06 mayo 2010
"La Ley SB1070… no puede ni debe alterar o ir en contra de los principios y normas que rigen el Derecho Internacional, el diálogo y la preservación de los... derechos humanos”.
Asociación Mexicana de Estudios Internacional.
I
La llamada Ley Arizona, mediante la cual se penaliza la condición migratoria indocumentada de los mexicanos en territorio arizoniano, vecino al del estado de Sonora, debe ser situada en varios planos de comprensión para enfrentarla.
Esos planos serían los de contextualización –es decir, historicistas, para el conocimiento cabal y dimensional del fenómeno migratorio y sus secuelas-- para su análisis objetivo, del cual se desprendan propuestas de solución.
El primer plano –en el que incursionó desde Alemania el Presidente de Facto Felipe Calderón— es el reactivo determinado por la enorme diversidad de aspectos y facetas e intereses creados de la relación bilateral México-USAmérica y equilibrios inherentes.
En ese sentido, antójase obviedad que la citada legislación alteró el equilibrio coyuntural bilateral –sustentado en contractualismos flexibles de entendimientos implícitos/explícitos-- pues su secuela ha sido no sólo política, sino morales y éticas.
Y más allá: desde la perspectiva del marco constitucional USAmericano, la legislación arizoniana contraviene imperativos prescriptivos de potestades de los Estados adheridos a la Unión. Constitucionalmente, la Ley Arizona es inviable.
A los componentes políticos, morales, éticos y legales –constitucionales— añádase el siguiente: la frustración del poder político republicanista (del Partido Republicano) en Arizona acerca de lo que percibe como inacción del gobierno federal democratista.
II
Esa inacción del gobierno federal gringo en materia de emigración mexicana e inmigración no es del todo tal, pues deviene de la naturaleza misma del proceso político USAmericano y el ejercicio del poder formal. Cogollo de ello es la demagogia.
Esa naturaleza se distingue por la amplísima fragmentación del andamiaje de la toma de decisiones políticas, derivada del espectro de intereses creados que representan los personeros del poder político. Muchos de esos intereses creados son muy locales.
En Arizona, no todos sus habitantes están a favor de la legislación que se comenta; de hecho, los sondeos realizados arrojan pareceres antipodales en igual proporción, ligeramente a favor de derogar la legislación. Pero los demagogos quieren linchamiento.
Y los mexicanos indocumentados son el proverbial chivo expiatorio y, bajo esa guisa, expulsarlos a patadas de Arizona. El fuego atizado es uno nutrido por el temor yacente en la psique colectiva de no pocos arizonianos de la mexicanización de Arizona.
Y por mexicanización entiéndase morenez –etnicidad-- y cultura y todo lo que a esas peculiaridades se asocia, incluyendo el estilo de vida y la cosmovisión y los imperativos de la geopolítica determinados, en su turno, por los de la geoeconomía hegemonista.
Así accedemos a otro estadio del fenómeno, el que se representa en el plano de la realidad vera –válgase la redundancia— de las causas estructurales y superestructurales de la emigración y su secuencia insoslayable, los inmigrados en USAmérica.
Abundar precisoria y detalladamente en las causas escapa al ámbito de ésta entrega, pero un sincretismo de lo causativo es que la forma de organización prevaleciente en México crea desempleo y subempleo, incertidumbre y desesperanza y emigración.
III
Más esa forma de organización económica existe porque fue cincelada desde 1982 por vectores geopolíticos y geoeconómicos que tiene la dialéctica de los intrereses estratégicos de USAmérica, que no tolerarían una economía mexicana que fuere social.
Es decir, una economía orientada a satisfacer los intereses de la sociedad mexicana, no a satisfacer los de la sociedad USAmericana en agravio de aquella, la nuestra. Ese es el mayor de los desequilibrios en la relación bilateral que habría que atender con urgencia.
Atender, cierto es, con prioridad estratégica y simultáneamente táctica. Implicaría, quizá, refundar instituciones y hasta las relaciones de producción y las fuerzas productivas; tal vez implique crear un nuevo orden político.
Pero corresponde a los mexicanos hacerlo, no a los USAamericanos,. Aunque es importante sensibilizar a éstos acerca de lo que emprendamos para modificar nuestra forma de organización económica y disipar temores de que ello les afectaría mal.
Sin ello, estamos entrampados, engañándonos nosotros mismos con paliativos a un problema cuya solución de fondo, visible para muchos, no entendemos o, lo que es peor, nos negamos a aceptar por los motivos que fueren. Pero es la única solución.
ffpontre@gmail.com
Asociación Mexicana de Estudios Internacional.
