Alfredo Jalife-Rahme
Las potencias vencedoras imponen el modelo económico-financiero que más conviene a sus intereses. La unipolaridad de Estados Unidos, triunfadora de la guerra fría, impuso en 1991, fecha de la disolución de la Unión Soviética, sin enemigo al frente, el modelo que más le asienta y expande sus intereses: la globalización financiera, caracterizada por la desregulación, los paraísos fiscales, la contabilidad invisible y la burbuja de los "derivados" de alto riesgo.
La derrota geoestratégica de Estados Unidos en Irak quita la cobertura nuclear a la globalización financiera anglosajona, lo que se profundiza con la devaluación del dólar y su debilitamiento como moneda de reserva unipolar, y la probable recesión de su economía, lo que se complica con sus déficit consuetudinarios, sus múltiples burbujas especulativas y su deuda impagable.
El poder de la globalización financiera, controlada por el eje anglosajón de Wall Street y la City, se derrite a pasos acelerados y en cuyo seno será más dramático el fenómeno correctivo de la desglobalización que tendrá que deshacerse de todos sus variados cuan exóticos instrumentos especulativos (en su mayoría de existencia "virtual"), si es que no estallan antes en los manipulados "mercados".
Suena sumamente difícil que Washington pueda revertir su derretimiento del liderazgo de la globalización financiera, su parte más vulnerable. Su poderío militar unipolar de ensueño tecnológico ha sido detenido en forma increíble por la "guerra asimétrica" de dos insurgencias neomedievales. Dos entidades de la globalización financiera, Estados Unidos e Israel, acaban de sufrir dos severas derrotas a manos de la guerrilla sunita de Irak y del Hezbollah chiíta libanés, respectivamente.
Las dos derrotas del militarismo neoliberal global denotan nítidos alcances geoestratégicos que aceleran la desglobalización y trastocan en forma dramática la correlación planetaria de fuerzas que se encamina a la multipolaridad que por necesidad optará por un nuevo modelo tanto económico como financiero.
Pocos, pero muy sólidos, intelectuales del mayor nivel, como John Ralston Saul, se han atrevido a confrontar a la hidra de la globalización, lo que constituye una herejía en el mundo occidental carente de crítica cartesiana y de dialéctica creativa. El filósofo canadiense Ralston, exitoso emprendedor (montó la empresa estatal Petro-Canada), oriundo de un país de la anglosfera beneficiado por la globalización en sus variantes financiera, económica y petrolera, en su reciente libro, El colapso de la globalización y la reinvención del mundo (2005), opera la autopsia de la "desregulación" mediante una visión luminosa de más de 30 años. Refiere que, lejos de ser una fuerza inevitable, que ya se encuentra bajo el feroz ataque de las fuerzas nacionalistas, la globalización -una "ideología monolítica" de la "idolatría del mercado" con ínfulas tecnocráticas e imbuida de determinismo tecnológico-, pretendió suplantar a los estados-nación y permitió la paralizante acumulación de la deuda en el tercer mundo que ha reaccionado con la expansión de los movimientos contestatarios en el planeta. La globalización, que acabó en la desilusión de su utopía, se está pulverizando en numerosas piezas contradictorias, mientras los ciudadanos reafirman sus intereses nacionales". Ralston fustiga la pretensión de las trasnacionales de intentar sustituir la infraestructura de los gobiernos al confundir el "manejo gerencial" con el liderazgo carismático. Expone en forma persuasiva el retorno del nacionalismo tanto económico como político frente a las trasnacionales que socavaron los cimientos del estado-nación.
En efecto, en el mismo centro de la globalización, Estados Unidos, se ha generado un paulatino ajuste significativo hacia el neoproteccionismo, el neoaislacionismo, y la silenciosa "rerregulación" que forman parte de sus oscilaciones pendulares de apertura y cerrazón desde su génesis como nación.
Bajo el precepto de "patriotismo económico", que oculta su neoproteccionismo, Estados Unidos impidió que China comprara en dinero sonante a la petrolera Unocal que fue adquirida con papel chatarra por Chevron-Texaco. La misma tendencia neoproteccionista, se escenifica en países de la Unión Europea (UE) para impedir la "captura hostil" de empresas nacionales estratégicas por algunos de sus miembros. En Francia, otro pilar de la globalización, le llaman "nacionalismo económico".
El declive estadunidense es más aparentemente pronunciado en el subtipo de la "globalización económica", donde ha sido desplazado por sus competidores geoeconómicos de UE y el noreste asiático, donde despunta como nadie el "circuito étnico chino" (China, Hong Kong, Taiwán y Singapur) que, incluso, ha dejado atrás a Japón en todos los subtipos de la globalización.
En el ámbito de la "globalización económica", de lejos menos nociva que la "globalización financiera" extraviada en la especulación, existe un relativo empate entre los tres polos de poder regional del planeta que han acaparado sus beneficios: Estados Unidos, la UE y el noreste asiático (China, Japón y Sudcorea), a los que habría que agregar como nuevos actores a las "potencias emergentes" de Rusia, India y Brasil. La tendencia en el mediano plazo favorece al BRIC -Brasil, Rusia, India y China-, en detrimento de Estados Unidos y la UE.
Desde el punto de vista ideológico, el daño que asestó la globalización ha sido doble: conformó un "pensamiento único", como lo califica Ignacio Ramonet, editor de Le Monde Diplomatique, y castró, cuando no descerebró, a sus intelectuales. El caso de México con Salinas, el firmante del TLCAN con Daddy Bush, es patéticamente trágico, al haber desmantelado y comprado (literalmente) a los pocos que pensaban en forma independiente.
"Occidente" perdió la savia de la crítica que lo había impulsado a su constante autocorrección. Los intelectuales, por antonomasia "críticos" (un seudointelectual apadrinado y/o cobijado por el poder es un amanuense y/o palafrenero), simbolizan las neuronas del cerebro que preside las actividades del género humano, indaga los asuntos planetarios y crea las mejores opciones para los seres vivientes de la creación en la biosfera. ¿Cómo puede funcionar un cerebro sin neuronas? Esta quizá fue la mayor perdición del modelo globalizador: haber pretendido a la automatización robótica del pensamiento neoliberal mediante ecuaciones econométricas muy falibles, a las que siempre faltó una constante que pretendió trasmutar en una vulgar variable: el ser humano, la base fija de todas la ecuaciones habidas y por haber mientras perviva en el vasto universo.
Bajo el modelo de la globalización, en todos sus subtipos (financiera, económica y petrolera), la entelequia llamada "mercado", a imagen y semejanza de la aparatosa desigualdad distributiva de la riqueza en el planeta controlada por la plutocracia oligopólica, avasalló al género humano en su conjunto.
Mediante la desglobalización, el género humano tiene la oportunidad dorada de volver a controlar y regular el "mercado" de la neofeudal plutocracia oligopólica.
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