Barómetro Internacional
Por Ernesto Wong Maestre
Un 19 de abril del año 1961, el pueblo de Cuba realizó una hazaña sin par en la historia al vencer a las tropas mercenarias, unos 1300 efectivos, entrenados, armados y apoyados logísticamente por el ejército de Estados Unidos, que desembarcaron en playa Girón y playa Larga, dos de los tramos del largo litoral de la bahía de Cochinos en el centro sur de la Isla.
La hazaña no tuvo par en la historia. Primero, porque la revolución, luego de conquistar el poder político, estaba en pleno inicio del proceso social de reconstrucción económica, con un país descapitalizado debido al boicot de la burguesía cubana aliada al capital estadounidense, unas fuerzas armadas recién fundadas, una reducida avanzada popular armada conformada por los miembros del ejército rebelde y los batallones inexpertos de milicianos, aunque varios miles de jóvenes y adultos dispuestos a asumir cualquier tarea en defensa de la hasta ese momento logrado. Y segundo, porque la potencia más agresiva de la historia era la adversaria, la patrocinante y la promotora de la invasión mercenaria al hacer migas con los oligarcas derrocados, y hasta ese año nunca había dejado de alcanzar sus objetivos hegemónicos en América Latina o el Caribe.
Coincidencias necesarias
Fue el 19 de abril el día de la victoria, luego de tres días de cruentos combates que dejaron un saldo de cerca de un millar de muertos por parte de las fuerzas defensoras de la Isla caribeña donde 72 horas antes se había proclamado el carácter socialista de la Revolución y se desarrollaba en todos los rincones del país la histórica campaña de alfabetización. Este día, más de mil invasores fuertemente armados y apertrechados se rendían a los milicianos y fuerzas policiales que con simples fusiles pero con mucho valor y coraje habían jurado defender a la Patria hasta la muerte o la victoria. Y así lo hicieron.
También un 19 de abril en Venezuela, pero hace 200 años, los criollos patriotas se crecían ante las adversidades y proclamaban una victoria ante el imperio: declararse independientes de España. La libertad -como recuerda el líder bolivariano Hugo Chávez- no proviene de fuera, sino que se vive y se siente en lo más profundo del ser. Esos hombres y mujeres que proclamaron la independencia estaban felices y alegres por llegar a ese éxtasis de gritar: ¡independencia o muerte! ¡venceremos!. Con esa decisión se lanzaron a la batalla, levantaron sus banderas y abrieron una trocha para comenzar a enderezar la historia.
Hoy, en Venezuela y toda América Latina, se vuelve a proclamar la misma decisión, cada uno desde lo más adentro de su ser y ahora compartiéndola con millones, de ser libres, de ser completamente independientes, de tener Patria o morir, y de vencer, como lo hicieron aquellos que un día como hoy, hace 200 años se rebelaron contra el imperio.
Celebramos el bicentenario de la primera declaración de independencia suscrita por patriotas venezolanos con visión de nación en oposición al yugo español, todo un acontecimiento donde se entrecruzaron hombres y mujeres, con estructuras e historia y en el cual quedó definido el curso de los siguientes doscientos años, a partir de los cuales, con el desarrollo de la revolución bolivariana liderada por el Comandante Hugo Chávez Frías, se espera se arribe al 2030 con la consolidación integral de la independencia.
Pero nunca el camino hacia la independencia está libre de obstáculos. Por ello, la sagacidad, creatividad e inteligencia de los líderes revolucionarios es un factor determinante en el curso de las revoluciones. Según nos relata hoy Angel Fernández Vila (Horacio) en su testimonio publicado en Granma, el combatiente cubano recuerda que ya el líder de la Revolución Cubana, Fidel Castro, cuando visitó la Ciénaga de Zapata le había comentado al entonces responsable del desarrollo turístico de la zona, Abraham Masiques que ese lugar “presentaba característica para un desembarco enemigo”, lo cual, por un lado resultó cierto y por otro, resultó útil para el desenlace final pues Fidel dirigió la batalla disponiendo el reducido personal combativo en los lugares precisos para realizar las operaciones militares de contención defensiva y acciones ofensivas para capturar a los invasores.
