Por Fausto Fernández Ponte
09 agosto 2010
ffponte@gmail.com
ffponte@gmail.com
“Ninguna organización política o social tiene la capacidad de convocatoria y de movilización similar al nuestro”.
Andrés Manuel López Obrador, En Tekax, Yuc. (7/VIII/2010).
I
Si las elecciones del 4 de julio nos ofrecieron experiencias y moralejas, esas fueron, una, la de que los partidos políticos no son organizaciones representativas excepto de sí mismas y, otra, la de que no pueden movilizar masas sin incentivos materiales.
Dicho de otro jaez, caro leyente: los partidos políticos no son organizaciones que reflejen el sentir de la ciudadanía en general ni el parecer de agrupaciones políticas de verdadera vanguardia o progresistas o simplemente en movimiento telúrico.
Tampoco representan fuerzas políticas reales, pues las cúpulas de los partidos mayoritarios –PRI y PAN, sobre todo, pues el PRD se ha quedado a la zaga a resultas de sus alianzas con los panistas-- sólo se representan a sí mismos, a nadie más.
Tan no representan los intereses populares esos partidos políticos que ninguno de sus candidatos a gobernador, legisladores y alcaldes en ese cotejo de julio pasado reconoció públicamente que México corre un gran peligro sin precedente en su historia.
Y al no reconocer la crisis económica, política, social y hasta cultural devenida de una forma de organización de la economía y del poder dominado por una mafia que saquea al país y lo cede a trasnacionales, esos candidatos no hicieron propuestas para superarla.
Por supuesto, las alianzas electorales “antinatura” (Manlio Fabio Beltrones dixit) PAN-PRD en Oaxaca, Puebla y Sinaloa no demuestran aun su viabilidad sino hasta que sus candidatos, hoy electos, gobiernen. La duda persiste: ¿con qué proyecto gobernarán?
II
Lo fehaciente de esas alianzas es que el PRI no concita confianza del elector. Más que votar por Gabino Cué, Rafael Moreno Valle y Mario López Valdez se votó contra el PRI. En Veracruz y Durango, los priístas tuvieron que comprar votos. Masivamente.
En Veracruz, por ejemplo, muchos dirigentes de organizaciones gremiales y de colonos –otrora parte del clientelismo priísta y panista-- chantajearon al PRI y al PAN, pues exigían más dinero para movilizar hacia las urnas a los votantes bajo su control.
De esa degradación tan atroz de la política y del ejercicio comicial son responsables no sólo los votantes que venden su voto al mejor postor, sino los propios personeros del poder político del Estado y, en particular, los miembros de la mafia en el poder.
Por ello, ni el PRI ni el PAN ni mucho menos el PRD u otro partido político cualquiera –de los llamados de “bisagra” y también de “negocio familiar”— pueden movilizar masas como la organización que abandera don AMLO.
Esa organización no es un partido político ni formal ni de fecho, aunque sus fines sí sean paralelos en función de que sus militantes consideran indispensable para transformar al país acceder al poder Ejecutivo y Legislativo por la vía electoral.
¿Es por esa razón que don AMLO puede convocar a tanta gente y el PRI, PAN y PRD no? Dicho con simplismo, sí. Pero ello es mucho más complejo y una respuesta simple no explicaría el fenómeno, aunque sí podría resumirse.
Don AMLO ha llegado a lugares de México jamás visitados por los políticos de convención --de modus vivendi y modus operandi— y atendido a grupos sociales históricamente marginados, a quienes, por añadidura, ha organizado para sí.
III
Nos conduce esto al quid mismo de la respuesta: organización de masas. Esa es la clave. Mientras casi todas las entidades del progresismo/vanguardismo y los mexicanos en movimiento gastan pólvora en infiernitos, don AMLO organiza a la gente.
Además, la bandera del amloísmo ondea al vaivén del discurso de la denuncia y el cambio del statu quo opresivo, aunque el señor López Obrador no ha dicho cómo lograría, si elegido, esa transformación. Los demás políticos evaden hablar de cambio.
Ello, hágase la salvedad, no implica que don AMLO transforme al país si elegido Presidente de México. Llegar a Los Pinos y transformar desde allí al país son sus objetivos estratégicos centrales. Ya estamos viendo cómo podría lograr el primero.
No ha dicho cómo lograr el segundo: no basta sólo con ser Presidente, sino también contar con un Congreso afín y anular al conservadurismo rapaz, entreguista –la mafia en el poder— dispuesto y preparado incluso a financiar una guerra civil como en 1857-61.
En ese conflicto –llamado Guerra de Reforma o de los Tres Años-- Benito Juárez enfrentó al conservadurismo (redivivo hoy en el priísmo-panismo y el perredismo chuchista) que ya trataba de traer a Maximiliano y en los grandes negocios.
ffponte@gmail.com
Andrés Manuel López Obrador, En Tekax, Yuc. (7/VIII/2010).