I
La llamada Ley Arizona, mediante la cual se penaliza la condición migratoria indocumentada de los mexicanos en territorio arizoniano, vecino al del estado de Sonora, debe ser situada en varios planos de comprensión para enfrentarla.
Esos planos serían los de contextualización –es decir, historicistas, para el conocimiento cabal y dimensional del fenómeno migratorio y sus secuelas-- para su análisis objetivo, del cual se desprendan propuestas de solución.
El primer plano –en el que incursionó desde Alemania el Presidente de Facto Felipe Calderón— es el reactivo determinado por la enorme diversidad de aspectos y facetas e intereses creados de la relación bilateral México-USAmérica y equilibrios inherentes.
En ese sentido, antójase obviedad que la citada legislación alteró el equilibrio coyuntural bilateral –sustentado en contractualismos flexibles de entendimientos implícitos/explícitos-- pues su secuela ha sido no sólo política, sino morales y éticas.
Y más allá: desde la perspectiva del marco constitucional USAmericano, la legislación arizoniana contraviene imperativos prescriptivos de potestades de los Estados adheridos a la Unión. Constitucionalmente, la Ley Arizona es inviable.
A los componentes políticos, morales, éticos y legales –constitucionales— añádase el siguiente: la frustración del poder político republicanista (del Partido Republicano) en Arizona acerca de lo que percibe como inacción del gobierno federal democratista.
II
Esa inacción del gobierno federal gringo en materia de emigración mexicana e inmigración no es del todo tal, pues deviene de la naturaleza misma del proceso político USAmericano y el ejercicio del poder formal. Cogollo de ello es la demagogia.
Esa naturaleza se distingue por la amplísima fragmentación del andamiaje de la toma de decisiones políticas, derivada del espectro de intereses creados que representan los personeros del poder político. Muchos de esos intereses creados son muy locales.
En Arizona, no todos sus habitantes están a favor de la legislación que se comenta; de hecho, los sondeos realizados arrojan pareceres antipodales en igual proporción, ligeramente a favor de derogar la legislación. Pero los demagogos quieren linchamiento.
Y los mexicanos indocumentados son el proverbial chivo expiatorio y, bajo esa guisa, expulsarlos a patadas de Arizona. El fuego atizado es uno nutrido por el temor yacente en la psique colectiva de no pocos arizonianos de la mexicanización de Arizona.
Y por mexicanización entiéndase morenez –etnicidad-- y cultura y todo lo que a esas peculiaridades se asocia, incluyendo el estilo de vida y la cosmovisión y los imperativos de la geopolítica determinados, en su turno, por los de la geoeconomía hegemonista.
Así accedemos a otro estadio del fenómeno, el que se representa en el plano de la realidad vera –válgase la redundancia— de las causas estructurales y superestructurales de la emigración y su secuencia insoslayable, los inmigrados en USAmérica.
Abundar precisoria y detalladamente en las causas escapa al ámbito de ésta entrega, pero un sincretismo de lo causativo es que la forma de organización prevaleciente en México crea desempleo y subempleo, incertidumbre y desesperanza y emigración.
III
Más esa forma de organización económica existe porque fue cincelada desde 1982 por vectores geopolíticos y geoeconómicos que tiene la dialéctica de los intrereses estratégicos de USAmérica, que no tolerarían una economía mexicana que fuere social.
Es decir, una economía orientada a satisfacer los intereses de la sociedad mexicana, no a satisfacer los de la sociedad USAmericana en agravio de aquella, la nuestra. Ese es el mayor de los desequilibrios en la relación bilateral que habría que atender con urgencia.
Atender, cierto es, con prioridad estratégica y simultáneamente táctica. Implicaría, quizá, refundar instituciones y hasta las relaciones de producción y las fuerzas productivas; tal vez implique crear un nuevo orden político.
Pero corresponde a los mexicanos hacerlo, no a los USAamericanos,. Aunque es importante sensibilizar a éstos acerca de lo que emprendamos para modificar nuestra forma de organización económica y disipar temores de que ello les afectaría mal.
Sin ello, estamos entrampados, engañándonos nosotros mismos con paliativos a un problema cuya solución de fondo, visible para muchos, no entendemos o, lo que es peor, nos negamos a aceptar por los motivos que fueren. Pero es la única solución.
ffpontre@gmail.com
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