Bajo la Lupa
*México, ¿primer cobayo de la guerra irregular del Pentágono?
Alfredo Jalife-Rahme
*México, ¿primer cobayo de la guerra irregular del Pentágono?
Alfredo Jalife-Rahme
Vigilancia afuera del hotel Presidente Intercontinental, donde el mandatario estadunidense, Barack Obama, se hospedará durante su visita a México.
Antecedentes: frente al líder del Senado, Manlio Fabio Beltrones, el todavía secretario bushiano de Defensa, Bob Gates (quien repitió en su sensible puesto con Obama), durante una conferencia el año pasado en Washington prometió la incorporación de México al Comando de Defensa Aeroespacial de Norteamérica (NORAD, por sus siglas en inglés) siempre y cuando aprobase la Iniciativa Mérida. Deseamos que Calderón y Beltrones estén enterados que el NORAD fue durante la guerra fría el escudo defensivo nuclear de Estados Unidos y Canadá (dos miembros de la OTAN) frente a la entonces Unión Soviética.
Más allá del notorio entreguismo de los embajadores de “México” en Washington –Jesús Reyes Heroles Jr., con su “consejero político”, Luis Carlos Ugalde Ramírez (de macabro recuerdo por la devastación del Instituto Federal Electoral), y el castañedista Arturo Sarukhán Casamitjana–, ya no se diga las variaciones coreográficas entre los partidos Republicano y Demócrata, ¿por qué razón resucita el Pentágono en la post guerra fría el NORAD, esta vez con la extraña inclusión de México? ¿Sabrán tales “gobernantes” que la adopción que haga México de los teoremas militares del Pentágono –desde la guerra contra las drogas, pasando por la que va contra el terror islámico, hasta el NORAD–, lo obliga a compartir los enemigos globales que se ha ganado a pulso en Eurasia, África, Europa y Latinoamérica?
Hechos. “La ruta antigua de los hombres perversos” ya había sido trazada, como hubiese expresado el filósofo francés René Girard, a partir de la incrustación del “México salinista” al TLCAN de Daddy Bush (un fracaso rotundo, según los centros académicos de máxima jerarquía de Estados Unidos) que siguió con el ASPAN foxiano –Alianza para la Seguridad (¡súper sic!) y Prosperidad (¡súper sic!) de América del Norte que encubre la entrega de los hidrocarburos de México y que no aportó “seguridad” ni “prosperidad”, como es sencillo constatar en los alrededores– y luego se afianzó con el Plan México (clon del fallido Plan Colombia), rebautizado como Iniciativa Mérida.
Los tres trayectos –TLCAN, ASPAN e Iniciativa Mérida– forman parte de la agenda unilateral de Estados Unidos, impuesta a un emasculado México valetudinario que la dupla Joseph Marie Cordoba-Zedillo (en ese orden), con sus aliados Guillermo Ortiz Martínez, Ángel Gurría y los hermanos Werner Wainfeld –Alejandro, Mariano y Martín, hoy uno de los jerarcas de Banca Mifel (Voces del Periodista, No. 207, 1/4/09) y empleado de Goldman Sachs)–, se encargó exitosamente de desmantelar el sistema financiero mexicano, controlado obscenamente por el eje Wall Street-la City.
Aprobada la Iniciativa Mérida por el Congreso calderonista-beltronista, Bob Gates cumple su promesa bushiana y ha iniciado los preparativos, en la fase de Obama, para incrustar al “México neoliberal” al NORAD, como se desprende del análisis De Defensa, centro de pensamiento militar europeo (9/4/09).
A su juicio, el Pentágono “integra a México y a la frontera sur de Estados Unidos en su feliz (sic) planificación de su guerra contra las drogas”, como expuso el general James E. Hoss Carwright durante la conferencia de prensa del 6 de abril en la que Bob Gates, secretario de Defensa, planteó sus propuestas de recorte presupuestal del año entrante.
El general Cartwright, estratega de la globalización militar, pertenece a los marines y es adjunto del almirante Michael Mullen, presidente del Comando Conjunto del ejército. A una pregunta de un periodista sobre la “participación de México por primera vez en su historia en ejercicios militares conjuntos en Florida” bajo la égida del Comando Sur, el envalentonado general Cartwright respondió afirmativamente que la “cooperación” (¡súper sic!) se realizará “tanto a nivel de los servicios, para entrenamiento, como a nivel operativo, con el Comando Norte, para el apoyo en el combate a las drogas en curso, pero también con el apoyo general en su capacidad para defender su territorio (¡extra sic!)”.
Además de las hollywoodenses amenazas de Al-Qaeda a Pemex, ¿qué país o coalición de cárteles trasnacionales cuenta invadir a México cuando Calderón y Carstens aseguran que todo va viento en popa con los “mejores financieros del mundo”? El doble “apoyo”, develado por el general Cartwright, redentor inesperado de México y sus hidrocarburos, a Dios gracias, “será mas robusto (sic) en cantidades significativas (sic) que en el pasado”. Vierte una grave acusación: “el Pentágono tomó la iniciativa de las decisiones de cooperación operativa y ha hecho presión (¡súper sic!) para que los militares mexicanos acepten”. Entonces, ¿no es iniciativa de Calderón, Beltrones y Sarukhán para que los comandos del Norte y del Sur defiendan la integridad territorial de México con sus hidrocarburos?
El nuevo Pentágono con su presupuesto restringido, debido a la doble grave crisis financiera y económica de Estados Unidos, ya se instaló en la escenografía de la guerra irregular (ver Bajo la Lupa, 7/12/08), donde México sirve, para no variar, como su primer cobayo experimental a escala global.
El bienaventurado general Cartwright no oculta la “transición” del nuevo Pentágono a la “guerra irregular”, de la que forma parte la guerra calderonista contra las drogas (y su agenda de entrega oculta de los hidrocarburos y la seguridad nacional por la vía militar), que requiere de específicos entrenamiento y equipamiento dotados, a Dios gracias, por la vecina superpotencia redentora.
De Defensa se asombra de la “remarcable densidad” de la respuesta del general Cartwright y aporta un mordaz comentario: “el Ejército Mexicano implicado en un ejercicio con el ejército de Estados Unidos”. Adiós a la discreción y al disimulo, y bienvenida a la operación conjunta bajo el doble mando en pinzas del Comando Norte (para el combate a las drogas en la transfrontera con todo y su muro de la ignominia) y del Comando Sur (para la defensa del territorio mexicano).
¿No será, más bien, que Estados Unidos teme, en su fase de decadencia, que algunos de sus pletóricos enemigos globales se infiltre por su frontera sur y/o el Caribe, sus dos puntos mas vulnerables? ¿Adelanta el Pentágono sus filas defensivas hasta el Canal de Panamá, que conectan, además, el Plan México al Plan Colombia, lo que de paso devora a México y a los pequeños países del Caribe y Centroamérica?
Afirma que “el Ejército Mexicano deberá seguir sin discutir (sic) las nuevas doctrinas que Estados Unidos desarrollará” y plantea que la guerra en la transfrontera sirve de “conducto para la anexión (¡súper sic!) del Pentágono”, que representa, al mismo tiempo, “un ensayo de la grandiosa nueva doctrina” donde la implicación militar estadunidense será “estructuralmente masiva”. No es para menos: atrapa a México entre los dos comandos operativos de Estados Unidos para todo el hemisferio americano. ¿Constituye México la nueva placa tectónica de la geopolítica entre el decadente norte y el ascendente sur del hemisferio fracturado?
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