28 julio 2009
“Se están creando grandes contingentes con hambre que son presas rápidas de la delincuencia”.
Nohemí Quirasco, Presidenta de la Comisión de Derechos Humanos de Veracruz.
I
El epígrafe de la entrega de hoy es autoría de una funcionaria del gobierno del Estado de Veracruz que no se caracteriza precisamente ni mucho menos distingue por su cosmovisión progresista ni por su nervio social. Lo opuesto.
Doña Nohemí ha destacado por su adhesión a la cultura del chambismo sexenal que definen al priísmo y también al panismo y, no se diga, al perredismo (sea éste chuchista o no) y de los partiditos-negocio que nos plagan. abundan.
Por supuesto, tómase nota aquí de la respetabilidad de la propia señora Quirasco y sus opiniones, independientemente de sus motivaciones ideológicas y políticas coyunturales y su enteco léxico, pues le dá martillazo certero al proverbial clavo. Tiene razón.
Véase, si no, lo que sigue:
1) Las organizaciones dedicadas al tráfico ilícito de psicotrópicos y estupefacientes –coloquialmente englobadas en el vocablo “narcotráfico” o el apócope “narco”— es el principal empleador de mano de obra del país.
2) Y a más de crear empleos existentes al margen de la ley, también satisface ciertas exigencias y expectativas sociales: ser “narco” tiene, en determinados estratos societales, un aura de aventura, heroísmo, desafío, valentía.
3) Ello explicaría el insoslayable verismo de que los cárteles del “narcotráfico” y el oficio concomitante (el de “narco”) se han situado con aura y “glamour” incluso épicos, pese a su execrabilidad antisocial, en el imaginario popular.
II
También explicaría, a la luz de la sociología y la psicología social e incluso la economía política y hasta la filosofía --disciplinas científicas muy acreditadas-- un hecho objetivamente discernido: el apoyo popular al “narco”.
Véase mas:
4) Ese apoyo popular tiene raigambre genealógica que indagaciones más profundas e interdisciplinarias podrían decodificar. El corrido –género musical progenie del juglarismo cual historia oral-- describen personajes y sucediditos.
5) Admítase que en la lírica del corrido se entreveran narraciones con juicios de valor, en la exaltación no siempre hiperbólica de individuos y sus avatares. El folclore es cultura si a ésta se le tiene por acervo colectivo.
6) Y el corrido, aunque prohibida su difusión radiada o televisada en su vertiente temática del “narco”, continúa siendo expresión genuina del sentir y el parecer populares. Desde ese prisma se le vería cual registro histórico fiel.
7) Más volvamos a la miga de la entrega de hoy: explorar la psique colectiva del mexicano para discernir el por qué de sus conductas. La admiración, simpatía e incluso apoyo social al “narco” no es fortuita. Tampoco gratuita.
8) Podría ser identidad: el mero Presidente de Facto, Felipe Calderón (espurio para millones de mexicanos, investido amén de madrugada en Los Pinos y entrado por atrás al Congreso de la Unión) habló de la base social del “narco”.
9) El reconocimiento de don Felipe, si bien pudo tener por móvil la frustración (y un subconsciente delator por añadidura, que denotaría desprecio por el pueblo), aclararía el fenómeno de esa simpatía popular por el “narco”.
10) Más la clave mayor, pensaríase, bien pudiere ser una ocurrencia vera y muy documentada y verificada que la “ombudsman” veracruzana –doña Nohemí— desglosó: el “narco” hace obra pública.
III
Cierto, el señor Calderón, al hablar públicamente acerca de la base social del “narco”, estaría informado por Ejército o el aparato de espionaje civil que el “narco” hace caminos y escuelas --obra pública en general— y asistencia solidaria.
Don Felipe seguramente sabría que a consecuencia de ello, la voluntad política de muchas autoridades constituidas, desde gobernadores hasta alcaldes y agentes municipales (y jefes de manzana) está adherida al “narco” por ese mucílago.
Aquí adviértese que el mucílago no es sólo el que representa la simpatía. No. Identifícase también una empatía; a ésta podríasele definir como idenitifcación mental y afectiva, colectivamente. El pueblo no ve al “narco” como enemigo.
Ello se vió en Michoacán en las últimas semanas. Pero se ha visto también en muchos más de los 31 Estados Unidos Mexicanos --Veracruz incluido, según la señora Quirasco— y se ve y seguiremos viendo cómo se extiende el fenómeno.
Ello indicaría conclusivamente que el “narco” –cárteles y sus operadores—gobierna en absoluto en vastas regiones del país y, por ello, cogobierna con el poder político panista, priísta y perredista del Estado mexicano.
Hay, pues, un cogobierno en México, con todas sus implicaciones y secuelas sintomáticas, que coincide no en lo moral ni operativo con el movimiento de resistencia civil, el del “Gobierno Legítimo” de Andrés Manuel López Obrador.
Cogobierno de facto, como el del señor Calderón, pero que a diferencia de éste el del “narco” sí realiza obra pública, crea empleos –tan sólo el tráfico ocupa, sábese, a medio millón— adicionales en más de la mitad del territorio nacional.
El “narco” hasta tiene policías; opera, además, los servicios públicos. Pero su estilo es el de la subrogación. No despachan los “narcos” –capos y sus operadores— en oficinas de gobierno. No. Subrogan esa tarea mediante un poder coactivo indiscutible.
He allí el origen de la simpatía popular –la base social aludida por don Felipe—del “narco”. Más a ese origen concurre otro vector de inequívoco efecto: el promedio de edad de los sicarios de los cárteles es de 27 años, la media nacional.
Eso nos dice algo. Nos dice, v. gr., que el poder político panista, priísta, perredista “et al” del Estado mexicano no ha sabido ni podido (ni querido) servirle a su mandante, el pueblo. Visto así, el “narco” es el menor de los peligros.
ffponte@gmail.com
www.faustofernandezponte.com
Glosario:
Et al: latín, por “y todos los demás” o “y el resto”.
Poder político del Estado: uno de los elementos constitutivos de éste, representado en el caso mexicano por los Poderes de la Unión en todos sus niveles e instancias. Los otros elementos constitutivos del Estado son el pueblo, que es el principal y más importante; el territorio, la soberanía, etcétera. Otra teoría del Estado muy extendida identifica al poder político como representante de una clase o estratos sociales dominantes o incluso una mafia, al servicio de intereses propios o de una oligarquía. Para algunos politólogos eminentes y políticos de nota tal es el caso en México.
V. gr.: latín, en lugar de “por ejemplo”.
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