Cuenta Horacio que “la apreciación del pensamiento lógico de Fidel, su probado genio militar, lo había llevado a suponer la posibilidad que ya la CIA manejaba como realidad desde hacía un año. Efectivamente, existen evidencias de que, desde finales de 1959, la CIA estudiaba la Península de Zapata como probable teatro de la operación que preparaba contra la Revolución. Los estudios en mapas y las verificaciones que llevó a cabo la CIA en el terreno, le mostraban que desde el punto de vista geográfico-militar, esta zona presentaba magníficas condiciones para llevar a cabo en ella una invasión, tomar una cabeza de playa y mantener ese territorio ocupado el tiempo necesario para que se produjera la intervención de la OEA, y con ella, la participación directa del ejército norteamericano”.
Conocedor profundo de la relación entre teoría y praxis en la revolución, el autor del testimonio reconoce que los imperialistas “no tuvieron en cuenta, al seleccionar a la Ciénaga como teatro para la operación que preparaban, la gran obra de recuperación de la población de la Ciénaga realizada por la Revolución y el agradecimiento de aquellos carboneros y leñadores a Fidel, que los había liberado para siempre, de la explotación, la enfermedad y la incultura. Ese error fue uno de los factores determinantes en la derrota sufrida por los invasores en Girón”.
Fernández Vila nos recuerda en su testimonio que el 16 de abril de 1961 “había estado ese día bajo la tensión del bombardeo del día anterior y la manifestación de duelo en La Habana donde Fidel pronunció aquel impresionante discurso donde proclamó el carácter socialista de la Revolución y anunció la probabilidad de la invasión”.
Esa noche del 16 todo el pueblo se quedó “en vela”. Los crímenes de los bombardeos yanquis del día 15 para acabar con los aviones cubanos, anunciaron la guerra, pero también curtieron las almas. Los dirigentes revolucionarios cubanos prevían la guerra de agresión y garantizaron un parque de armamentos mínimo.
Recuerda Horacio: “serían cerca de las 2:00 a.m. cuando sentí que golpeaban fuertemente la puerta de mi habitación, al tiempo que gritaban: -Vila, abre pronto. Reconocí la voz de Ramón, un compañero del Ejército Rebelde, ayudante mío. Me levanté, y él me informó que se estaba produciendo un desembarco por Playa Girón. Le pregunté si estaba seguro, pues ese rumor había circulado ya, falsamente, en otras ocasiones. Me aseguró que era cierto, que los carboneros lo habían visto y habían avisado al Central Covadonga. Que escuchaban perfectamente el cañoneo procedente de la costa”.
“Me vestí a la carrera y bajamos al pueblo -recuerda Horacio-. Todas las luces estaban encendidas. Todo el pueblo se encontraba en las calles exigiendo que se les entregaran las armas. Me dirigí al Comisionado y le dije: -Vamos rápido para Girón. ¡Saquen las armas!. Me respondió que tenía instrucciones de Santa Clara de no moverse de allí hasta que no se conociera bien cuál era la situación. Entonces me dirigí hacia el campamento Ciro Redondo en San Francisco, donde estaba el Comandante Eduardo Saborit con un pequeño destacamento de soldados del Ejército Rebelde, y le dije: -Están desembarcando por Girón. Despierta a los muchachos y vamos para allá”.
Las primeras acciones fueron las exploraciones para determinar el tipo de fuerzas invasoras y transmitírselo al Comandante en Jefe, quien dio instrucciones precisas, siempre cargadas de valentía y optimismo ante el avance de las tropas mercenarias por las pocas carreteras que llegaban a las costas a través de la ciénaga.
