Antonio Gershenson
Hace dos domingos, en este espacio, hablábamos de estudios internacionales que ponían a México como el siguiente en la lista de países petroleros que pasan de exportadores netos a importadores. Ahora nos referimos a datos publicados en México que apuntan en la misma dirección y no sólo eso.
El jueves pasado, en estas páginas, se decía que las compras al exterior de productos derivados del petróleo crecían mucho más rápido que las exportaciones de petróleo crudo. Veamos algunos datos, basados en cifras publicadas por Petróleos Mexicanos (Pemex).
En noviembre pasado, en comparación con el mismo mes de 2006, el ingreso por ventas de petróleo subió 76 por ciento, pero en el mismo lapso las importaciones de derivados del mismo crecieron 184 por ciento.
Si extrapolamos los datos de diciembre para completar 2007, suponiendo que se repitan los de noviembre, el valor de las exportaciones en este año frente a los de 2005 se incrementó 35 por ciento, pero el costo de las importaciones de petrolíferos en el mismo periodo se elevó más del doble.
Si con criterios similares comparamos los valores de 2007 con los de 2002, el de las exportaciones de crudo subió poco más del doble, pero el de las importaciones de refinados aumentó más de seis veces.
Es sabido, y fue mencionado también en el artículo anterior, que la producción de petróleo crudo mexicano está declinando. Sin embargo, hay periodos en los que el volumen de las exportaciones se incrementa. De enero a noviembre del año en curso la producción bajó 8 por ciento, mientras las exportaciones crecieron 18 por ciento. Las ventas al exterior, que en enero significaron 55 por ciento de la producción total de crudo, en noviembre fueron de 64 por ciento.
¿Quién gana con estos absurdos comprando gasolina, que es más cara que el petróleo, para vender más petróleo crudo? Sólo la Secretaría de Hacienda, que cobra por ventas, importaciones, derechos y otros gravámenes fiscales. Y ese dinero se derrocha. Se “perdonan” impuestos a empresas privilegiadas, se pagan sueldos enormes a decenas de miles de funcionarios, se tiene un sistema fiscal de lo más ineficiente y se carga la mano a los que menos tienen con medidas que causan aumentos de precios que estamos empezando a vivir.
Este derroche y esta creciente miseria se podrían haber evitado. Vamos a suponer que se hubieran construido refinerías con crédito, con dinero prestado. Ni siquiera a largo plazo, sino que se habrían pagado con parte de lo ahorrado, con lo que se dejó de importar gasolina y otros refinados en sólo tres años: 2005 a 2007, inclusive. El excedente de 2005 frente a lo importado en 2002 fue de poco más de 5 mil millones de dólares. Supongamos que usáramos sólo 3 mil 500 millones para pagar la deuda.
El excedente análogo de 2006 fue de 7 mil 500 millones de dólares. Supongamos que utilizáramos una parte menor, otros 3 mil 500 millones, para la deuda. Y para 2007, el excedente frente a 2002 fue de alrededor de 13 mil millones de dólares. Supongamos que también usáramos 3 mil 500 millones de dólares para la deuda.
Se estima en 3 mil millones de dólares el costo promedio de una refinería. Con los 3 mil 500 alcanzaría también para pagar los intereses del crédito y, tal vez, un poco más. Tendríamos para tres nuevas refinerías, pagadas con menos de los que nos ahorramos en tres años, si no hubieran subido así las importaciones de gasolinas y otros refinados, que también saldrían de las nuevas refinerías. Ése es un camino para evitar que nos volvamos, en unos años, importadores netos de petróleo y sus derivados.
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