10 febrero 2010
"El caos que se vive en México ha provocado que muchos más ciudadanos de lo que suponemos seamos presos de una nostalgia autocrática”.
Francisco Rodríguez, En Índice Político.
I
La muy tardía disculpa pública ofrecida por el secretario del despacho de Gobernación del Poder Ejecutivo federal, Fernando Gómez Mont, describe por sí misma a los mexicanos una explícita manifestación muy preocupante, por peligrosa.
Señálese que dicha disculpa fue ofrecida en nombre del Presidente de Facto, Felipe Calderón, quien se había referido en más de una ocasión a la matanza de 16 niños y adolescentes en Ciudad Juárez hace un par de semanas.
El señor Calderón, de viaje entonces por Japón, se refirió a las víctimas como jóvenes “pandilleros y delincuentes”, calificativo que posteriormente repitió en público el mismo secretario Gómez Mont.
La disculpa pública ofrecida ayer nos exhibe, por principio, una gran impericia, si no es que franca ineptitud e insensibilidad, del jefe del secretario Gómez Mont, el señor Calderón, quien, como bien sabido es, millones de sus compatriotas consideran espurio.
Mas no sólo eso. Nos describe una enorme falla de inteligencia –información privilegiada-- acerca de los hechos y sucedidos ocurrentes en el contexto de debacle social, como el que prevalece ominosamente en ciudad Juárez.
II
Y como el propio funcionario citado reconoció no por honestidad intelectual –o por sinceridad--, sino por su propia insensibilidad política y distanciamiento de clase social, al informar que el temerario aserto de su jefe devino de una “falta de comunicación”.
Si en las tareas de Estado la incomunicación y la ignorancia respecto a información fresca pronta y expedita, objetiva y verificada son impensables y, si acaso, inaceptables, permitirlo y hasta fomentarlo es peligroso en extremo. Para todos.
Peligroso para la viabilidad operativa del poder político panista –el gobierno— del Estado y, por inferencia válida, para el Estado mismo, divorciado como está, documentadamente, del otro elemento constitutivo, el pueblo, que es el más importante.
Ello nos induce a concluir que los aparatos de registro y recolección y análisis de hechos coyunturales –sucedidos— del Estado son asaz deficientes, aunque no debe desestimarse la noción de que sólo existen para los fines facciosos de don Felipe.
El episodio del ofrecimiento público de disculpa a los familiares –deudos— de los 16 asesinados en esa degollina y, ergo, a la ciudadanía en general es un indicador terriblemente preocupante de que, por faccioso, el poder político es muy omiso.
III
Y omiso criminalmente. Las afirmaciones ofensivas del señor Calderón tipifican la comisión aviesa –es decir, culposa-- de un delito previsto en la normatividad jurídica, con agravantes por ostentarse su perpetrador como jefe de gobierno y de Estado. Abuso.
El episodio devela otra perturbadora probabilidad: el uso ideológico y, por ende, faccioso, grotesco, del aparato de inteligencia del poder político del Estado, cual se observa con nitidez en la persecución de los “enemigos” de la filosofía conservadora.
Por extrapolación, la lógica del conservadurismo calderonista –atentatorio incluso de los principios de la laicidad del poder político y sus orígenes históricos— esos “enemigos” son, pues, enemigos del Estado. Delirium tremens.
Casos en puntuales son la penalización severa del aborto, la recursividad obcecada para echar abajo la legislación de las llamadas “bodas” entre personas del mismo sexo, etc. Ese savonarolismo enloquecido se extiende al espionaje a otros panistas.
Empero, el culmen –el colmo-- tiene su apogeo en la represión de sospechosos de disidencia, oposición y discrepancias organizadas, usando información de inteligencia insuficiente e incluso inventada y mal analizada por civiles y militares. Paranoia exaltada.
ffponte@gmail.com
No hay comentarios.:
Publicar un comentario