jueves, septiembre 20, 2007

La guerra de las colas

Julio Hernández López

Felipe Calderón tiene frente a sí la difícilmente repetible oportunidad de mostrar que a lo largo de casi 10 meses ha acumulado suficiente poder como para enfrentar y castigar a su antecesor, que se ha convertido en símbolo viviente de impunidad y en prueba ruidosa de impotencia de la actual administración federal.

No se trata solamente de establecer preferencias empresariales en materia de bebidas gaseosas (el pasado martes, Los Pinos recibió a Indira Nooyi, presidenta mundial de Pepsi Cola, atrevimiento refresquero felipense si se recuerda que Vicente Fox fue el presidente cocacolero) sino de plantear ante los mexicanos cuál de los dos panistas “empoderados” tiene la cola más corta (o menos larga): si un ex presidente metiche, que es capaz de exhibir una pequeña porción de su enriquecimiento sexenal en páginas de revistas de frivolidades y que está en busca de presidir una organización internacional de derecha, o el formal presidente en funciones al que el antecesor parecería tener agarrado de los buenos (léase “güenos”) oficios de defraudación electoral que realizó para instaurar con 0.56 por ciento de diferencia a un candidato sin chispa al que desde ese momento de complicidad transicional se le mojó la pólvora en cuanto a acciones justicieras contra los grandes pillos del pasado presente.

Cola contra cola: corrupción contra ilegitimidad; fraudes económicos desde el poder y fraude electoral para llegar a ese poder. Vicente se robó el dinero público (o hizo negocios a partir de él) y Felipe se robó la Presidencia. ¿Quién está en condiciones de acusar a quién? ¿Felipe se atreverá a moverle el tapete a Chente (esposa, e hijos y familiares de la parejita), bajo riesgo de que el sabidamente desbocado ranchero del Bajío suelte la sopa y revele secretos de la manera como El hijo desobediente fue instalado en la silla presidencial? ¿O Felipe aguantará vara porque no le queda de otra? y entonces elevará a doctrina oficial la teoría ugaldiana: si correr al presidente del IFE era aceptar que hubo fraude electoral, no actuar contra los excesos retadores de Fox será aceptar que éste tiene mucho más material paralizante y aniquilador que aquellas palabras de meses atrás, cuando socarronamente habló del desenlace de los comicios de 2006 como un desquite personal suyo.

El hombre de los muchos uniformes castrenses en el armario (militar de clóset) no tiene mucho tiempo para precisar si el país es Pelelandia (es decir, el mundo del Presidente LegaL) o hay espacio para que de facto el michoacano impugnado se vaya construyendo un poder relativamente autónomo. Si Vicente Fox llega a ser candidato a la presidencia de la Internacional Demócrata de Centro, y no se diga si llega a ganarla, Calderón estará atado de manos frente a la pareja ex presidencial que han formado Fox y Manuel Espino, los principales saboteadores de los planes del felipato.

Dado que Calderón ha mostrado gusto por la moda política retro (resurrección de rituales de corte priísta, como los informes multitudinarios y llenos de aplausos, los desfiles y las ceremonias cívicas aduladoras) bien haría en recordar las palabras de José López Portillo, quien proponía a todo presidente entrante “romper para estabilizar”. Ya ha pasado demasiado tiempo para que un golpe efectista parezca dotar de fuerza apabullante a un gobierno que con trabajos ha pretendido pasar como quinazo la detención del activista oaxaqueño Flavio Sosa. El entrampado Felipe sólo ha tenido, desde que tomó posesión y hasta la fecha, un solo punto de referencia para demostrar que tiene un poder (así sea de facto) y que está dispuesto a ejercerlo: las pillerías de Vicente, Marta, los hermanos Bribiesca y los hermanos Fox y Sahagún. Pero no es cuestión de voluntad sino de circunstancias: el tamaño de la cola por pisar de cada cual decidirá lo que se pueda hacer: complicidad o enjuiciamiento, castigo o impunidad, consolidación felipense o chantaje vicentino. ¿La Coca Cola seguirá siendo la bebida oficial de Los Pinos?

Astillas

En México, y con los gobiernos recientes, se vive en un permanente estado de alucinación política. He ahí al subprocurador federal, José Luis Santiago Vasconcelos, reivindicando en la República Dominicana el derecho del pueblo mexicano a “imponer por medio del terror la violencia como una forma determinada de gobierno”; facultad popular ésta que, “aunque no se ejerza”, “los terroristas no tienen derecho a usurparla”. La PGR debería hacer una publicación especial de esas palabras para difundirla con ahínco de ahora al 2010… El rector de la Pontificia Universidad de Guadalajara, Carlos Briseño, ha beatificado académicamente a Emilio González Márquez al declarar que “ha visto en él (en Emilio) una capacidad de visión propia de un estadista, para privilegiar los intereses de la población” (La Jornada Jalisco, nota de Jorge Covarrubias). No es gratuita la conversión del rector Vienteño (no son brisas, sino vientos los que mueven la veleta política del rector formal de la U de G) a las filas del panista que organiza lecturas de la Biblia en la casa oficial de gobierno y que se niega a repartir condones porque cree que luego tendrá que distribuir paquetes de cerveza y pases para moteles. Carlos Vienteño se ha aliado con González Márquez para que la Auditoría Superior del Estado de Jalisco no revise a fondo las cuentas de una casa de estudios que maneja dinero público conforme a intereses facciosos y “cuadra” los números a contentillo, con la anuencia de los presuntos contralores… Y, en tanto en México siguen los simulacros políticos y las evacuaciones ideológicas, en previsión de sismos sociales, ¡hasta mañana, mientras se toma en cuenta que la foxista propiedad campestre lucida en la revista Quién no es el llamado “rancho secreto”, La Estancia, de 300 hectáreas, más lujoso y más probatorio de corrupción, del que entre censura y desdenes informaron con todo detalle las periodistas Arelí Quintero y Anabel Hernández en un libro publicado en agosto de 2005!

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