@Nolato2
Advierto que mis comentarios se refieren a lo publicado por la prensa. Creo que esto se refiere a lo sustantivo en el discurso de Candiani, supuesto el caso de que los periodistas han sabido sintetizar.
El señor Candiani inicia, desarrolla y culmina su oratoria, a la manera en que lo hace un matemático o un lógico formal. Supongo que este operar es inconsciente, instintivo, porque si Candiani tuviera alguna cultura matemática, entendería que este proceder es inadecuado en las circunstancias en que lo hace. Y hago esta analogía porque él, Candiani, con su oratoria, también estructura sus modelos mentales, establece sus axiomas y procede luego a demostrar los teoremas con “razones evidentes”. Pero si Candiani actúa como matemático es, sobre todo, porque no tiene escrúpulo alguno con la realidad, no se cuida en lo absoluto de que sus modelos mentales correspondan con los hechos del mundo real. Es evidente que, para él, basta con que sus razones coincidan con su modelo mental estructurado a partir de ideas preconcebidas. Y con todo, es menester advertir también que Candiani actúa como un pésimo matemático, porque, al final, tampoco se cuida de la exigencia de que su modelo mental sea consistente en sí mismo, pues introduce “axiomas” contradictorios sin ton ni son, con el solo fin de darle coherencia subjetiva a su discurso.
Procedimiento inobjetable el de Candiani, cierto…pero para la imaginación desbocada. Y es que nadie le ha informado a Candiani que no estamos hablando ni de matemáticas ni de lógica formal. La realidad es que estamos hablando de asuntos sociales y políticos, que son terrenos de lo plausible y donde el criterio de la verdad irrefutable – si la hay - depende del apego de la razón a los hechos, a la realidad concreta, no de demostraciones evidentes en el ámbito exclusivo de la razón, abandonada a sí misma.
El “axioma” más importante en el discurso de Candiani es el siguiente: “AMLO es enemigo de los empresarios”. Digo, así lo confiesa él mismo en su pieza de oratoria cuando nos dice, por ejemplo, lo siguiente: “Andrés Manuel López Obrador tiene que mandar señales muy claras de que no está en contra del sector privado”. Por supuesto que esto equivale a un llamamiento de Candiani para que AMLO se presente ante la COPARMEX en pleno para demostrar que esa afirmación, la de que “AMLO es enemigo de los empresarios”, es falsa.
En un apunte anterior dije que he seguido a AMLO con suma atención en el plano informativo desde el año 2006. Podría decir que este seguimiento se ha convertido en una especie de ritual diario. Y no es solamente con él, sino también con otras figuras políticas del momento a nivel local e internacional. Y que yo recuerde, si repaso mi acervo, jamás he visto o escuchado a AMLO pronunciarse de hecho o de palabra contra los empresarios en general, como grupo social especializado. Por el contrario, he visto a AMLO valorar la importancia de los empresarios industriosos y creativos, esforzados, innovadores, pero, sobre todo, éticos. Y me queda claro que, en esto, y quizás sin ser él consciente de ello, AMLO cree y propugna más que nadie por el cumplimiento del modelo del sector empresarial tal como lo concebían Smith, Ricardo, Stuart Mill, Marshall y Keynes, los padres de la teoría económica moderna.
Me consta que AMLO, en este tema en particular, se ha pronunciado básicamente de la siguiente manera:
- Tanto mercado como sea posible, y tanto Estado como sea necesario – tal como afirmaba Keynes…y muy sabiamente, por cierto -.
- No a los empresarios evasores de impuestos.
- No a las prebendas fiscales injustificadas.
- No a los monopolios.
- No a la concesión y venta injustificadas de bienes y recursos públicos en provecho de grupos de interés privado y de grupos políticos corruptos.
Pero, a saber, y como decía arriba, todo esto está en perfecta consonancia con los postulados éticos utilitaristas de la teoría económica moderna. En efecto, lo que manifiesta AMLO en este terreno se entronca perfectamente bien con el engranaje dogmático que, en teoría, ha de dirigir a la economía de libre mercado hacia la mayor eficiencia posible y, en consecuencia, hacia el óptimo de Pareto. Estoy cierto de que si AMLO, como político, pronunciara esto en un asamblea de pensadores liberales encabezada por Adam Smith y Marshall, recibiría una ovación atronadora dirigida por estas dos figuras históricas. Probablemente lo declararían como la mejor opción para la presidencia de México.
Y ya que tal es la realidad real, y salvo que Candiani muestre otros hechos en contrario, ya estamos en una disyuntiva que debemos resolver. Y poco importa si AMLO quiere y puede demostrar algo que no dijo. El hecho es que Candiani tiene que decir cuál es la opción correcta de entre las dos siguientes:
Primera opción: Candiani miente de manera deliberada y conveniente a sus intereses, pues adjudica a AMLO una afirmación que éste nunca hizo.
