14 abril 2010
“Todo es historia”.
Luis González y González.
I
La entrevista que le hizo el periodista Julio Scherer García a Ismael Zambada García, El Mayo, y que ha sido difundida y comentada con amplitud en publicaciones impresas y del ciberespacio, es un sucedido de importancia insoslayable.
Esa importancia reside, desde cualesquier perspectivas que se le mire y se le contextualice, en un verismo inexorable: el personaje –el señor Zambada, capo di tutti capi— existe; es decir, es una realidad física, material, no inferida, y sociocultural.
También es una realidad económica, pues su quehacer –el tráfico ilícito de estupefacientes y psicotrópícos y los asesinatos que, sospechase, son atribuidos a su autoría intelectual, si no es que también material.
Éste jefe entre jefes --pero subordinado a su superior Joaquín Guzmán Loera, El Chapo, uno de los hombres más ricos e influyentes del mundo al decir de la revista Forbes— es un hecho factual, cuyo oficio se presume delincuencial. Es presunto.
Es, pues, un presunto delincuente en tanto el Estado no demuestre lo contrario sin duda razonable y se acceda de la presunción a la comisión de un ilícito. Que vende droga es sabido; por ello le otorga notoriedad que no pocos aspiran a emular.
En la existencia real del capo y los contextos macro y microcósmico reside la importancia de la entrevista del señor Scherer, quien es un acreditadísimo periodista situado en el apice de una pirámide pedagógica de enorme prestigio personal y de fama.
II
El señor Scherer, maestro de éste escribidor en el Excélsior en su época de leyenda áurea, impartió una cátedra de periodismo, desempeñándose como un reportero –pesquisador que busca las palabras ocultas de los hombres— en la tarea de historiar.
Don Julio, en esa entrevista, aparentemente pobre en registros conceptuales del personaje entrevistado, ofrece por inferencia válida y extrapolación y cotejo con el contexto una riqueza tal que, pensamos, sólo a un idiota –que los hay— escaparía.
Es esa entrevista muestra de libro de texto de periodismo, no eximida del atributo del clasicisimo, en particular para quienes aun reportean, indagan, pesquisan hechos y sucedidos y buscan los elementos de contextos dados y despulparlos y así discernir sus interacciones y las consecuencias de éstas.
Para aquellos, periodistas o historiadores –como éste escribidor— que intentan bajo las metodologías del periodismo y en el perímetro de la ética del oficio y acuciosos en la definición e identificación de los imperativos del historicismo, la entrevista es didáctica.
Vista así la entrevista del señor Scherer –cuya modestia es proverbial y emuladora— al narco casi icónico, el señor Zambada, es materia prima para historiadores y hombres y mujeres de pie y/u de pro que abrevan en la inagotable alfaguara de la realidad.
La entrevista permite enriquecer percepciones y amplía el ámbito del debate y norma criterios en el ágora. Es información dura, descrita con puntualidad digamos shereriana, útil as todos, imprescindible, útilísima en todos sentidos. Hay elegancia y sobriedad.
III
Pese a sus indudables atributos, la entrevista ha concitado críticas de tirios y troyanos, más en ninguna de aquellas adviértese miga densa y nutritiva, sino lo antipodal: migajón huero, sin nutrientes. El gobierno, por su parte, está desconcertado.
El desconcierto gubernamental es explicable por su propia cortedad de miras y patética inepcia. La vertiente ejecutiva del poder político, dominada por un panismo frenético y fanático, sin entender lo que ocurre en el país. No entiende la realidad.
Las críticas, independientemente de cuales sean sus móviles subjetivos u objetivos, se centran en que el periodista exalta implícitamente a un protagonista de un oficio que el gobierno, si no es que el Estado mismo, describe como inherente al crimen organizado.
Pero protagonistas del crimen organizado son, en rigor filosófico, moral y ético y a la luz de las ciencias políticas y sociales, los banqueros, los empresarios, especuladores, las propias autoridades coactivas del Estado, organizados todos con fines antisociales.
Esos también incurren en violencia –la cual desatan bajo guisas sofisteras y mimetizadas por el convencionalismo y en un marco jurídico diseñado a modo— y matan impúdica e impunemente. Organizados para la violencia económica y política.
Los voceros orgánicos del poder político –y la oligarquía a la que sirven— viven en la nesciencia que deviene de adicciones al gaje gubernamental. Por supuesto, el señor Scherer no necesita defensores ni apologistas. Su quehacer es pedagogía social.
ffponte@gmail.com
No hay comentarios.:
Publicar un comentario