Por Flor Berenguer
Como si al país no le bastaran suficientes problemas: desempleo galopante, aumento de impuestos, extinción forzada de la Compañía de Luz, bajón en el número de turistas dispuestos a visitar México, estados como Hidalgo colapsados económicamente tras el numerito de la influenza, Felipe Calderón
hace un viaje relámpago a Miami a recibir un premio patito otorgado por la revistilla Latin Trade que lo nombró "Líder del Año", demostrando que lo similar atrae lo similar: premio chafo a mandatario chafo.
Orgulloso en su discurso de aceptación que a nivel de evento pasó desapercibido por toda la prensa excepto la que centavea Presidencia, Caldeón dijó que el momento más feliz de su vida fue cuando ganó por menos de un cuarto de punto porcentual la presidencia de México.
Su dicho se unió a otras tantas frases memorables del panismo que nos perfilan una vez más que los blanquiazules son lo que son y que como los peces, por la boca mueren.
Tomemos nada más de ejemplo a Jeffrey Jones, mormón chihuahuense educado en Utah donde estudió relaciones internacionales y que por obra y gracias del dedazo fue impuesto como "secretario de agronegocios", oficina tipo Frankestein cocinada por los panistas para justificar entregar a la IP de pedacitos del país sin que nadie les ponga freno que vino a sustituir lo que tal vez conocimos alguna vez como Ganadería, y quien se lanzó a elogiar la tarea de los narcotraficantes quienes, según su docta idea, no sólo utilizan la tecnología de punta más avanzada para producir marihuana y amapola sino que están conscientes de las demandas de mercado a fin de satisfacer a sus clientes con droga de la mejor clase.
Con menos tino que pelo, este gerente de la burocracia, hizo una apología al talento empresarial de los barones de la droga que le valió que su sui generis
jefe de gira por Jamaica ( a que, no se), lo cesara por medio de un boletín de prensa, estilo que también en mucho refleja el sentimiento de que para esta administración en el fondo, todos son como las rasuradoras de plástico: totalmente desechables.
Así las cosas, en San Pedro, municipio suburbano de Monterrey y donde se concentra la mayor cantidad de millonarios del país, su flamante alcalde, el también panista Mauricio Fernández, inició un nuevo escándalo político al declarar que lo había amenazado de muerte un narcotraficante identificado como el Negro Saldaña tras su toma de protesta, y que dado que las leyes se convertían en un impedimento para deshacerse de los secuestradores y capos de la droga, la gente debería considerar la opción sudamericana de contratar mercenarios, soldados de la fortuna, personas que con entrenamiento militar ahora se venden al mejor postor para lo mismo organizar golpes de estado que eliminar enemigos eficazmente por vía de la ejecucion.
No bien este presidente municipal millonario y Totalmente Palacio había abierto la boca, el tal Negro Saldaña y otros tres compinches aparecieron masacrados en el DF con un atento recado. Lo interesante es que ni siquiera las autoridades de la procuraduría capitalina habian identificado a los cadáveres cuando Mauricio Fernández, al más puro estilo de Harry El Sucio ya había dado pelos y señales de los muertitos y además añadió la histórica frase de
"No se hagan güeyes, siguiendo la ley no vamos a poder con el narco y los secuestradores".
Hasta aquí ya bastaba para jalarse los pelos pero entró en este debate alguien que desconoce el valor de quiedarse callado y que es nada más ni nada menos que Santiago Creel, quien por alguna razón que escapa a mi entendimiento aún cree que algún día será presidente de México.
Creel quiso componerle la papeleta a Fernández y añadió que era muy loable que quisiera acabar con la escoria que tiene muerta de miedo a la rica población de San Pedro, N.L.
Hago la acotación por que Creel, además de abogado es senador de la República que prometió cumplir la Constitución y las leyes que de ella emanan y hasta donde yo se en nuestra Carta Magna no se autoriza a hacer justicia por propia mano a nadie, por muy presidente municipal que seas, ni a organizar colectivamente escuadrones para liquidar delincuentes aunque sean requete perversos.
Y hablo de colectivamente porque desde hace tiempo tenemos información de que los empresarios bajacalifornianos, hartos de secuestros y robos, contrataron sicarios que son los que se han encargado de mandar atentos recados a los malosos, como por ejemplo, utilizando amplia creatividad para el envío de mensajes cifrados, han colgado a secuestradores y narcos de los puentes de Tijuana, mutilados y con los genitales en la boca, entre otras maneras de hacer llegar su recado al destinatario directo con lo que le dicen "Cuidadito, tú sigues".
Asi que la idea de pagar mercenarios para ejecutar a aquellos que la incapacidad o corrupción policiaca no ha podido detener es eminentemente panista y abre un frente de guerra que polariza a la población.
Por un lado algunos lo aplauden porque es verdad que hasta hoy nada ha dado resultado y el nuevo procurador resultó peor que el anterior y la ciudadanía no sólo no confía en la policía, ya sea local, estatal, judicial o como se la pongas , sino que contrario a lo que antes se percibía, ya no quiere al ejercito en las calles realizando tareas policiacas tampoco porque está saliendo más caro el caldo que las albóndigas y si no me cree, nada más revise la larga lista de violaciones a los derechos humanos por parte de la milicia que además salió tan o más transa que la policía a la que sustituyen, y por otro estamos como viviendo en Dodge City pero sin el Marshall Dillon, es la ley del revolver donde los buenos o jodidos no tenemos ninguna defensa y sólo los malos o ricos que pueden alquilar gatilleros para variar, están protegidos.
Ante esta situación tan molesta cada día me convenzo más de que México no tiene una salida optimista a corto plazo y que en pocas palabras al país ya se lo cargó pifas, que vamos de mal en peor, por muchos reyes y reinas que nos visiten o premios de otorguen a Calderón, o campañitas babosas de publicidad oficial paguen, no se puede tapar esta verdad con un dedo, por muy blanquiazul que sea.
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