“Queríamos ganar tiempo; impedir su avance hasta que llegaran nuestras fuerzas e hicieran contacto con nosotros. Otra parte del grupo se dirigió hacia atrás, a tratar de conseguir con qué romper el terraplén. Saborit envió a William Selva al Central Covadonga a buscar refuerzos. En eso estábamos, cuando se produjo la primera escaramuza con un grupo de mercenarios que a nuestros primeros disparos, se dispersó. Porque para sorpresa nuestra, esas patrullas delanteras estaban integradas por mercenarios de origen cubano e intentaban más bien una labor de sondeo y captación política. Nos gritaban: -¡No disparen! ¡Pásense con nosotros! ¡Venimos a liberarlos del comunismo!”.
Así decían los mercenarios agresores creyendo los cuentos y las historias que transmitían los medios privados transnacionales en los países centroamericanos y en EEUU. En fin, ellos fueron víctimas de las propias campañas mediáticas imperialistas y creyeron que al llegar a Cuba toda la población se le uniría en contra del “comunismo fidelista”. “Les devolvimos la invitación a la traición a tiro limpio. ¡Patria o Muerte! fue nuestra respuesta” precisa Horacio en su testimonio.
Todo ese día fue fuego cerrado de uno y otro lado. Dice Horacio que “a la mañana siguiente el fuego fue tan efectivo que los mercenarios se habían replegado hacia San Blas. Avanzamos hacia el Canal de Muñoz. Seguimos por ese circuito hasta la curva de la Ceiba a unos 2 km de San Blas. Allí el comandante Félix Duque dividió las fuerzas con las que íbamos. A mí me dio el mando de una de las compañías del Bon 117, con la misión de tomar el pequeño poblado de la Ceiba y entrar por detrás a San Blas, cortando la retirada del enemigo, mientras, él lo haría por el frente, conjuntamente con el grueso de las tropas que tomarían a San Blas, dirigidas por los comandantes Pedro Miret, Filiberto Olivera, Raúl Menéndez Tomasevich, Saborit, y otros jefes. Ya en ese momento, por la carretera de Yaguaramas a San Blas, golpeaba al enemigo el comandante René de los Santos, con otro batallón de Cienfuegos”.
Cienfuegos es una de las principales ciudades porteñas de Cuba, situada al sur, muy cerca de Playa Girón, donde siempre hubo apoyo popular a cuanta insurrección se desató en Cuba contra los dictadores.
Al transcurrir el día 18 comenzó el repliegue del enemigo y la desbandada de los cobardes ante la pinza militar revolucionaria que fue la táctica militar de Fidel para embolsar a los mercenarios y evitar que regresaran a la mar donde los esperaban los marines yanquis.
“Al mediodía del 19 cayó San Blas -relata Horacio. Ya los mercenarios se replegaban hacia Playa Girón. Llegaron tres tanques y había que pasarlos de San Blas a El Helechal por lugares en los que los mercenarios tenían aún artillería y hombres con bazucas metidos en el monte. El comandante Saborit nos ordenó marchar al lado de los tanques para conducirlos. Corríamos junto a ellos y les señalábamos las fortificaciones del enemigo dentro del monte. Los tanques giraban sus torretas rápidamente hacia ellos, disparaban y veíamos volar sus emplazamientos artilleros”.
“El día 19 de abril, al atardecer, nos reunimos en El Helechal las tropas de los comandantes Borges, Duque, Saborit, René de Los Santos, Pedro Miret, Faustino Pérez, Filiberto Olivera, Raúl Menéndez Tomasevich y otros comandantes Rebeldes y jefes de tropas. Ya los mercenarios se habían replegado hacia Playa Girón” comenta Horacio.
Y fue allí donde se le propinó a los mercenarios el golpe final. El Comandante en Jefe estaba al frente de las tropas cubanas.
