viernes, abril 13, 2007

El infierno hecho carne

Michel Balivo
(Con pasaje para morir incluido)

Ya hace un año largo que escribo intentando resaltar los fenómenos que yo reconozco como esenciales de la revolución bolivariana. Es como lanzar una red que ha de ser muy amplia pues ha de contener todo lo humano, no solo en el espacio global, planetario, sino en el tiempo, en la acumulación histórica social que se acelera. En lo que fue y en lo que ha de ser.

Pero simultáneamente una vez que atrapas y contienes toda la amplitud y diversidad de lo humano, has de ser capaz de descubrir, reconocer lo esencial que lo interconecta, que le da unidad, es decir justamente lo que lo hace y permite definirlo como humano.

Cuanto más simple, esencialmente comprendemos el origen y proceso de la realidad que nos toca vivir, también podemos visualizar con mayor sencillez sus posibles tendencias a futuro e influir en su dirección según nuestras intenciones, deseos y/o necesidades.

De ese modo he dicho que ayuda y simplifica mucho comprender que hace más de cien años Venezuela se convirtió en centro de intereses internacionales al descubrirse petróleo. Nada más ni nada menos que la energía que aceleró y revolucionó económica y culturalmente al mundo. Esos intereses internacionales incidieron y regularon desde entonces el devenir venezolano.

En medio de una sociedad campesina, cíclica, de una Caracas de techos rojos, comienza este evento del siglo siguiente y toda la sociedad es influenciada y se forja bajo la presión de un acontecimiento que ni siquiera reconoce, pero que quita y pone gobiernos direccionando la economía, cultura e instituciones de toda una sociedad.

Toda la Venezuela moderna es resultante de esa extracción del subsuelo y de la dirección que tal energía toma a partir de entonces. De hecho toda la construcción de las principales ciudades es posible por el goteo de esa enorme riqueza que marcha completa camino del norte y solo deja su riqueza residual.

Sería imposible pretender comprender política, económica, culturalmente los últimos cien años de Venezuela sin tomar por punto de vista o interés central tal descubrimiento en torno a cuya extracción gira todo. Sería como querer comprender los móviles de la vida humana sin tomar la reproducción de la especie y la muerte como centro de todos sus temores y deseos.
Sin embargo la enorme paradoja de esa vida humana, es que durante cien años ni siquiera nos enteramos que ese era el centro de interés que regía y condicionaba nuestras economías y culturas, nuestra política y organizaciones sociales, nuestros modelos de vida y felicidad lanzados a futuro.

Recién en estos 8 años de revolución bolivariana en que se propuso una democracia protagónica y participativa para devolver el poder de decisión al pueblo, y para lo cual era imprescindible recuperar los bienes, materias primas y servicios, se puso ineludiblemente en evidencia que todo eso estaba al servicio y bajo el control de otros intereses hegemónicos.
Por lo cual hubo que enfrentar y derrotar todo un sistema de reacciones destinadas a hacer imposible ese plan de democracia participativa, que hasta entonces había dado resultado por décadas en el continente y en el mundo en general, porque también se utilizó exitosamente en África, Medio Oriente y en los países satélites de la desaparecida Unión soviética.

En Venezuela y gracias a la unidad del pueblo civil y armado se derrotaron tales intentos de intervención hasta el momento, y paso a paso se han ido desmontando los intermediarios o terceros que parasitaban todos los circuitos de producción, distribución y servicios. Justamente estamos conmemorando 5 años de los hechos del golpe de estado del 11-13 de abril que señalan un antes y un después para la revolución bolivariana.

Solo la semana pasada se firmaron infinidad de acuerdos con China y Bielorrusia. Sumados a los convenios firmados con Argentina, Brasil, Irán y Rusia por solo nombrar los más notorios e inusuales para las relaciones internacionales de Venezuela, cubren acuerdos en todos los campos posibles garantizando que en pocas décadas se convertirá en un país desarrollado, industrializado y soberano alimentariamente, con un amplio campo de negociación a nivel mundial.

