martes, mayo 13, 2008

Morir de miedo

Por Juan R. Menéndez Rodríguez

Hay gente que empieza a morir de miedo.- Norbert Lechner

El tema de los indocumentados mexicanos se ha convertido en un problema tanto para México como para los Estados Unidos, no sólo en cuanto a la residencia, el permiso de trabajo o la tarjeta de identidad, sino por las prácticas inmorales que se utilizan contra ellos, propias de la xenofobia, el racismo y la falta de respeto a los derechos humanos elementales que toda sociedad debe brindar.
En un país que se jacta de ser demócrata, cuyo emblema ha sido la Estatua de la Libertad y el respeto a la pluralidad, hoy están en entredicho estos valores al vivir en una contradicción permanente y aceptar campañas de los grupos anti-inmigrantes con los mensajes de odio racial, lo cual ha motivado acciones de violencia contra los hispanos.
De nuevo parece repetirse la historia de la Conquista de México cuando los españoles llegaron a cuestionar si los indígenas eran seres racionales dotados de inteligencia, cuando se trataba de personas con una cultura muy refinada, con grandes conocimientos matemáticos y astronómicos, alfareros y artistas, poetas, tejedores, conocedores de sus saberes y rituales a quienes se les destruyó su lengua y su legado.
El caso de los indocumentados mexicanos en Estados Unidos tiene otras connotaciones; sin embargo, volvemos a enfrentarnos a grupos que los comparan con animales, además de considerarlos sujetos del crimen y de las enfermedades como la lepra y la tuberculosis, y asociarlos a las guerras entre pandillas.
Lo que se debe saber es que la lepra, la tuberculosis y el VIH-Sida se les han contagiado a nuestros connacionales en tierra norteamericana, por las precarias condiciones de alimentación, vivienda y servicios médicos marginales que les proveen sus empleadores, sobre todo a los trabajadores del campo.
Es verdaderamente alarmante saber que del otro lado de la frontera se identifican más de 800 agrupaciones que destacan por su odio racial, con un crecimiento de un 48 por ciento a partir del 2000, en las cuales participan jóvenes desde 25 años hasta adultos mayores de 81.
Entre sus objetivos se cuentan blindar la frontera con México, colocar equipos de francotiradores del Gobierno en el desierto, y lograr la deportación de todos los inmigrantes musulmanes y latinos sin importar si son o no indocumentados.
Donald E. Pauly, un influyente radical, propone la política de “matar a la vista” contra quienes crucen ilegalmente, esto sin importar raza, género, edad o nacionalidad. También sostiene la necesidad de esterilizar a todas las mujeres mexicanas que viven en Estados Unidos después del nacimiento de su primer hijo.
Se trata de los discursos propios de un mundo enloquecido que lastima a los pueblos y estimula una cultura de odio sin límites.
Es muy doloroso, amable y estimado lector, ver a mexicanos en Estados Unidos realizando trabajos de excelencia en la construcción, en la industria de alimentos, brindando servicios en hoteles y restaurantes, al mismo tiempo que son despreciados y excluidos.
Preocupa que los candidatos John McCain, Hillary Clinton y Barack Obama no incluyan —ni ayer ni hoy— el tema de los derechos humanos de los inmigrantes en sus planes de trabajo y sus campañas, un problema que necesita ser debatido.
Además, el Congreso norteamericano debería estar atento al surgimiento de las agrupaciones anti-inmigrantes y a sus mensajes mediáticos antes de que sea demasiado tarde. Por supuesto no pierden de vista los votos hispanos.
Nos hemos convertido en una especie generadora de terror y no sólo durante los episodios de guerras que presenciamos, sino al interior de los países, de las ciudades, de los centros educativos, cualquier lugar está expuesto al peligro, no importa si lo habitamos o estamos de visita, un intento suicida amenaza la vida de todos en cualquier lugar porque ella ha perdido valor y la muerte nos asecha.
Las luchas étnicas se reanudan y surgen nuevos enemigos: “matemos a la vista”. El miedo al otro cobra vigor, al diferente, es al otro a quien se culpa de los males.
De pronto los inmigrantes descubren que llegan a ser víctimas potenciales, que su existencia está restringida por transgredir las fronteras geográficas entre países e introducirse a otras culturas, tras renunciar a los entornos familiares para mejorar sus condiciones de vida.
Entonces se cumple la sentencia del destacado profesor e investigador Norbert Lechner, la cual, a modo de epígrafe, reproducimos al inicio de la presente entrega: “Hay gente que empieza a morir de miedo”.

Addenda

Vayan estas líneas, escritas al margen de la colaboración, para expresar y acentuar nuestro profundo sentimiento de solidaridad con el dolor que hoy embarga a la familia Ceballos Manzanero, y muy especialmente a nuestros amigos José, Víctor, Manuel y Margarita, por la pérdida irreparable de su señor padre, Don Víctor Ceballos Jiménez, singular ser humano siempre apreciado. Descanse en paz.
jrmenrod@hotmail.com

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