31 mayo 2010
“Generábamos un millón de empleos cada año: hoy un tercio de la población económicamente activa vive en la informalidad”.
Emilio Gamboa Patrón.
I
Llama la atención el aserto del señor Gamboa Patrón, arquetipo del político simulador que, en un rapto de colmos, consigna que “los mexicanos estamos cansados” precisamente de simular en el ejercicio del poder político del Estado.
Que un notable priísta hable de la simulación antójase reminisente de ese dechado de sabiduría popular que se representa en el aforismo zumbón del “burro hablando de orejas”. Don Emilio habló, ciertamente, de orejas. ¿Se habrá mordido la lengua?
Consígnese para fines fedatarios que éste personaje incurrió en esos raptos descritos al asumir la dirigencia del llamado “sector popular” del PRI, el sábado pasado, acto al cual asistieron 14 de los 19 gobernadores priístas, lo cual arroja ciertas moralejas.
Pero dejemos al caro leyente decodificar esas moralejas –el acto pareció un “destape” y a la vez “cargada”, típicos de la cultura priísta— y definir para sí el nuevo sentido de la simulación: simular que no se simula y acusar de simulador al aprendíz, el PAN.
A la luz de la retórica de los hombres y mujeres de pro del priísmo, el problema de fondo –causal mayor de nuestros males—parecería ser el de la inseguridad y el desempleo, de modo que sus candidatos a gubernaturas prometen resolverlo.
Empero, esos abanderados no les dicen a los electores cuyos votos tratan de inducir incluso con la compra directa y a un costo monetario de monto inconcebible –del bolsillo del propio elector-- cómo hacerlo excepto mediantre la misma fórmula fallida.
II
Todos los candidatos a gubernaturas, fueren priístas o panistas o de incómodas e improbables alianzas de partidos políticos con falsos vestuarios ideológicos, tienen un denominador común en sus ofertas de resolvcr el problema: más inversión extranjera.
Pero como panacea, la inversión extranjera se mantiene alejada de México desde hace ya tres sexenios. Para atraerla, Ernesto Zedillo (1994-2000) apretó el paso de cesión gratuita de México a consorcios trasnacionales de USAmérica, España y Canadá.
Aclárese que el señor Zedillo –beneficiado con membresías generosamente pagadas en consejos de administración de cinco consorcios trasnacionales USAmericanos, sólo siguió instrucciones giradas por el poder real, el que es y está.
Ese poder real es el del dinero o, a fuer de precisorios en lo técnico, del capital, que sólo viene a México siempre y cuando se le regale todo, desde terreno, servicios, exención de impuestos e incluso la mano de obra mediante bajos salarios.
Cuando esas condiciones no son ofrecidas ni garantizadas, el capital extranjero se aleja, aunque existen otros motivos que lo ahuyentan: la inseguridad pública y, desde luego, el desempleo, pues los desempleados no consumen lo suficiente.
III
En éste periplo dialéctico volvemos al punto de partida del tema abordado aquí: la inseguridad y el desempleo que mantienen alejados a los inversionistas son efectos –consecuencias— de una causal mayor, profunda, pero soslayable para los candidatos.
Para que haya seguridad y empleo pleno y ello atraiga a los dueños y operadores del capital extranjero a invertir en México es indispensable eliminar lo que causa esos fenómenos. ¿Tienen los candidatos alguna noción acerca de esas causales.
La respuesta reactiva de usted, como ciudadano, es la de que los candidatos no tienen la menor idea de esas causales, pero no pocos de otros mexicanos piensan que sí saben pero que realmente no quieren resolver el problema de fondo: medran en él.
Parece verismo: los candidatos saben que el problema de fondo –la causa de todos nuestros trágicos avatares-- es la forma de organización económica prevaleciente, la cual es socialmente inviable y, por tanto, antipueblo. Eso lo saben los candidatos.
¿Y cómo no van a saberlo si tienen a su disposición todos los medios para saberlo? Pero resolver de raíz el problema causal de nuestros males implicaría un riesgo, el de que la ciudadanía tome conciencia de que puede sustituirlos por ella misma.
ffponte@gmail.com
Emilio Gamboa Patrón.