Por otra parte se recuperaron 330 mil Has., de latifundios, con lo cual se redondean ya las dos millones de un total de 6 millones agendadas para su recuperación. De las cuales se informa que la mayoría ya han recibido recursos económicos y tecnológicos así como planes productivos dentro del plan estratégico de desarrollo de la nación, a medida que van siendo entregadas a cooperativas que las autogestionan.

Ya hemos hablado suficientemente del Alba, Petroandina, Petrocaribe, el Banco del Sur, el Fondo de Estabilización Regional, el Gasoducto del Sur, la nueva organización del gas mundial en principio formada por Venezuela, Rusia, Irán, Catar y Argelia que poseen las reservas del 70% del gas mundial y la Opegas por Venezuela, Bolivia y Argentina en Sudamérica.
Las misiones Milagro y Yo si puedo impulsadas desde el Alba por Cuba y Venezuela que además abren universidades internacionales para todos los estudiantes de diversos países sin recursos para la formación de cien mil médicos sociales.

Por cierto luego de tres años de estudio, este martes egresará la primera cohorte de médicos venezolanos especialistas en Medicina General Integral, compuesta por mil 13 personas, 658 mujeres y 355 hombres que sustituirán a sus colegas cubanos en el primer nivel de atención del programa Barrio Adentro.

Actualmente, 19 mil 300 estudiantes participan en el programa integral de medicina comunitaria, este año se están incorporando 9 mil 800 nuevos bachilleres todo descansando en la estructura de Barrio Adentro. Se espera que este programa consolide la atención y solución de entre el 80 y 90% de la problemática de salud general venezolana. Es el primer batallón de medicina integral comunitaria en la historia de Venezuela.

Todo esto es la proyección a nivel nacional e internacional de la revolución participativa y protagónica, que además de eliminar los intermediarios corporativos y sus instituciones internacionales, recupera para cada país sus materias primas y servicios esenciales, sus empresas estratégicas, sin las cuales la democracia y soberanía no puede ser más que declamativa.

Pero si una vez más hilamos fino la función que fue desplazada por esos terceros, por ese modelo mental al servicio de la continuidad de ciertos intereses, fue nada más ni nada menos que el ser humano cual centro de su universo, convirtiéndolo en una materia prima negociable y prescindible más.

El ser humano como fuente de todo sentimiento, pensamiento y acción creativa, transformadora de su entorno, no puede ser un valor de cambio, no puede ser una variable relativa de la ecuación económica, sino un término fijo e inamovible del cual depende y al servicio del cual está absolutamente todo lo demás.

Eso no es negociable, no hay otras prioridades ni circunstanciales ni de ningún tipo, no hay postergaciones válidas, ni inmediatas, mediatas ni a largo plazo. Todo lo que se hace ha de ser en beneficio del ser humano aquí y ahora o no se hace, no tiene valor ni sentido. Y son los casos extremos los que nos ponen ante las consecuencias de no respetar estos principios.
En el Caracazo todo el pueblo se lanzó a la calle en respuesta a las medidas neoliberales recomendadas por el FMI, aceptadas e impuestas por el entonces presidente Carlos Andrés Pérez. Se le ordenó al ejército disparar primero y preguntar después.

Allí se produjo una masacre totalmente innecesaria tan solo por defender un sistema de intereses y conveniencias, un modelo de organización socioeconómica injusto y excluyente. Esta es la resultante inevitable de desplazar al ser humano viviente del centro de todo modelo y organización mental, poniendo un sistema de instituciones y leyes que habrían de estar a su servicio y evolucionar según sus necesidades, por encima de él. Esto del modelo mental que se superpone al ser humano viviente y sus necesidades se puede observar en todos los ámbitos.
Se crean herramientas, respuestas a determinadas circunstancias que aquejan al ser humano, pero tales circunstancias cambian y las herramientas o instituciones no se abandonan, por el contrario se convierten en inercia, hábitos, creencias que ahora se imponen cual pesada e innecesaria carga pues ya no son respuestas a nada, solo un tropismo que arrastramos.

