Año 8, número 3375
Miércoles 09, junio del año 2010
En 1906, los Larrea –una familia extraordinariamente pudiente “desde-endenantes”, pues estamos hablando del siglo XIX-- explotaban minas en varias regiones de México., En Sonora, y específicamente en Cananea, explotar la minería acrecentaba su desde entonces considerable riqueza.
Hágase notar que ser rico no es un pecado cristiano, aunque ser pobre es virtud; tampoco es delito. Lo que quisiéramos es que todos los mexicanos fuésemos ricos como los Larrea, lo cual, aunque parezca lo contrario, sí es una posibilidad que, bajo ciertas condiciones de equidad, igualdad y justicia, es alcanzable. Pero volvamos al tema.
En ese entonces –hace 104 años--, el país estaba en ebullición. El sistema político imperante no había sido modificado siquiera un ápice desde 1874, 34 años atrás. Porfirio Díaz se había reelegido una y otra vez, siempre en curiosas circunstancias electorales que aun los más escépticos encontraban sospechosas.
Pero Díaz era el sistema político. Presidía una forma de organización política que se sustentaba sobre una base unipersonal brutal. Y en su nombre se cometían atropellos, como los de desalojar por la fuerza a mineros huelguistas, como ocurrió el lunes en la sonorense Cananea y en Pasta de Conchos, Coahuila.
Reprimir a mineros fue uno de los muchos vectores detonantes de “la bola”, un ventarrón revolucionario que “alevantó” a los mexicanos y causó la muerte a un millón de ellos, en un universo poblacional de 12 millones, según fuentes estadísticas confiables. La Revolución Mexicana fue un movimiento social telúrico.
Pero, ¿quiénes fueron los victoriosos en esa revolución? ¿El pueblo? ¿Los revolucionarios, millones de hombres y mujeres y niños incluso que sufrieron penuria durante una década de fase armada y otra de reconstrucción y facciosas pujas violentas y el constitucionalismo y varias otras más de “institucionalización” civilista?
No. No ganó el pueblo; o por mejor decirlo, perdió el pueblo mexicano, como lo muestran con enorme dramatismo que los explotadores de ese entonces –emblematizados en los Larrea, dueños de las minas de ayer y de hoy— continúan en un frenesí rapiñador de más de un siglo y se han hecho socios de los neorrevolucionarios.
Éstos últimos –los neorrevolucionarios— son los descendientes genealógicos y putativos civiles de aquellos militares que adquirieron generalatos y coronelatos en “la bola”. Carlos Fuentes, nuestro novelista más celebrado allende México, describe el fenómeno en su La muerte de Artemio Cruz, de recomendada lectura.
La Revolución Mexicana no modificó a fondo, en lo estructural, las relaciones de producción y las fuerzas productivas. Por ello, los Larrea, enemigos históricos de la Revolución social, popular, democrática, persisten, asociados a los Artemio Cruz que bajo guisa priísta o panista e incluso perredista triscan que triscan éste ubérrimo país.
La Revolución Mexicana, vista y entendida así, no ha concluido, aunque, desde esa misma perspectiva, la guerra de Independencia tampoco ha terminado. Ambos fenómenos, cuyos centenarios celebra sin razón el Estado mexicano actual, es pedagogía política: es válido derrocar gobiernos opresores y, además, espurios.
El desalojo reciente de los mineros de los veneros cupríferos de Cananea, explotados por los Larrea, tiene ese valor histórico que nos confirma anticipatoriamente que ese mismo fenómeno dicotómico de la Independencia y la Revolución está en el umbral de una tercera fase. De hecho, ya hay un estallido social ocurrente. El cohete está tronando.
Pero millones de mexicanos, inmersos en el fútbol, las puerilidades telenoveleras y la simulación en la que duchos son los políticos de modus vivendi no han caído en la cuenta de que un estallido social está ya se desató. Por eso el Ejército y la Armada patrullan las calles, como si los narcos estuviesen a la vista en las banquetas.
Por supuesto que ese estallido social ocurrente no es similar al de 1810 y 1910. Hoy las condiciones circundantes –contextuales— son otras muy distintas a las hace dos Siglos o una centuria. Hoy, la Internet es usada como ágora a la manera que se usaban antes las barricadas; el aforo es hoy más denso y abigarrado en el ciberespacio.
Los Larrea deben estar contentos. Suponen bien que el gobierno a su servicio se desempeña con arreglo a las expectativas históricas, de combatir a los trabajadores, al pueblo, y cortar de raíz aquellas expresiones reivindicatorias de los mineros que no han cambiado desde aquél aciago año de 1906 que anticipó el arribo de “la bola”.
En ésta Casa Editorial pensamos que el desalojo de los mineros de Cananea y Pasta de Conchos –en ésta última mina, de los familiares de los 67 sepultados vivos hace cuatro años por un derrumbe— tiene esa interpretación historicista sustentada en los silogismos del “continuum” social-histórico.
La historia es circular en tanto la conducta humana sea también en círculos. Para millones de mexicanos ni siquiera el Campeonato Mundial de Fútbol incidirá en su conciencia acerca de la realidad ni será paliativo en su damnificación del drama cotidiano de la crisis --incertidumbre y desesperanza-- que Cananea nos recuerda.
--------------------------------------------------------------------------------
http://www.diariolibertad.org.mx/diario/index.php
Diario Libertad
Av. Manuel Ávila Camacho N° 90-11
Jalapa, Ver. Centro
Tel. 01 22 88 17 24 80
No hay comentarios.:
Publicar un comentario