“Existían entre nosotros criterios diferentes en cuanto a la táctica a seguir. La discusión se mantenía caldeada. De pronto, vimos surgir un grupo de combatientes en el terraplén: allí estaba Fidel, quien de inmediato dijo: -Vamos a dirigir esto con un solo criterio. Rápidamente dispuso la forma en que se iba a realizar el avance hacia la playa, incluso, el orden de los tanques que precederían la marcha hacia Girón” comenta Fernández Vila.
“Algo que recuerdo -dice el testimonio- como lo más emocionante de aquellos momentos fue la arenga de Fidel, quien con un valor y un entusiasmo extraordinarios, advirtió: - El enemigo trata de reembarcar y simular ante el mundo que el ataque ha sido una comedia de nuestra parte. ¡No permitamos que escape ni uno solo de ellos! ¡Adelante! ¡No nos detengamos hasta llegar a la playa! Si cae el primero, llega el segundo; si cae el segundo; llega el tercero; pero se llega ahora mismo a la playa. ¡Que no se detengan los tanques hasta que las esteras se mojen con el agua de la playa, porque cada minuto que esos mercenarios estén sobre nuestro suelo, entraña una afrenta para nuestra Patria!”
Recuerda Horacio que inmediatamente después de sus palabras, Fidel “subió a un tanque. La gente se preocupó. Faustino Pérez gritó: -Fidel tú no debes.... Entonces, sin dejarlo terminar, Fidel nos recordó a todos con una palabra dura que él era el Jefe, y que como tal no se le podía discutir su derecho a estar en la primera línea del combate”.
“Todavía me parece estar viendo tanto esta escena de Fidel montado sobre el tanque conduciéndonos hacia la Victoria, como al pueblo de Aguada aquella noche, en las calles, frente a la casa de la milicia, exigiendo las armas, ansioso por pelear; el centenar y pico de trabajadores del Central Covadonga atrincherados, con machetes, palos y escopetas, para cumplir la orden de Fidel de impedir que la fábrica cayera en manos de los invasores; las dos docenas de milicianos sobre cuyos cadáveres tuvieron que pasar los mercenarios para penetrar en la playa; el centenar de carboneros que se nos unió en Cayo Ramona, cavando trincheras y conteniendo a las primeras patrullas enemigas con sus escopetas mohosas; los gloriosos batallones de obreros milicianos que entraron triunfantes, con obuses y morteros, rescatando, para siempre, a los carboneros del pantano”, dice Horacio.
El testimonio de Ángel Fernández Vila (Horacio) revela, ante todo, la ligazón que en la revolución se da entre el pueblo y sus líderes para defender la obra sagrada de la Patria, y que ante las amenazas, por potente que ella sea, siempre saldrá vencedora.
Girón, por coincidencia fortuita de la vida, fue un verdadero girón de la historia. Hasta ese día, las invasiones directas o indirectas de EEUU a los países de América Latina y el Caribe habían sido exitosas y constituido parte de esa imagen mediática y estrategia de poderío que exhibió y aplicó el imperio para sojuzgar a nuestros países.
A partir de Girón -como ha dicho Fidel- la humanidad ha sido un poco más libre. La victoria de Girón condicionó el surgimiento victorioso del socialismo en América y sobre ella se construyó un sistema que aunque bloqueado por la mayor potencia de la historia, ha ofrecido lo mejor de sí a la Revolución Venezolana y a numerosos pueblos que sueñan con un mundo mejor. Y hoy, juntos a otros pueblos y gobiernos en la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (Alba) echan las bases de ese nuevo mundo.
La pequeña isla, quizás concebida por el socialista utópico Tomas Moro en su obra Utopía allá por 1516 como el proyecto social ideal, comenzó a demostrar al mundo, ese 19 de abril, que las utopías sociales pueden ser logradas hacerlas realidad si hay unión y decisión de ser libres e independientes.
wongmaestre@gmail.com
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