miércoles, diciembre 31, 2008

Las dos frases-flechas al corazón del sistema de seguridad

Alvaro Cepeda Neri
Conjeturas

Se calcula que suman más de 17 mil homicidios en este año, a consecuencia del enfrentamiento –para combatir a la inseguridad– de soldados y policías contra los matones de la delincuencia organizada, que se enseñorea de todo el territorio, pues no hay espacio sin ese pavoroso mal donde se regodean toda clase de criminales, secuestradores, violadores sexuales, pederastas, narcomenudistas, etc.
No hay ni un minuto de cada día, sobre todo desde hace un año, que es el segundo del sexenio calderonista y quien en gran medida heredó del foxismo el pavoroso baño de sangre, que no sepamos de asesinados por docena, de ajustes de cuentas con cuerpos cercenados de sus cabezas, de secuestros a los que, con todo y rescate pagado, los matan y, en fin, estamos inmersos en la peor crisis de inseguridad.
Recién encontraron los restos de la adolescente Silvia Vargas y que fue secuestrada y vilmente le arrancaron la vida. No hace mucho cobró relevancia saber que otro secuestrado, Fernando Martí lo habían matado. Son dos homicidios que los medios de comunicación pusieron en el primer plano; pero, con ellos, simbólicamente, están los cientos de miles de asesinados que han cubierto de cadáveres al país.
No hay entidad que no haya reportado un crimen de esa naturaleza. Hay pánico entre los mexicanos sobrevivientes, con todo y que la vida continúa. No se dan abasto los militares en cuando menos mantener a raya a los narcotraficantes con sus despiadados matones, y en cuyas refriegas a muerte han caído inocentes, mientras nos enteramos de que los altos mandos policiacos y hasta militares, están penetrados por esa delincuencia.
En ese contexto sangriento, aterrador y de tremendo miedo individual y colectivo, se dieron dos frases que permanecerán largo, muy largo tiempo, como dos flechas clavadas en el corazón del sistema de seguridad, rozando al complejo político-administrativo y legislativo-judicial.
La primera fue aquella, en una reunión para tomar medidas contra la envalentonada criminalidad, destinada a los funcionarios: “¡Si no pueden, renuncien!”. Y que se mantiene como Espada de Damocles sobre las cabezas de los servidores públicos de los tres poderes federales. Y la segunda, nacida de la impotencia y desesperación ante la incompetencia policiaca de: “¡Qué poca madre!”. Ésta, pues, porque las investigaciones de Silvia Vargas (y en su momento las de Martí), no prosperaban.
Ambas frases apuraron el desenlace de las averiguaciones, que de todas maneras no han llegado a sus últimas consecuencias penales. Las frases calaron hondo, pero falta que los funcionarios cumplan más con sus obligaciones y se apuren en sus fines de apuntalar, más que militar, policiacamente, las soluciones para pasar de sólo encontrar cadáveres, a empezar a prevenir delitos, como debe ser la función de protección a la vida de los mexicanos y que ahora están sumidos en el terrorismo de las delincuencias que han declarado, a sangre y fuego, el mayor reto a los poderes del Estado Federal y a la Federación.

cepedaneri@prodigy.net.mx

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