Por Javier Solórzano
08 octubre 2010
En su road show de esta semana, el presidente Calderón tuvo dos interesantes entrevistas. Con Pablo Hiriart puso en duda que el PRI vaya a regresar en el 2012, declaración que le sirvió para darle un “estate quieto” a Fox y a Espino. Con Salvador Camarena nos recordó su faceta de candidato aguerrido, al asegurar que López Obrador sí era un peligro para México. No le ayuda a nadie su declaración. Pudo referirse con elegancia al tema; sin embargo, optó por el lado rencoroso que bien pudo evitar, a sabiendas de que lo que estaba diciendo trascendería.
AMLO trató de dar cachetada con guante blanco. Dijo que a pesar de los 30 mil muertos no diría algo así de Calderón. Quizá no hay necesidad de que diga lo que piensa después de lo que ha dicho a lo largo de estos años. Calderón se equivoca. No cabe señalar a un candidato a la Presidencia como “un peligro”. No tiene sentido porque el tabasqueño participaba en las elecciones con las reglas de las elecciones. Que haya cometido errores, excesos, que haya utilizado un discurso duro que a algunos no les gusta, no lo hace “un peligro”. Es evidente que los problemas derivados de las elecciones tienen precisamente a estos personajes como eje.
Ni AMLO ni Calderón, sobre todo por las declaraciones del Presidente, acabaron por entender la democracia. Uno se siente defraudado del uso que se hizo de ella y el otro llegó, a pesar de haber llegado al poder con sus votos y con la ayuda de Vicente Fox. Gobierna abrumado por sus fantasmas que cuestionan la legitimidad de su triunfo. En estos cuatro años, en lugar de que el círculo perverso se convierta en virtuoso, la vida del país se ha visto severamente afectada precisamente por la forma en que han actuado Calderón y AMLO.
Uno pudo darle a la elección un valor absoluto y creíble con el “voto por voto, casilla por casilla”, en tanto que el otro, durante algunos años, se quedó como congelado en el tiempo, con todo lo que esto significa. Revivir esos días, más allá de que a Calderón le hayan hecho la pregunta, trae de vuelta un asunto que genera división. Vamos de nuevo en vuelo directo al pasado que confronta. No hay forma de que gane la cordura. Les gana el rencor y la idea de que el pasado es de ellos. El presente existe en la medida que les da espacios para acceder al poder y conservarlo. Del futuro no hay forma de hablar y menos de pensarlo.
Al entrar en el último tercio de su gobierno, Calderón entra en una de sus facetas que mejor le salen: ser militante y activista. AMLO, a sabiendas de los tiempos políticos por venir, ha arreciado sus ataques a la dirección del PRD. No se trata sólo de su oposición a las alianzas, aunque su criterio sobre el tema sea confuso (Oaxaca sí, Edomex no). Su oposición es directa con los Chuchos; quiere que se vayan pero ya. El PRD es como la Selección Nacional: una cosa es lo que queremos ver y otra cosa es lo que es. El PAN no ha sabido ser partido en el poder. Uno y otro con sus respectivos caciques se andan dando un entre más en el callejón de la vuelta de la escuela, como en la secun.
¡OOOUUCHCHCH! El fenómeno está presentándose en diversas ciudades: jóvenes secuestrados de los cuales no se vuelve a saber nada. Algunos padres de familia nos aseguran que es probable que se los lleve la delincuencia organizada para que trabajen para ellos. No descartan que el secuestro de los 20 michoacanos en Acapulco pueda tener que ver con ello.
AMLO trató de dar cachetada con guante blanco. Dijo que a pesar de los 30 mil muertos no diría algo así de Calderón. Quizá no hay necesidad de que diga lo que piensa después de lo que ha dicho a lo largo de estos años. Calderón se equivoca. No cabe señalar a un candidato a la Presidencia como “un peligro”. No tiene sentido porque el tabasqueño participaba en las elecciones con las reglas de las elecciones. Que haya cometido errores, excesos, que haya utilizado un discurso duro que a algunos no les gusta, no lo hace “un peligro”. Es evidente que los problemas derivados de las elecciones tienen precisamente a estos personajes como eje.
Ni AMLO ni Calderón, sobre todo por las declaraciones del Presidente, acabaron por entender la democracia. Uno se siente defraudado del uso que se hizo de ella y el otro llegó, a pesar de haber llegado al poder con sus votos y con la ayuda de Vicente Fox. Gobierna abrumado por sus fantasmas que cuestionan la legitimidad de su triunfo. En estos cuatro años, en lugar de que el círculo perverso se convierta en virtuoso, la vida del país se ha visto severamente afectada precisamente por la forma en que han actuado Calderón y AMLO.
Uno pudo darle a la elección un valor absoluto y creíble con el “voto por voto, casilla por casilla”, en tanto que el otro, durante algunos años, se quedó como congelado en el tiempo, con todo lo que esto significa. Revivir esos días, más allá de que a Calderón le hayan hecho la pregunta, trae de vuelta un asunto que genera división. Vamos de nuevo en vuelo directo al pasado que confronta. No hay forma de que gane la cordura. Les gana el rencor y la idea de que el pasado es de ellos. El presente existe en la medida que les da espacios para acceder al poder y conservarlo. Del futuro no hay forma de hablar y menos de pensarlo.
Al entrar en el último tercio de su gobierno, Calderón entra en una de sus facetas que mejor le salen: ser militante y activista. AMLO, a sabiendas de los tiempos políticos por venir, ha arreciado sus ataques a la dirección del PRD. No se trata sólo de su oposición a las alianzas, aunque su criterio sobre el tema sea confuso (Oaxaca sí, Edomex no). Su oposición es directa con los Chuchos; quiere que se vayan pero ya. El PRD es como la Selección Nacional: una cosa es lo que queremos ver y otra cosa es lo que es. El PAN no ha sabido ser partido en el poder. Uno y otro con sus respectivos caciques se andan dando un entre más en el callejón de la vuelta de la escuela, como en la secun.
¡OOOUUCHCHCH! El fenómeno está presentándose en diversas ciudades: jóvenes secuestrados de los cuales no se vuelve a saber nada. Algunos padres de familia nos aseguran que es probable que se los lleve la delincuencia organizada para que trabajen para ellos. No descartan que el secuestro de los 20 michoacanos en Acapulco pueda tener que ver con ello.
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