Por Ricardo Rocha
31 agosto 2010
No hay duda de que somos el centro del mapa internacional de violencia. Ya de por sí hemos estado señalados en años recientes. Pero ahora, el hallazgo de los 72 cuerpos en un rancho de San Fernando, Tamaulipas, nos reconfirma como país de bárbaros.
El recorrido por los principales medios del mundo es prácticamente insoportable por la enorme carga de vergüenza. En todas partes se habla de México como un país en donde el crimen es lo cotidiano y la sangre corre todos los días. Más específicamente, en el ámbito latinoamericano se añade un merecido reclamo por sus víctimas. A las que no supimos proteger ni preservar sus más elementales derechos humanos. Lo mismo la ONU, la OEA y todas las organizaciones no gubernamentales nos cuestionan, nos exhiben y nos condenan.
Tanto como el modo en que fueron ejecutados estos 58 hombres y 14 mujeres, estremece saber que no es un hecho aislado. Se estima en 18 mil el número de migrantes secuestrados cada año. Varios miles de ellos son asesinados y desaparecidos en cualquier parte del territorio que han de cruzar para buscar la sobrevivencia en EU. Lo grave es que el gobierno de México es su primer extorsionador en cuanto los migrantes cruzan la inexistente frontera sur. Porque de inmediato son asaltados por los voraces agentes del Instituto Nacional de Migración, que además los pastorean y entregan como carne de matadero.
A propósito, el 23 de junio de 2009 escribí aquí que me ofendía el que la comisionada de esa instancia, Cecilia Romero —que está en ese cargo no por lo que sabe sino por sus amistades— dijera que el turismo sexual, el tráfico de mujeres, las redes de pederastia, el plagio y la violencia contra los migrantes “son males de la humanidad que México no puede erradicar”.
También escribí que esa declaración “indigna por todas partes: porque con esos argumentos pretende justificar la gigantesca corrupción de los mercenarios a su cargo en el INM, además de que reconfirma la insensibilidad de un gobierno que jamás se conduele del dolor ajeno… más aun, con una vergonzante carga de discriminación y racismo porque las víctimas son extremadamente pobres y vulnerables”.
Hoy día la situación no ha mejorado en lo más mínimo. Por el contrario, se ha agravado al extremo de esta barbarie que nos avergüenza ante el mundo entero.
El nuevo vocero, el señor Poiré, justifica que como los narcos van perdiendo la guerra de las drogas ahora se han movido al negocio de los migrantes. No es cierto. Se han expandido. Y por definición, también en el tráfico humano cuentan con la complicidad oficial.
El recorrido por los principales medios del mundo es prácticamente insoportable por la enorme carga de vergüenza. En todas partes se habla de México como un país en donde el crimen es lo cotidiano y la sangre corre todos los días. Más específicamente, en el ámbito latinoamericano se añade un merecido reclamo por sus víctimas. A las que no supimos proteger ni preservar sus más elementales derechos humanos. Lo mismo la ONU, la OEA y todas las organizaciones no gubernamentales nos cuestionan, nos exhiben y nos condenan.
Tanto como el modo en que fueron ejecutados estos 58 hombres y 14 mujeres, estremece saber que no es un hecho aislado. Se estima en 18 mil el número de migrantes secuestrados cada año. Varios miles de ellos son asesinados y desaparecidos en cualquier parte del territorio que han de cruzar para buscar la sobrevivencia en EU. Lo grave es que el gobierno de México es su primer extorsionador en cuanto los migrantes cruzan la inexistente frontera sur. Porque de inmediato son asaltados por los voraces agentes del Instituto Nacional de Migración, que además los pastorean y entregan como carne de matadero.
A propósito, el 23 de junio de 2009 escribí aquí que me ofendía el que la comisionada de esa instancia, Cecilia Romero —que está en ese cargo no por lo que sabe sino por sus amistades— dijera que el turismo sexual, el tráfico de mujeres, las redes de pederastia, el plagio y la violencia contra los migrantes “son males de la humanidad que México no puede erradicar”.
También escribí que esa declaración “indigna por todas partes: porque con esos argumentos pretende justificar la gigantesca corrupción de los mercenarios a su cargo en el INM, además de que reconfirma la insensibilidad de un gobierno que jamás se conduele del dolor ajeno… más aun, con una vergonzante carga de discriminación y racismo porque las víctimas son extremadamente pobres y vulnerables”.
Hoy día la situación no ha mejorado en lo más mínimo. Por el contrario, se ha agravado al extremo de esta barbarie que nos avergüenza ante el mundo entero.
El nuevo vocero, el señor Poiré, justifica que como los narcos van perdiendo la guerra de las drogas ahora se han movido al negocio de los migrantes. No es cierto. Se han expandido. Y por definición, también en el tráfico humano cuentan con la complicidad oficial.
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