Tomemos el caso citado de la Misión Barrio Adentro. Allí se pone en evidencia un nuevo concepto o modelo de la salud, desarrollado en gran medida como ejercicio práctico y solidario por la revolución cubana. Se concibe la salud-enfermedad como un problema integral del ser humano viviendo en comunidad, y se trata de pasar de la medicina curativa a la preventiva.

Esto implica un cambio profundo y global para el modelo de salud en el que fuimos educados y formados. Porque hasta aquí se diagnosticaban y trataban síntomas aislados en las personas y sus cuerpos.

Mientras que hoy en día la medicina preventiva e integral trata a las personas y sus síntomas como parte de su educación, forma de organización socioeconómica y cultural en sus comunidades. Es decir la salud-enfermedad es la resultante de nuestras formas de vida, de cómo nos relacionamos con el medio ambiente y los demás seres humanos.

Según el modelo de vida que elegimos darnos y la dirección que en consecuencia le damos a nuestras acciones, se generan sistemas de tensión que por repetición de esas acciones en tal dirección se fijan y somatizan. Los síntomas superficiales observables pueden ser múltiples según las características y funciones de las personas en el entramado productivo.

Pero el modelo mental que las organiza es uno solo y el mismo y lo más simpático es que convertido en hábitos y creencias nos pasa totalmente desapercibido como causa de nuestros síntomas, y por tanto al no reconocerlo tampoco estamos en capacidad de cambiarlo.

La gran mayoría de esos hábitos son respuestas a circunstancias ya inexistentes y que solo se repiten automáticamente operando cual peso y limitación virtual, de memoria, pero inexistente e inoperante en los hechos. Así un pasado ya superado en los hechos y conocimientos sigue rigiendo nuestras vidas y generando innecesario esfuerzo, conflicto y sufrimiento.

Además nada hacemos con atacar los síntomas somatizados de tales sistemas de tensión, si no reconocemos como se generan y dejamos de repetir las direcciones de acción que los generan. Lo hecho, hecho está. Lo somatizado por repetición de creencias y hábitos en una dirección de acción por generaciones, somatizado está.

La solución no está en atacar tales síntomas sino en reconocer y corregir la organización social injusta y excluyente que continúa generándolos, en reconocer los hábitos y creencias que siguen viviendo y expresándose en nuestra mente, memoria.

En caer en cuenta que todo eso es un simple tropismo que arrastramos innecesariamente de un pasado que ya no necesitamos seguir viviendo ni sufriendo. Porque ya estamos en capacidad de actualizar nuestras formas de vida acorde a las nuevas posibilidades que el momento ofrece.

Para reconocer como todo este planteo se escenifica no hay mejor modo que recurrir justamente a la implementación de la Misión Barrio Adentro en sus inicios. La federación de médicos venezolanos se quejaba de que se trajeran médicos cubanos para atender al pueblo en sus barrios, cerros, comunidades.

Ellos no estaban educados para atender a quien no tuviese recursos económicos para pagar sus servicios, ni mucho menos para desplazarse a esos lugares y vivir en ellos. Así que actuaban como el perro del hortelano, ni comían ni dejaban comer.

No sentían la menor compasión ni responsabilidad por esa gente y esos espacios. De hecho todo su deseo y motivación era huir de esos paisajes de pobreza como del mismo demonio, pues era el infierno hecho carne en la tierra. Por tanto aspiraban trepar al cielo que los medios de comunicación le vendían como estatus y prestigio social.

Por ende consideraban que el gobierno se inmiscuía en su libertad de ejercer la profesión y lucrar a su antojo, al traer a médicos de otro país les restaba posibilidades de trabajo.
Todo esto nos pinta un panorama o paisaje de deshumanización, un vivir en un mundo externo que no es “nuestro mundo”. Porque en el mejor de los casos nuestra intimidad, sensibilidad, nuestros intereses se proyectan sobre y abarcan nuestro hogar y familia, pero el resto nos resulta desconocido y ajeno.