I
Llama la atención el aserto del señor Gamboa Patrón, arquetipo del político simulador que, en un rapto de colmos, consigna que “los mexicanos estamos cansados” precisamente de simular en el ejercicio del poder político del Estado.
Que un notable priísta hable de la simulación antójase reminisente de ese dechado de sabiduría popular que se representa en el aforismo zumbón del “burro hablando de orejas”. Don Emilio habló, ciertamente, de orejas. ¿Se habrá mordido la lengua?
Consígnese para fines fedatarios que éste personaje incurrió en esos raptos descritos al asumir la dirigencia del llamado “sector popular” del PRI, el sábado pasado, acto al cual asistieron 14 de los 19 gobernadores priístas, lo cual arroja ciertas moralejas.
Pero dejemos al caro leyente decodificar esas moralejas –el acto pareció un “destape” y a la vez “cargada”, típicos de la cultura priísta— y definir para sí el nuevo sentido de la simulación: simular que no se simula y acusar de simulador al aprendíz, el PAN.
A la luz de la retórica de los hombres y mujeres de pro del priísmo, el problema de fondo –causal mayor de nuestros males—parecería ser el de la inseguridad y el desempleo, de modo que sus candidatos a gubernaturas prometen resolverlo.
Empero, esos abanderados no les dicen a los electores cuyos votos tratan de inducir incluso con la compra directa y a un costo monetario de monto inconcebible –del bolsillo del propio elector-- cómo hacerlo excepto mediantre la misma fórmula fallida.
II
Todos los candidatos a gubernaturas, fueren priístas o panistas o de incómodas e improbables alianzas de partidos políticos con falsos vestuarios ideológicos, tienen un denominador común en sus ofertas de resolvcr el problema: más inversión extranjera.
Pero como panacea, la inversión extranjera se mantiene alejada de México desde hace ya tres sexenios. Para atraerla, Ernesto Zedillo (1994-2000) apretó el paso de cesión gratuita de México a consorcios trasnacionales de USAmérica, España y Canadá.
Aclárese que el señor Zedillo –beneficiado con membresías generosamente pagadas en consejos de administración de cinco consorcios trasnacionales USAmericanos, sólo siguió instrucciones giradas por el poder real, el que es y está.
Ese poder real es el del dinero o, a fuer de precisorios en lo técnico, del capital, que sólo viene a México siempre y cuando se le regale todo, desde terreno, servicios, exención de impuestos e incluso la mano de obra mediante bajos salarios.
Cuando esas condiciones no son ofrecidas ni garantizadas, el capital extranjero se aleja, aunque existen otros motivos que lo ahuyentan: la inseguridad pública y, desde luego, el desempleo, pues los desempleados no consumen lo suficiente.
III
En éste periplo dialéctico volvemos al punto de partida del tema abordado aquí: la inseguridad y el desempleo que mantienen alejados a los inversionistas son efectos –consecuencias— de una causal mayor, profunda, pero soslayable para los candidatos.
Para que haya seguridad y empleo pleno y ello atraiga a los dueños y operadores del capital extranjero a invertir en México es indispensable eliminar lo que causa esos fenómenos. ¿Tienen los candidatos alguna noción acerca de esas causales.
La respuesta reactiva de usted, como ciudadano, es la de que los candidatos no tienen la menor idea de esas causales, pero no pocos de otros mexicanos piensan que sí saben pero que realmente no quieren resolver el problema de fondo: medran en él.
Parece verismo: los candidatos saben que el problema de fondo –la causa de todos nuestros trágicos avatares-- es la forma de organización económica prevaleciente, la cual es socialmente inviable y, por tanto, antipueblo. Eso lo saben los candidatos.
¿Y cómo no van a saberlo si tienen a su disposición todos los medios para saberlo? Pero resolver de raíz el problema causal de nuestros males implicaría un riesgo, el de que la ciudadanía tome conciencia de que puede sustituirlos por ella misma.
ffponte@gmail.com
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