viernes, enero 15, 2010

Vitra. La desgracia

Por Javier Solórzano






15 enero 2010

De la manera más trágica posible Haití apareció de nuevo ante los ojos del mundo. Las escenas son dantescas. Los haitianos no caminan por sus calles, más bien deambulan. Es inevitable preguntarse por qué las desgracias invariablemente les pegan a los que viven en la adversidad. El temblor del martes más que preverse, técnicamente sigue siendo un enigma hacerlo, pudo haber tenido otro tipo de consecuencias.

Haití lleva años tratando de organizarse pero nomás no ha podido construir un proyecto de nación. Desde el martes está en el centro de una catástrofe mayúscula. Si ya estaba en medio de una, la de la pobreza, la corrupción, la violencia y la descomposición social, hoy está frente a la destrucción de sus precarias viviendas, ante la muerte de al menos 100 mil haitianos junto con 3 millones de damnificados, y sobre todo ante un futuro sin futuro.

Hace algunos años un huracán destruyó todo lo que le pasó por enfrente al primer país independiente de América. Haití enfrentó la tragedia con fortaleza a lo que hay que sumar el hecho de que la ayuda llegó con rapidez. Hoy el escenario es por mucho más grave que el de aquellos años. Pareciera un destino manifiesto el hecho de que Haití viva entre la pobreza y la tragedia. Los haitianos viven con rencor porque la vida les ha sido adversa y porque además no saben a quién responsabilizar por ello. En las conversaciones que sostuvimos con muchos haitianos hace algunos años, en medio de su otra desgracia, si algo recordamos como constante era su desconfianza. Nadie quería hablar y cuando les acercábamos la cámara sus reacciones eran cuando no agresivas retadoras.

No vemos otra explicación de todo esto que no sea la manifestación de una inconformidad y molestia ante su forma de vida. No cabe generalizar como principio porque de seguro habrá quien no tenga de qué quejarse, pero ante las tragedias que ha vivido y vive Haití, junto con la pobreza y la descomposición social, es obvio que es difícil mantener cordura y menos aún serenidad.

La ayuda que le demos a Haití puede terminar siendo paradójicamente una ayuda para nosotros mismos. Mientras nuestro país no se transforme, las eventuales tragedias y el actual desequilibrio económico nos van a seguir atrapando en la división interna.

Hay cosas que no se piensan hasta que pasan. Los haitianos de seguro no tenían la más remota idea de lo que les podía pasar. Prepararse en el orden económico y social es el mejor paraguas que se puede tener ante las eventualidades y más si son como las del martes. A Haití de nuevo no le dieron tiempo de nada.

¡OOUUCHCH! * De que quieren Michoacán no hay duda. Primero fue el desdén, después de los granadazos en la noche del grito, luego llegó el michoacanazo, y ahora andan construyendo candidata con visitas domiciliarias del gabinete.

* Las vueltas de los tiempos. Cuando el tabasqueño proponía consultas era señalado, y resulta que hoy ya no saben qué hacer con tal de echar abajo la aprobación de los matrimonios gay a través de la otrora vituperada “consultitis”.

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