martes, septiembre 18, 2007


Del Prozac al verde olivo

La interpretación de los uniformes
El sargento Freud revisa fases
Jugar (en familia) a los soldaditos

La debilidad incontenible de Felipe Calderón son los uniformes militares. Es tal su avidez de lo castrense que, violentando las reglas mínimas de la armonía indumentaria, apareció el pasado 3 de enero en Apatzingán con una casaca castrense a todas luces ajena a su talla y con una gorra de cinco estrellas bordadas en negro, dando de esa manera material infinito e invaluable a moneros y críticos que desde entonces lo plantean en imágenes y en comentarios como un personaje de cortedades físicas desbordadas por artificios cuartelarios de tela. Ocho meses y medio después de aquel primer desliz público de atavíos (¿atávico?), el general constitucional Calderón ha dado a luz otro escándalo relacionado con trajes guerreros, ahora permitiendo que en el balcón central del Palacio Nacional dos de sus hijos se mostraran vestidos con uniformes militares en cuyas gorras de faena destacaban estrellas indicativas de presuntos grados militares infantiles (un mayorcito y un tenientito coronelito).
Nadie debería meterse en la vida privada de los familiares de los políticos, pero en la historia mexicana han sido éstos, los políticos, quienes han metido a sus familiares en lo público, ya otorgándoles cargos, como López Portillo con el orgullo de su nepotismo, José Ramón o con su hermana Margarita, apodada La pésima musa; o como Miguel de la Madrid con sus hijos metidos en el escándalo y el uso abusivo de los recursos públicos; o Carlos Salinas de Gortari y su hermano recolector de diezmos por obras, contratos y concesiones de gobierno; o los negocios privados del padre y el hermano de Ernesto Zedillo; o el enriquecimiento insultante e impune de los hermanos Bribiesca Sahagún y de la madre de éstos y el esposo Vicente, cónyuges cínicos que ahora presumen en revistas de frivolidad social la residencia campestre guanajuatense que da cuenta mínima de la corrupción en pareja y en familia. Y, para no hablar sólo de tiempos pasados, he allí a Diego Hildebrando paseando por los salones de Palacio Nacional la noche del Grito, para demostrar que son agradecidas las defraudaciones cibernéticas cometidas por el coleccionista de padrones e instaurador de sistemas electorales de control de datos (¡oh, ¿habrá aprovechado el tiempo para ligar algunos contratos de servicios con secretarios de Estado y gobernantes estatales que quieran quedar bien con la Nueva Familia Feliz?!) Otro hermano de la esposa del Presidente también disfrutó de la velada patriótica: Juan Ignacio, que ahora es funcionario en México del hispano Grupo Prisa, interesado, entre otras cosas, en imprimir libros de texto gratuitos.
En México está claro que las fijaciones e irregularidades mentales de los mandatarios suelen transformarse en nefastas políticas de gobierno y tramposas predilecciones presupuestales. El ejemplo más reciente de descomposturas trascendentes se tuvo con Vicente Fox, quien, afectado de depresiones e inseguridades, entregó el ejercicio del poder a su esposa, llena tanto de ambiciones sucesorias como de familiares en precariedad económica que fue convertida en súbita prosperidad asociada al tráfico de máximas influencias. Del presidente decaído y en diaria abdicación de alcoba, que trataba de remontar sus males con medicamento marca Prozac, se ha pasado a un impugnado funcionario que cree mágicas las pociones de verde olivo, sobre todo si son ingeridas en público y de manera violenta o cuando menos imperativa.
La opción preferencial por los sardos no es un asunto mínimo ni íntimo, sino una estrategia clara, consciente y sostenida, con la que el ocupante de una silla presidencial coja pretende sustituir la base social que le es adversa por un aparato de amenaza y represión. El mensaje es claro: si la familia se ha militarizado, ¿el país por qué no? La definición paternal de este gobierno no está por lo campesino, lo insurgente o lo popular, ni siquiera por el soldado raso, sino por la vestimenta militar de oficial, por las estrellas y el rango de elite. Del hijo desobediente al hijo de soldadito. Dime de qué presumes y te diré si piensas en estados de sitio. Un golpe de moda militar en la máxima pasarela patria, justamente cuando el discurso del general michoacano se acera y exige a todo mundo que defina si aunque sea por silencio es cómplice de atentados y terrorismos (bajo sospecha). ¡Firmes! ¡Flanco derecho! ¡Ya!
Astillas:
En su desabrida carrera por construirse una personalidad política que le permita buscar la candidatura presidencial de 2012, Marcelo Ebrard ofrecerá seguro semestral de desempleo en lugar de dinero a ancianos… AMLO llega tarde y sin sentido a una de las aristas del movimiento cívico oaxaqueño. Visitar a estas alturas a Flavio Sosa es cumplir una parada inscrita en un viaje de turismo político… El gobernador de Coahuila, Humberto Moreira, defiende la soberanía de su estado suplantando al congreso local al anunciar que los legisladores de esa entidad norteña cerrarán el paso a la reforma electoral aprobada en lo nacional. El duopolio televisivo tiene ya dos góbers preciosos (“vas pa’trás, mi rey”): el del estado de México y el de Coahuila, ambos convertidos en generosos suministradores de recursos públicos a las pantallas nacionales para que sus imágenes, según eso presidenciables, aparezcan constantemente… El profesor Benjamín Cortés Valadez envía una de sus décimas, titulada Ya su obsesión militar/ no respetó ni su hogar: “La herencia se vio bien clara/ cuando con cinismo enorme/ sus hijos con uniforme/ en desfile presentara;/ tal desfachatez es cara/ y trae muy negros augurios/ a la vez que son perjurios/ para el militar orgullo:/ pues sus niños son, de suyo,/ también soldados espurios.”… Y, mientras los perredistas programan ausentismos negociados para el momento en que se llegue a presentar la propuesta de reforma energética de la que ayer Carstens habló, ¡hasta mañana, en esta columna que ayer y hoy reconoce la valentía y la entrega de quienes luchan y resisten, por encima de negociaciones de cúpula!

Astillero
Julio Hernández López
Fax: 56 05 20 99 • juliohdz@jornada.com.mx

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