¿Cuál es mi responsabilidad y mi relación con mi entorno una vez que salgo de mi casa y las relaciones familiares? ¿Qué de todo eso que me rodea, envuelve y contiene tiene alguna relación conmigo?

Todo eso ha sido convertido en funciones sociales que son realizadas pública o privadamente por entidades que cobran por ello, pero que tampoco se sienten en relación ni responsabilidad íntima con su entorno y/o ecosistema.

Con lo cual el mundo, incluyendo la personalidad humana ha pasado a convertirse cultural y económicamente en una especie de entidad externa, en y con la cual realizamos actividades especializadas obligatorias, convertibles en dinero para satisfacer nuestras necesidades.
Luego volvemos al espacio íntimo al cual traemos nuestras ganancias, es decir, lo máximo que podemos obtener a cambio de lo mínimo que podamos dar, a lo cual llamamos negocios. Es una especie de transferencia de recursos del espacio externo y común público, al espacio íntimo de cada cual.

Este es a grandes rasgos el panorama que se escenifica en todos los ámbitos de humana expresión, y que en Venezuela se hace obvio ahora en las resistencias de los partidos políticos y gremios a integrarse en una nueva herramienta para dar respuesta a una visión social realmente integral y acorde a la sensibilidad y las posibilidades tecnológicas disponibles.

Las élites de todo tipo de organización pretenden conservar sus hábitos y creencias, con los intereses y conveniencias que ello implica y a lo cual llamamos genéricamente burocracia y corrupción. Las bases de todas estas organizaciones se enfrentan dialécticamente con ellas, porque son viejas e ineficientes respuestas que ya cumplieron su función y resultan inoperantes y obsoletas para las nuevas circunstancias y exigencias.

Luego de todo este panorama planteado creo que nos resultará más sencillo visualizar la transición en medio de la cual estamos y a la cual somos sujetos y objetos. Fuimos educados como especie de entidades abstractas e independientes de su entorno natural e histórico social, humano, que cumplen funciones especializadas a cambio de dinero, como traficantes o mercenarios. Sin la menor conciencia, sensibilidad ni responsabilidad de su entorno.

Hoy el Partido Socialista Unido de Venezuela, los Consejos Comunales y las Misiones Bolivarianas han de verse estructuralmente como ideas-fuerza, herramientas concebidas para facilitar la transición hacia una educación y praxis en que te formas desde niño como función integral de tu comunidad.

Desempeñando y apropiándote de las funciones y espacios naturales de una federación de comunidades autogestionadas, en las cuales ejerces tu poder de decisión. Básicamente y según la densidad habitacional se calcula un Consejo y Banco Comunal cada 200 a 400 familias.
Pero como dije son herramientas al servicio del desarrollo social y no instituciones estáticas para imponerle al ser vivo, por tanto habrá que usarlas e irlas adecuando al proceso y sus exigencias y sobre todo desmitificándolas y perdiéndoles el miedo.

Así pues entramos en una época en que es necesario abrirse y educarse a una nueva visión del ser humano, de la vida, de las relaciones. En este ejercicio individual y social que debemos realizar, buena parte de nuestras personalidades, hábitos y creencias deben ser transformados en y por la experiencia.

No nos sirve seguir mirando atrás ni cantando con nostalgia a los viejos tiempos, seguir discutiendo teóricamente mientras los hechos se aceleran crecientemente y exigen respuestas desbordando y volviendo obsoletas nuestras viejas e inoperantes instituciones, personalidades.
Llegamos a la hora de la acción, de la experiencia solidaria y transformadora cual única respuesta viable. Llegó la hora de dejar de hablar del cambio para vivirlo. Llegó la hora en que el pasado debe ser reconocido para que pueda morir definitivamente dejando espacio y energía disponible para que ese futuro o mundo mejor pueda venir a ser.

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