08 marzo 2010
“Un humano tiene derechos personales: la Humanidad, aun más”.
Ciro El Grande, rey de Persia, 24 siglos antes de Cristo.
I
Uno de los documentos más antiguos que han sido vinculados en la modernidad con los derechos humanos es el llamado cilindro de Ciro, documento cilíndroide en arcilla que contiene una declaración acerca de los derechos humanos, su vigencia y su defensa.
El documento fue descubierto en 1879 y traducido por la Organización de las Naciones Unidas casi un siglo después, en 1971. El documento fue traducido a las lenguas oficiales de la ONU, pero su difusión ha sido, predeciblemente, muy limitada.
Esa limitación difusora y divulgadora del cilindro ha tenido, tiene una explicación que antójase muy grave: los Estados miembros de la ONU son renuentes, por las razones que objetivamente son, sean y fueren a respetar los derechos humanos.
En algunos Estados, como es el caso del mexicano, esas renuencias a privilegiar la vigencia verdadera y defensa de los derechos humanos –los de los pueblos de México—adquiere visos de impunidad y ello es causal del cinismo de los personeros estatales.
Por personeros estatales nos referimos a quienes (1) conforman el poder político del Estado mexicano elegidos directa y/o subrogadamente y/o designados, y (2) su burocracia alta, mediana y baja tanto civil como militar.
También existe la conculcación y violaciones de los derechos humanos entre particulares, tanto en entornos familiares –mujeres golpeadas, niños maltratados, etc.-- . como sociales o comunitarios. Son comunes los saldos mortales de interacción social.
II
En casos cada día más frecuentes, la actitud conculcadora y violatoria de los derechos humanos por parte del poder político y económico tiene saldos sangrientos. Un caso arquetípico, revelador, es el de la antropóloga y arquéologa Rita León López.
Doña Rita fue herida a machetazos mientras realizaba un trabajo de campo en Orizaba, Ver., por alguien afectado por psicotrópicos. Su empleador, el Instituto Nacional de Antropología e Historia, negó y evadió responsabilidad laboral.
En México, esos personeros -.-desde el Presidente de la República, y los legisladores federales hasta los gobernadores, los solones locales y los presidentes municipales y las burocracias respectivas-- han situado a nuestro país en un grupo muy mal distinguido.
Ese grupo es el de los diez países con mayores violaciones de los derechos humanos. Año con año, México se mueve del primero al segundo y al tercer lugares; en ocasiones encabeza, a veces baja al segundo y o desciende al tercero.
De hecho, México rompe todas las plusmarcas en la violación de derechos humanos—los de primera, segunda, tercera generaciones— de sus 110 millones de habitantes. Esa monstruosidad no es, en lo formal (lo legal), sistémica; pero en los hechos sí.
En efecto, nuestra Ley Fundamental –la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos— establece la vigencia e incluso la promoción y defensa institucional de los derechos humanos. Pero el marco jurídico no somete a las premisas del poder.
III
Y ese poder –el político del Estado, el económico, el privado— al no saberse sometido a preceptos y prescripciones constitucionales vagas y/o ambiguas, es el mayor perpetrador de la conculcación y violaciones de los derechos humanos.
Esa cultura dicotómica tiene, a su vez, consecuencias terribles: conculcar y violar los derechos humanos de los mexicanos son prácticas sistémicas de opresión y control social. Caso en punto: las elecciones; otro caso puntual es el del derecho a la salud.
Y muchos más, v. gr.: la intimidación, terror y represión militar en la población civil, las arbitrariedades policíacas, la corrupción de procuradores e impartidores de justicia, los agandalles de bienes por parte de los poderosos y poderes fácticos, etc.
Una de las causales de esa triste situación es, según se aduce en los organismos gubernamentales, no gubernamentales y de acción multilateral de promoción, vigencia y defensa de los derechos humanos— es la propia ignorancia de las víctimas.
Ello es cierto, sin duda. Pero ese verismo no es justificación ni mucho menos pretexto para conculcar y violar los derechos humanos de los mexicanos ni la inacción de los personeros para promoverlos, respetarlos y promoverlos a cabalidad.
Se conculca, si no es que se viola, un derecho humano desde el momento en que un servidor público desatiende una petición particular o demanda social o maltrata a un ciudadano o es arrogante con él. Aún la violencia verbal es violatoria de un derecho.
Pobreza, ignorancia, desnutrición, desempleo, inseguridad pública y desamparo social son violaciones a los derechos humanos. También lo son los fraudes, despojos y chantajes de un particular a otro protegido por el poder político o amparado por éste.
Del cilindro de Ciro despréndese inferidamente que la vigencia de los derechos humanos era un hecho factual luminoso en la antigua Persia. En el moderno México, el cilindro de Calderón registra una oscurantista, retrógrada, sin derechos humanos.
ffponte@gmail.com
Ciro El Grande, rey de Persia, 24 siglos antes de Cristo.
