La salud del presidente de la República es un asunto de seguridad nacional. Sus decisiones afectan, para bien o para mal, la vida de los mexicanos, y determinan las relaciones políticas, económicas y sociales con otros países. Por ello, el gabinete de seguridad nacional debe preocuparse y ocuparse de lo ocurrido hace unos días a su jefe Felipe Calderón, quien, ante un clima de terror y presión por la amenaza del narcotráfico, ha llegado a un punto mental de negar dichos y hechos que antes repetía con insistencia.
Hace dos semanas, Calderón afirmó, en un diálogo con organizaciones civiles, que nunca había calificado como una “guerra” el combate que el gobierno federal sostiene en contra de la delincuencia organizada. De inmediato, los medios de comunicación desmintieron al presidente y exhibieron –con grabaciones de imagen y voz– cómo desde que llegó a Los Pinos ha repetido una y otra vez que se trata de una “guerra” (sic) del Estado en contra de los cárteles de la droga.
Esta contradicción en el pensamiento del mandatario mexicano no es cosa menor y debe ser analizada por un cuerpo médico de especialistas, quienes deben determinar su estado de salud física y mental para que el Congreso considere si el jefe del Ejecutivo está en condiciones de gobernar. Sobre todo porque el tema de la delincuencia organizada y la violencia que asola el país –con un saldo de más de 34 mil ejecutados en sus cuatro años de gobierno, de los cuales más de 15 mil fueron asesinados en 2010– lo ha sometido a duras críticas y presiones.
Recordamos que hace algunos años, cuando arrancó su campaña a la Presidencia, Calderón se refirió al candidato opositor Andrés Manuel López Obrador como “un peligro para México”, y hace apenas unos meses, en una entrevista radiofónica, al explicar el motivo de aquella dura declaración, el mandatario argumentó que el odio y la rabia social del excandidato presidencial habían contaminado a un importante sector de la sociedad.
Ahora, desesperado, contradictorio y bipolar en su forma de gobernar, Calderón es quien debe someterse a un tratamiento clínico para determinar si está en condiciones de salud adecuadas para seguir tomando decisiones sobre el rumbo del país y que sean las mejores para los mexicanos, o aclarar si él es quien se ha convertido en “un peligro para México”.
En Estados Unidos, el Departamento de Estado coincide en la urgencia de revisar si Calderón está en condiciones de gobernar. Así lo hizo saber la secretaria de Estado, Hillary Clinton, quien, según las filtraciones de Wikileaks sobre México, solicitó en uno de los cables fechado en diciembre de 2009 se le informara cómo están afectando en la personalidad del presidente Felipe Calderón y en su forma de gobernar las noticias adversas de la “guerra” contra el narcotráfico y la crisis económica en México. También el gobierno de Obama considera que el mandatario mexicano puede ser un peligro para la seguridad nacional de Estados Unidos.
Un trastorno afectivo bipolar
Como referencia, en Wikipedia se explica que la enfermedad de trastorno afectivo bipolar, también conocido como trastorno bipolar y, antiguamente, como psicosis maniaco-depresiva, es el diagnóstico siquiátrico que describe un trastorno del estado de ánimo caracterizado por la presencia de uno o más episodios con niveles anormalmente elevados de energía, cognición y del estado de ánimo.
Agrega que clínicamente se refleja en estados de manía o, en casos más leves, hipomanía junto con episodios concomitantes o alternantes de depresión, de tal manera que el afectado suele oscilar entre la alegría y la tristeza de una manera mucho más marcada que las personas que no padecen esta patología.
Por lo general, dice Wikipedia, tiene expresión por un desequilibrio electroquímico en los neurotransmisores cerebrales. Adicionalmente, debido a las características del trastorno bipolar, los individuos tienen más riesgo de mortalidad por accidentes y por causas naturales, como las enfermedades cardiovasculares. A pesar de ser considerado un trastorno crónico y con una alta morbilidad y mortalidad, una atención integral que aborde todos los aspectos implicados, biológicos, sicológicos y sociales, puede conseguir la remisión total de las crisis, de ahí la gran importancia de que el diagnóstico del afectado sea correcto.
El elemento básico para el tratamiento del trastorno bipolar es la toma de conciencia del problema, su conocimiento por parte del afectado y sus allegados mediante una sicoeducación adecuada que les permita hacer frente a las crisis, sin temores infundados y con las herramientas más válidas; así como prevenir las recaídas.
La terapia farmacológica personalizada, especialmente durante las fases de desequilibrio, es otra de las claves. Benzodiazepinas, antisicóticos y estabilizadores del ánimo son los fármacos más utilizados. Los patrones de cambios del estado de ánimo pueden ser cíclicos, comenzando a menudo con una manía que termina en una depresión profunda. En ocasiones, pueden predominar los episodios maniacos o los depresivos. Algunos de estos trastornos se denominan “de ciclado rápido”, porque el estado de ánimo puede cambiar varias veces en un periodo muy breve de tiempo. Otras veces se presenta el llamado “estado mixto”, en el que los pensamientos depresivos pueden aparecer en un episodio de manía o viceversa.
Faltan todavía dos años para que el actual gabinete pase al retiro. Si en 2010 hubo más de 15 mil muertes, para 2011 y 2012 el nivel de violencia podría aún ser peor. Por eso es importante que todas las decisiones que tome Felipe Calderón sean las mejores y, sobre todo, se tomen con la mejor capacidad mental posible.
*Periodista
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