la cuestión social pase al centro del debate y la acción pública. Se dirá que para que ello fuera posible, la izquierda también tendría que hacer política en grande: es cierto y posible.
Miembro de la Dirección Política del Frente Amplio Progresista
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