I
Uno de los documentos más antiguos que han sido vinculados en la modernidad con los derechos humanos es el llamado cilindro de Ciro, documento cilíndroide en arcilla que contiene una declaración acerca de los derechos humanos, su vigencia y su defensa.
El documento fue descubierto en 1879 y traducido por la Organización de las Naciones Unidas casi un siglo después, en 1971. El documento fue traducido a las lenguas oficiales de la ONU, pero su difusión ha sido, predeciblemente, muy limitada.
Esa limitación difusora y divulgadora del cilindro ha tenido, tiene una explicación que antójase muy grave: los Estados miembros de la ONU son renuentes, por las razones que objetivamente son, sean y fueren a respetar los derechos humanos.
En algunos Estados, como es el caso del mexicano, esas renuencias a privilegiar la vigencia verdadera y defensa de los derechos humanos –los de los pueblos de México—adquiere visos de impunidad y ello es causal del cinismo de los personeros estatales.
Por personeros estatales nos referimos a quienes (1) conforman el poder político del Estado mexicano elegidos directa y/o subrogadamente y/o designados, y (2) su burocracia alta, mediana y baja tanto civil como militar.
También existe la conculcación y violaciones de los derechos humanos entre particulares, tanto en entornos familiares –mujeres golpeadas, niños maltratados, etc.-- . como sociales o comunitarios. Son comunes los saldos mortales de interacción social.
II
En casos cada día más frecuentes, la actitud conculcadora y violatoria de los derechos humanos por parte del poder político y económico tiene saldos sangrientos. Un caso arquetípico, revelador, es el de la antropóloga y arquéologa Rita León López.
Doña Rita fue herida a machetazos mientras realizaba un trabajo de campo en Orizaba, Ver., por alguien afectado por psicotrópicos. Su empleador, el Instituto Nacional de Antropología e Historia, negó y evadió responsabilidad laboral.
En México, esos personeros -.-desde el Presidente de la República, y los legisladores federales hasta los gobernadores, los solones locales y los presidentes municipales y las burocracias respectivas-- han situado a nuestro país en un grupo muy mal distinguido.
Ese grupo es el de los diez países con mayores violaciones de los derechos humanos. Año con año, México se mueve del primero al segundo y al tercer lugares; en ocasiones encabeza, a veces baja al segundo y o desciende al tercero.
De hecho, México rompe todas las plusmarcas en la violación de derechos humanos—los de primera, segunda, tercera generaciones— de sus 110 millones de habitantes. Esa monstruosidad no es, en lo formal (lo legal), sistémica; pero en los hechos sí.
En efecto, nuestra Ley Fundamental –la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos— establece la vigencia e incluso la promoción y defensa institucional de los derechos humanos. Pero el marco jurídico no somete a las premisas del poder.
III
Y ese poder –el político del Estado, el económico, el privado— al no saberse sometido a preceptos y prescripciones constitucionales vagas y/o ambiguas, es el mayor perpetrador de la conculcación y violaciones de los derechos humanos.
Esa cultura dicotómica tiene, a su vez, consecuencias terribles: conculcar y violar los derechos humanos de los mexicanos son prácticas sistémicas de opresión y control social. Caso en punto: las elecciones; otro caso puntual es el del derecho a la salud.
Y muchos más, v. gr.: la intimidación, terror y represión militar en la población civil, las arbitrariedades policíacas, la corrupción de procuradores e impartidores de justicia, los agandalles de bienes por parte de los poderosos y poderes fácticos, etc.
Una de las causales de esa triste situación es, según se aduce en los organismos gubernamentales, no gubernamentales y de acción multilateral de promoción, vigencia y defensa de los derechos humanos— es la propia ignorancia de las víctimas.
Ello es cierto, sin duda. Pero ese verismo no es justificación ni mucho menos pretexto para conculcar y violar los derechos humanos de los mexicanos ni la inacción de los personeros para promoverlos, respetarlos y promoverlos a cabalidad.
Se conculca, si no es que se viola, un derecho humano desde el momento en que un servidor público desatiende una petición particular o demanda social o maltrata a un ciudadano o es arrogante con él. Aún la violencia verbal es violatoria de un derecho.
Pobreza, ignorancia, desnutrición, desempleo, inseguridad pública y desamparo social son violaciones a los derechos humanos. También lo son los fraudes, despojos y chantajes de un particular a otro protegido por el poder político o amparado por éste.
Del cilindro de Ciro despréndese inferidamente que la vigencia de los derechos humanos era un hecho factual luminoso en la antigua Persia. En el moderno México, el cilindro de Calderón registra una oscurantista, retrógrada, sin derechos humanos.
ffponte@gmail.com
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