viernes, septiembre 10, 2010

Vitral.Un frío Bicentenario

Por Javier Solórzano




10 septiembre 2010

No levanta emociones el Bicentenario porque el estado de las cosas nos tiene abrumados. Está difícil pensar en otros tiempos, cuando el nuestro está cargado de confrontaciones, desigualdades, incredulidad y, sobre todo, de desesperanza. Las festividades han sido un dolor de cabeza para más de alguno. Se cierran calles, el tránsito se vuelve inaguantable, a lo que se suma la gran cantidad de obras interminables, como sucede en el DF y Guadalajara.

Es difícil ver el pasado cuando tenemos el presente que tenemos, el cual augura un incierto futuro. Para nuestro país, el Bicentenario se ha convertido, más que en un recuerdo y una fiesta del pasado y de nuestra historia, en un “debe” que pasa a segundo plano, un jubiloso recuerdo. Varios países latinoamericanos llevan años organizando sus bicentenarios. Argentina, por ejemplo, lleva 10 años organizando “su” bicentenario, el cual ha sido pensado como una fiesta de la reflexión, análisis, recuerdos, y diversión. La importancia que le han concedido tiene como eje central el que tenga que ver auténticamente con los argentinos.

Ni el bicentenario ni el centenario han sido vistos como propios en nuestro país. Pueden tener que ver con el imaginario colectivo, una especie de memoria colectiva, pero de ahí no pasa. No trasciende a las festividades de no ser que les pase por enfrente la “fiesta” encargada a chinos y australianos.

Lo que define estos tiempos es la desesperanza. Las actuales condiciones de vida y los estados de ánimo que nos están abrumando, no dan espacio para mirar lo que nos rodea de otra manera. La desesperanza tiene su razón de ser. Somos hoy una nación confrontada y atrapada en su pasado. Nadie piensa el futuro porque nadie puede deshacerse del rijoso pasado y del turbio e ininteligible presente. Estamos por momentos hartos de nosotros mismos, y esto es lo peor que nos puede pasar. No vemos el futuro porque a como dé lugar nos quieren imponer su visión del pasado y presente. Todo se ve de manera unilateral, y la convicción democrática se diluye en medio de un juego de vencidas en donde quien hoy es ganador, mañana puede ser el nuevo derrotado.

No hay futuro porque nos abruma la desesperanza, y porque hemos empezado a dejar de creer y querer lo que nos rodea, que finalmente es el país mismo. Estamos entrampados entre historias reales y ficticias. Pareciera que necesitamos de temblores, inundaciones o cosas parecidas para vernos unos a otros. Últimamente, hasta en esto andamos fallando. La atención a las inundaciones en Veracruz navega entre la falta de solidaridad y las sospechas de mal uso de los recursos para los damnificados. Veremos si los spots “no sexys” de Ana de la Reguera cambian las cosas.

No estamos para celebrar el presente. Pero debemos ser capaces de reconocer nuestro pasado en la reflexión y la fiesta. Hasta ahora vamos encaminados hacia un Bicentenario frío y lejano, que no tiene que ver con lo que hace 200 y 100 años construyeron mexicanas y mexicanos, las cuales, si algo hicieron, fue vencer su presente para diseñar el futuro.

¡OUUUUCHCHC! Es muy serio el tema de trata de personas como para que termine en una bronca particular.

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