Segunda opción: El concepto de “empresario” en el modelo mental de Candiani es la antítesis o el contrario del concepto de empresario que se corresponde con los principios éticos utilitaristas de la teoría económica liberal.
Estoy persuadido de que la opción correcta es la segunda. Es decir, como tengo la certeza de que AMLO propugna, como lo ha demostrado en hechos, por el modelo de empresario postulado por la teoría económica liberal, me persuado de que Candiani propugna por el concepto de empresario del neoliberalismo – porque no puede tratarse de un marxista en la COPARMEX -. Y es que el concepto de empresario en el neoliberalismo cumple a cabalidad con todos los vicios que ha señalado AMLO y que, además, se determinan ya como los ejes de gravead en torno a los cuales gira el fracaso del modelo de libre mercado desde los años setenta, y que, en último término, explican el estado generalizado de crisis y fracaso de la economía de la especie humana. De ser esto cierto, queda seriamente cuestionada la posición de Candiani en la medida en que representa un sector empresarial donde no todos los miembros son beneficiarios de las “viciosas” ventajas del neoliberalismo, algo reservado solamente para los grandes en el sector. Sin embargo, reconozco que no tengo los hechos en la mano para decir si esta persuasión mía es correcta o cierta. Con todo, los dichos y hechos de AMLO nos indican, por lo menos, y con toda certeza, que la primera opción es correcta y que, en consecuencia, Candiani miente.
En efecto, Candiani usa de una falacia muy quemada para pedirle a AMLO que se presente a refutar algo que él – AMLO - nunca afirmó. A este caso, Candiani actúa como un disputador sofista de los juzgados áticos, y se constituye prácticamente en la astuta dupla de Anitos y Melitos para, ante un auditorio muy a modo, convertir a un AMLO en un criminal a través del recurso de imputarle falsos hechos.
Reafirmo que, para mí, la razón y los hechos me indican que AMLO se ha pronunciado siempre por un empresariado ético a fin de potenciar las virtudes del sistema de libre mercado hasta donde sea posible.
Pero el punto más importante en este apartado es el siguiente: para los que no se chupan el dedo, los hechos indican fehacientemente que esa afirmación de que “AMLO es enemigo de los empresarios” fue inventada y adjudicada por algunos núcleos empresariales inmorales, neoliberales, que se sintieron amenazados con el programa ético empresarial por el que propugna AMLO desde siempre. Es precisamente esto lo que me hace estar completamente persuadido de que, en el modelo mental de Candiani, el concepto de empresario es el neoliberal, un modelo muy ad hoc para la generación de monopolios antinaturales, y que es completa y demostradamente nocivo y pernicioso para la eficiente y óptima operación del sistema de libre mercado. A decir verdad, estar a favor de este concepto neoliberal de empresario, es pronunciarse en contra de la libre empresa y del libre mercado.
Esa campaña de difamación contra AMLO, nos consta con hechos, fue ideada y ejecutada durante los aciagos tiempos de la guerra sucia en el proceso electoral del 2006, y que concluyó con el golpe de Estado oculto que sufrimos los mexicanos de a pie.
Así las cosas, pareciera que los que tienen que presentarse públicamente a demostrar la afirmación de que “AMLO es enemigo de los empresarios”, son precisamente los creadores y ejecutores de esa campaña fascista de difamación contra AMLO. Aunque adelanto que, si ese intento de demostración se concreta – que lo dudo -, está destinada al fracaso desde ya. Arriba ya adelanté el corazón de la verdad.
Otro de los “axiomas” de Candiani es el siguiente: El sector empresarial trabaja con sentido de responsabilidad social. Y en esta parte seguimos en la misma tónica: se trata de una construcción mental de Candiani. En el modelo mental de Candiani, las cosas operan más o menos de la siguiente forma:
“Todo hombre con sentido de responsabilidad social, le hace un bien a la patria”;
“Los empresarios mexicanos trabajan con sentido de responsabilidad social”;
“Por tanto, los empresarios mexicanos le hacen un bien a la patria”.
Impecable e irrebatible razonamiento. Sí, pero otra vez, razonamiento válido solamente en la mente de Candiani, no con respecto a la realidad. Lo dicho por Candiani puede ser real en ciertos casos, pero solamente por accidente, no por necesidad racional. Y esto de “racional” debería ir así, tal como lo apunté, entrecomillado, porque la racionalidad económica liberal es, por principio inocultable, completamente ajena a cualquier pretensión humanista, cristiana o patriotera.
