16 febrero 2010
A mí no me extrañaría que en una encuesta saliera como el precandidato más fuerte del Partido Acción Nacional para la Presidencia de la República.
Desde luego que muchos asegurarán que eso es absolutamente imposible. Primero porque el propio Gómez Mont se descartó desde hace mucho y segundo porque acaba de renunciar a su partido. A ellos habría que decirles que el descarte ocurrió muy poco después de su regreso a la vida pública y por tanto con mínimas posibilidades en ese momento. Respecto a la renuncia, habría que hacer también algunas precisiones. Gómez Mont ha renunciado a este panismo pragmático y descarado que pese a dos presidencias consecutivas ahora está dispuesto a compartir las migajas con sus enemigos históricos de la izquierda. Todo menos nada. En cambio el panismo histórico y doctrinario, ahora mas que nunca, lo apoya abierta o soterradamente.
Nadie podría negar que, el todavía segundo en el mando, está mucho mas fuerte no sólo que hace un año sino que la semana pasada. Lo que evidencia los vaivenes tan característicos de la política a la mexicana. Quién iba a decirlo luego de los episodios tan desafortunados sobre sus irresponsables calificativos de delincuentes a los jóvenes masacrados y luego sus disculpas involuntarias y sus arrogantes aclaraciones.
Lo que ocurre es que la renuncia a su partido Acción Nacional potenció vivamente la imagen de Fernando Gómez Mont. Y son varias las razones: de un gabinete tan anodino, gris, tierra de ciegos, resalta por supuesto la figura de un duro, inconforme, quien dice “yo no soy cobarde” y que de un instante a otro se convierte en rey; y aunque el no quisiera admitirlo Gómez Mont concita por lo menos una parte de la inconformidad contra el calderonismo y su círculo interno tanto dentro como fuera del PAN. El solo hecho de haberse atrevido a renunciarle al presidente —aunque la carta fuera dirigida a Don César— le da un tinte de heroicidad amigdalítica —Hugo dixit— que suele ser muy apreciada en este país.
Así que, lo que para muchos ha sido un gesto imprudente y atrabilario podría ser la plataforma de lanzamiento de alguien que no quería pero que a lo mejor si quiere. Suerte le ha dado Dios a este político que dejó la política para ganar mucho dinero en su dieguista despacho de abogado. Y que al regresar, obligado por la tragedia, tal vez nunca imaginó el momento actual.
Por lo pronto, Felipe Calderón estará pensando seriamente si le pide o no su renuncia como Secretario de Gobernación. Sería lo único que faltase para hacerlo candidato desde ahora.
Desde luego que muchos asegurarán que eso es absolutamente imposible. Primero porque el propio Gómez Mont se descartó desde hace mucho y segundo porque acaba de renunciar a su partido. A ellos habría que decirles que el descarte ocurrió muy poco después de su regreso a la vida pública y por tanto con mínimas posibilidades en ese momento. Respecto a la renuncia, habría que hacer también algunas precisiones. Gómez Mont ha renunciado a este panismo pragmático y descarado que pese a dos presidencias consecutivas ahora está dispuesto a compartir las migajas con sus enemigos históricos de la izquierda. Todo menos nada. En cambio el panismo histórico y doctrinario, ahora mas que nunca, lo apoya abierta o soterradamente.
Nadie podría negar que, el todavía segundo en el mando, está mucho mas fuerte no sólo que hace un año sino que la semana pasada. Lo que evidencia los vaivenes tan característicos de la política a la mexicana. Quién iba a decirlo luego de los episodios tan desafortunados sobre sus irresponsables calificativos de delincuentes a los jóvenes masacrados y luego sus disculpas involuntarias y sus arrogantes aclaraciones.
Lo que ocurre es que la renuncia a su partido Acción Nacional potenció vivamente la imagen de Fernando Gómez Mont. Y son varias las razones: de un gabinete tan anodino, gris, tierra de ciegos, resalta por supuesto la figura de un duro, inconforme, quien dice “yo no soy cobarde” y que de un instante a otro se convierte en rey; y aunque el no quisiera admitirlo Gómez Mont concita por lo menos una parte de la inconformidad contra el calderonismo y su círculo interno tanto dentro como fuera del PAN. El solo hecho de haberse atrevido a renunciarle al presidente —aunque la carta fuera dirigida a Don César— le da un tinte de heroicidad amigdalítica —Hugo dixit— que suele ser muy apreciada en este país.
Así que, lo que para muchos ha sido un gesto imprudente y atrabilario podría ser la plataforma de lanzamiento de alguien que no quería pero que a lo mejor si quiere. Suerte le ha dado Dios a este político que dejó la política para ganar mucho dinero en su dieguista despacho de abogado. Y que al regresar, obligado por la tragedia, tal vez nunca imaginó el momento actual.
Por lo pronto, Felipe Calderón estará pensando seriamente si le pide o no su renuncia como Secretario de Gobernación. Sería lo único que faltase para hacerlo candidato desde ahora.
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