Por Flor Berenguer
La historia, personal, familiar, colectiva, nacional, ayuda al ser humano a encontrar su sitio, su sentido de identidad y pertenencia, le indica el punto de partida, los aciertos y errores de quienes transitaron antes que él y recoge la memoria de lo que se ha sido y potencia lo que se puede ser.
La UNESCO, este organismo dependiente de la ONU para la educación, la ciencia y la cultura indica que el conocimiento de la historia es uno de los siete saberes indispensables para la formación de un individuo completo, por lo que en la curricula escolar recom iendan tenga un peso específico importante y no se le considere una materia de relleno.
Mientras ésa es la tendencia pedagógica internacional, México escoge ir a contrapelo y estratégicamente rasura de golpe y porrazo los libros de texto gratuito editados por la Secretaría de Educación Pública SEP para que , incomprensiblemente, los chicos de sexto año de primaria encuentren un salto cuántico en sus libros que ahora carecen de dos de los episodios más importantes de la vida nacional: La conquista de mesoamérica por los españoles y los tres siglos de dominio español sobre México que daría pie en 1810 a la Guerra de Independencia, cuyo segundo centenario vamos a celebrar con bombo y platillo el año entrante, en coincidencia con el primer siglo del inicio de la Revolucion.
De pronto, en alguna manera que escapa a la imaginación más vívida, estos niños pasarán de un Mexico-Tenochtitlan dominado por las siete tribus nahuatlacas venidas de Aztlan con la hegemonía indiscutible de los Mexica, mal llamados aztecas, para encontrarse en una guerra por la independencia criolla sin saber como ni porque, ya que los capítulos intermedios - conquista y colonia- fueron expurgados.
Me pregunto cómo podrá un niño de primaria comprender la gesta de Hidalgo, Aldama, Abasolo, Allende, la Corregidora, el Pipila o Morelos sin saber porque peleaban, porque una situación sociopolitica y económica reventó agotada en sí misma cuando no se le hablará de quienes a sangre y fuego, con la espada en una mano y la cruz en otra, realizaron el peor genocidio de que da cuenta la historia a lo largo de tres siglos de humillación, esclavitud, vejaciones y todo tipo de violaciones recurrentes y sistemáticas a los derechos y la dignidad humana.
No es la primera vez que de pronto estas cosas pasan en México. En el sexenio de Ernesto Zedillo, se le dió el jugosísimo negocio de editar los nuevos libros de texto gratuito a la empresa Nexos de Héctor Aguilar Camín, quien convocó a un grupo de expertos que quisieron ser mas papistas que el Papa y de un plumazo borraró del mapa a los Niños Héroes de Chapultepec por no encontrar suficientes bases para sustentar algo que dicen es mera leyenda popular. Esto unido al uso de caricaturas feas e irrespeutuosas que utilizaron para ilustrar las imágenes del Cura Hidalgo y los otros Insurgentes.
Así las cosas, la indignación popular echó por tierra el proyecto, Nexos y Aguilar Camin cobraron y el feo libro se embodegó.
Sin embargo, estos intentos de reescribir la historia como moderno Herodoto han contagiado a la SEP quien avaló esa sinrazón que comentamos y cuya culpa seguro se repartirán a partes iguales Josefina Vázquez Mota y Alfonso Lujambio,los titulares del área que en esta administración no sólo han encabezado la SEP sino han utilizado al mismo equipo que la hoy lideresa de la Cámara de Diputados de la fracción blanquiazul cobija desde sus tiempos de Secretaria de Sedesol con Vicente Fox, así que ni modo que ahora se hagan los locos.
Lujambio, contagiado de la costumbre panista de no dar explicaciones claras, dijo que no hay textos escritos con sangre ni por Dios y que a los libros efectivamente les faltaban capítulos pero se verían aparte.
No se usted , pero a mí la explicación me inquieta más que el problema en sí, mismo que no viene solo si toma en cuanta que el libro de matemáticas de primero de primaria tampoco está listo, éste sí, ni completo ni recortado, lo cual obligará a los ya super gastados padres de familia a adquirir alguno de editorial privada, como si estuviese en eso de gastar de mas, el horno para bollos.
Pero la duda filosófica que nos venimos planteando tras conocerse este disparate de la alta burocracia es ¿porqué? ¿cuál es la ganancia si la hay de esta decisión incomprensible? o quizá nos enfrentamos a un caso puro y duro de negligencia, de ignorancia o indiferencia.
Estas actitudes lo único que fomentan es abrir más la brecha entre las escuelas oficiales y las particulares. Ya no sólo serán los niños más pobres y desprotegidos del páis víctimas de maestros peleoneros que emplean buena parte del tiempo en ir a manifestaciones y tratar asuntos sindicales, mal preparados e indolentes, o soportarán tomar clases abajo d árboles, en camiones reconvertidos, en aulas ruinosas en que una de cada tres escuelas carece de baño para que nos chicos puedan estar en clase cómodos sin tener que hacer pipi y popo tras bardas, botes o en descampados, sino que añadiendole leña al fuego ahora tendrán libros mutilados y deficientes.
Para variar en este país, al perro más flaco le caen todas las pulgas desde que es cachorro. Claramente se abre más la franja de oportunidades y aumenta en resentimiento contra los pirrurris, esos hijos de papi que encontrarán desde el nacimiento la mesa puesta y que todas las puertas se les abrirán por cortesía de un apellido en contra posición de los que pelearán con uñas y dientes las migajas que recibirán toda su vida, incluso si logran llegar a una carrera universitaria en una institución pública como la UNAM a la que hoy el titular de la SEP les regatea el presupuesto que dispendian en mamarrrachadas como estos libros mal parchados.
Hoy podríamos retomar la vieja frase de Porfirio Díaz y darle una actualizada:
"Pobre México, tan lejos de Dios y tan cerca del PAN"
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