Si usted revisa la historia económica, por lo menos la del capitalismo, se dará cuenta que los empresarios actúan movidos por su egoísmo, por su interés privado. Y esto no es exclusivo del empresario; el trabajador manual, el que alquila su fuerza de trabajo, actúa del mismo modo cuando interactúa en el mercado de trabajo. De hecho, la economía está diseñada y estructurada sobre ese principio ético utilitarista y realista, y que surge a partir de un hecho reiteradamente observado como para convertirse en causa de un principio: el simple egoísmo de cada individuo. Y esta ciencia no emite juicios de valor y nada dice en torno a si esto es bueno o malo; simplemente lo asume como una realidad ineludible y la racionaliza en un cuerpo de doctrina que guía a los hombres en la prosecución del funcionamiento eficiente y óptimo de las actividades económicas de una sociedad sobre el motor del egoísmo.
El empresario tiene que actuar como un completo Melquisedec crematístico, no tener más padre ni madre, ni otra patria, que el mecanismo de los precios. Y más le vale al empresario, por su propio bien, acatar esta máxima si es que desea ser eficiente y exitoso en su tarea y en su función social. En efecto, nada más contrario y ajeno a la lógica empresarial del libre mercado que las motivaciones humanitarias y cristianas. Humanitarismo y negocio, como agua y aceite.
Al empresario exitoso no le preocupa otra cosa que el buen funcionamiento y el crecimiento de su negocio sobre la base da la racionalidad, del cálculo económico, y cuidando siempre de seguir al pie de la letra aquel viejo adagio que reza: “Al ojo del amo, engorda el caballo”. Esto no quita, por supuesto, que el empresario pueda sujetar su conducta a ciertos preceptos de moral humanitaria; pero esos preceptos, en tanto que “empresario”, siempre estarán supeditados a la neutralidad moral de la racionalidad económica.
Para entender esto, el lector solamente tiene que preguntarse cuáles son sus criterios de decisión a la hora de comprar cualquier artículo de consumo. ¿Decide por criterios económicos o por criterios humanistas? ¿Compra un pantalón tratando de pagar el mayor precio o el más bajo posible? ¿Compra la despensa en la tienda del compadre, pese a que éste vende a precios altos en relación a otros establecimientos?...Es claro que la racionalidad económica es el núcleo de los criterios de decisión en el mercado, y lo mismo vale para todos los agentes económicos, tanto empresarios como trabajadores.
Así las cosas, el empresario, como todo agente económico racional, actúa apremiado por su egoísmo y, por ende, con un sentido de responsabilidad para con la satisfacción de su utilidad individual. Desde esta perspectiva, en el ámbito de las decisiones económicas legítimas, acordes al estado de derecho o a las reglas del juego, toda invocación a la presunta existencia de un sentido de responsabilidad social en el empresario es mera fantasmagoría y politiquería.
Candiani mismo debe de saber que el sentido de responsabilidad social es tan realistamente ajeno a las motivaciones conductuales de los agentes económicos en el mercado, que los economistas clásicos y neoclásicos lo tuvieron que localizar en la Mano Invisible de Adam Smith, en una fuerza impersonal, descarnada y cuasimetafísica, que, una vez racionalizada, daba cuenta, para ellos, del hecho inapelable de que es la interacción de los egoísmo individuales la que hace posible el bienestar del agregado humano, de la sociedad.
¿Es todo esto malo? No, por supuesto que no. Recordemos que la ciencia económica no se hace estas preguntas cuajadas de juicios de valor. Desde la óptica de la economía liberal, simplemente es legal y legítima toda actuación económica egoísta que se inscriba en el estado de derecho correspondiente, en el marco de las reglas del juego establecidas para tal efecto.
De esta forma, en el caso de Candiani, me hago una pregunta: ¿a qué vienen falsos escrúpulos para tratar de encubrir un egoísmo real con la fantasmagoría de la supuesta existencia de un sentido de responsabilidad social en los empresarios mexicanos? ¿De qué hablamos, de empresarios o de samaritanos? Enfoquemos las cosas en su debido ámbito.
Y la construcción mental de Candiani en torno a la supuesta responsabilidad social del empresario mexicano queda más expuesta en su subjetividad y fantasmagoría una vez traemos a cuentas el estado actual de México en materia de empleo, subempleo, salarios y pobreza.
Está más que probado que, en México, las diferencias remunerativas entre trabajadores de cuello blanco y trabajadores de cuello azul es mucho más amplia, a favor de los primeros, que en el caso de varios países emergentes, y no se diga en comparación a los países de primer mundo. A lo largo de los últimos treinta años el desempleo en México es un problema grave y recurrente. Más grave es la situación referente al subempleo y a la economía informal debida a las bajas remuneraciones laborales. ¿Y qué decir de un país en que la pobreza es ya un problema estructural y sistémico que hunde en esta condición a un poco más de la mitad de la población?