I
Si las elecciones del 4 de julio nos ofrecieron experiencias y moralejas, esas fueron, una, la de que los partidos políticos no son organizaciones representativas excepto de sí mismas y, otra, la de que no pueden movilizar masas sin incentivos materiales.
Dicho de otro jaez, caro leyente: los partidos políticos no son organizaciones que reflejen el sentir de la ciudadanía en general ni el parecer de agrupaciones políticas de verdadera vanguardia o progresistas o simplemente en movimiento telúrico.
Tampoco representan fuerzas políticas reales, pues las cúpulas de los partidos mayoritarios –PRI y PAN, sobre todo, pues el PRD se ha quedado a la zaga a resultas de sus alianzas con los panistas-- sólo se representan a sí mismos, a nadie más.
Tan no representan los intereses populares esos partidos políticos que ninguno de sus candidatos a gobernador, legisladores y alcaldes en ese cotejo de julio pasado reconoció públicamente que México corre un gran peligro sin precedente en su historia.
Y al no reconocer la crisis económica, política, social y hasta cultural devenida de una forma de organización de la economía y del poder dominado por una mafia que saquea al país y lo cede a trasnacionales, esos candidatos no hicieron propuestas para superarla.
Por supuesto, las alianzas electorales “antinatura” (Manlio Fabio Beltrones dixit) PAN-PRD en Oaxaca, Puebla y Sinaloa no demuestran aun su viabilidad sino hasta que sus candidatos, hoy electos, gobiernen. La duda persiste: ¿con qué proyecto gobernarán?
II
Lo fehaciente de esas alianzas es que el PRI no concita confianza del elector. Más que votar por Gabino Cué, Rafael Moreno Valle y Mario López Valdez se votó contra el PRI. En Veracruz y Durango, los priístas tuvieron que comprar votos. Masivamente.
En Veracruz, por ejemplo, muchos dirigentes de organizaciones gremiales y de colonos –otrora parte del clientelismo priísta y panista-- chantajearon al PRI y al PAN, pues exigían más dinero para movilizar hacia las urnas a los votantes bajo su control.
De esa degradación tan atroz de la política y del ejercicio comicial son responsables no sólo los votantes que venden su voto al mejor postor, sino los propios personeros del poder político del Estado y, en particular, los miembros de la mafia en el poder.
Por ello, ni el PRI ni el PAN ni mucho menos el PRD u otro partido político cualquiera –de los llamados de “bisagra” y también de “negocio familiar”— pueden movilizar masas como la organización que abandera don AMLO.
Esa organización no es un partido político ni formal ni de fecho, aunque sus fines sí sean paralelos en función de que sus militantes consideran indispensable para transformar al país acceder al poder Ejecutivo y Legislativo por la vía electoral.
¿Es por esa razón que don AMLO puede convocar a tanta gente y el PRI, PAN y PRD no? Dicho con simplismo, sí. Pero ello es mucho más complejo y una respuesta simple no explicaría el fenómeno, aunque sí podría resumirse.
Don AMLO ha llegado a lugares de México jamás visitados por los políticos de convención --de modus vivendi y modus operandi— y atendido a grupos sociales históricamente marginados, a quienes, por añadidura, ha organizado para sí.
III
Nos conduce esto al quid mismo de la respuesta: organización de masas. Esa es la clave. Mientras casi todas las entidades del progresismo/vanguardismo y los mexicanos en movimiento gastan pólvora en infiernitos, don AMLO organiza a la gente.
Además, la bandera del amloísmo ondea al vaivén del discurso de la denuncia y el cambio del statu quo opresivo, aunque el señor López Obrador no ha dicho cómo lograría, si elegido, esa transformación. Los demás políticos evaden hablar de cambio.
Ello, hágase la salvedad, no implica que don AMLO transforme al país si elegido Presidente de México. Llegar a Los Pinos y transformar desde allí al país son sus objetivos estratégicos centrales. Ya estamos viendo cómo podría lograr el primero.
No ha dicho cómo lograr el segundo: no basta sólo con ser Presidente, sino también contar con un Congreso afín y anular al conservadurismo rapaz, entreguista –la mafia en el poder— dispuesto y preparado incluso a financiar una guerra civil como en 1857-61.
En ese conflicto –llamado Guerra de Reforma o de los Tres Años-- Benito Juárez enfrentó al conservadurismo (redivivo hoy en el priísmo-panismo y el perredismo chuchista) que ya trataba de traer a Maximiliano y en los grandes negocios.
ffponte@gmail.com
No hay comentarios.:
Publicar un comentario