Supuesto el caso, contra la razón, que exista eso que Candiani llama “el sentido de responsabilidad social de los empresarios mexicanos”, me pregunto varias cosas respecto de la COPARMEX y su “humanitarismo”: ¿Cómo es que no han modificado sus conductas empresariales a grado de permitir que el país haya arribado a la lamentable condición que guarda en esas y otras materias? ¿Cómo es que no se han activado políticamente para cortar de tajo con la mala gestión gubernamental del sistema político oficial hasta el momento?
¿De qué sirve un principio ético que no motiva acción consecuente? De nada, por cierto, y se convierte en mera subjetividad, fantasmagoría, en ornamento y en escrúpulo inútil. Y llegados a esto, de nuevo tenemos que concluir que ese “sentido de responsabilidad social” solamente existe en el modelo mental de Candiani.
Voy a rematar a este “sentido de responsabilidad social del empresario” aduciendo otra realidad más.
Cualquier ligero repaso a los antecedentes de las familias empresariales más prominentes en la historia general del capitalismo, nos muestra que éstas han fundado sus fortunas en conductas muy ajenas a todo principio moral y que solían pasar por alto las reglas del juego acordadas en el libre mercado. Esto está perfectamente bien documentado.
En Europa, la familia Rothschild – considerada hoy en día como una de las principales dueñas de la riqueza mundial - operaba como una verdadera corporación monopólica en el ámbito de las operaciones financieras. Haciendo honor a su apellido – Escudo Rojo, y elegido por el fundador de la familia -, su giro principal lo constituía el fondeo financiero a las muy continuas guerras entre estados europeos y a las campañas militares-colonialistas del viejo imperio inglés en África, India y China; tarea que alcanza su clímax en la primera guerra mundial. Como se puede ver, la fortuna de esta familia está edificada sobre una montaña de muerte, de millones de vidas humanas perdidas en la violencia militarista. Y si bien es cierto que ese descomunal desperdicio de vidas humanas no es responsabilidad directa de esa familia, tampoco se puede ocultar que colaboraron en mucho en esta ruta de destrucción de los estados europeos, y con un gran fervor empresarial.
En Estados Unidos se replica la misma realidad de la familia Rothschild en el entorno de familias empresariales como Rockefeller, Morgan, y otras tantas que, al día de hoy, siguen siendo el eje de gravedad de la “alta” cultura de las 400 ó 600 familias norteamericanas que dominan la economía y el poder político, no sólo de aquel país, sino del mundo entero. Y esto fue también logrado bajo el mismo rasero “ético” de los Rothschild; es decir, a través de conductas que solían romper con todo principio de moral y con las reglas del juego del libre mercado. Andando el tiempo, estas familias, con sus conductas, se ganaron la repulsión del norteamericano promedio y, en la cultura baja, pasaron a ser conocidos bajo el nombre de los “Robber Barons”, o los “Barones Rateros”, en un acto consumado de sabiduría confuciana en el pueblo –llamar y designar a las cosas por su nombre propio -. Y es menester indicar que las leyes antimonopolio en Estado Unidos surgieron en razón de ese creciente descontento popular con respecto a las conductas poco éticas de los llamados “Robber Barons”; conductas que no dejaron de llegar al extremo de mancharse las manos con sangre. Sin embargo, también se sabe que estas leyes antimonopolio han resultado, hasta nuestros tiempos, poco más que letra muerta. Y es que las características del mercado financiero – especialmente el accionario - en Estados Unidos, el aprovechamiento de resquicios legalistas y el creciente control sobre el ámbito político, han permitido la prosecución del poder monopólico y autárquico de esas familias empresariales bajo la máscara del libre mercado, y que en los tiempos que corren constituyen verdaderas corporaciones globales bajo el auspicio del programa neoliberal por ellas inventado. Pocos podrán negar hoy en día la evidente y asfixiante influencia que estas familias ejercen en la actualidad sobre el Estado norteamericano, sobre todo a través de los sectores banca y petróleo – familia Bush, Dick Cheney, Condoleezza Rice, etc. –
Ahora bien, si estas familias empresariales poderosas, de primer orden a nivel planetario, y que son por ello los emblemas del capitalismo moderno, si ellas, digo, han mostrado una conducta realista, egoísta hasta el delirio y al grado de echar por tierra al mismo principio ético utilitarista que rige al sistema de libre y leal competencia en el mercado, ¿puede otorgarse algún crédito al modelo mental de Candiani en lo que toca a la supuesta existencia de un sentimiento de responsabilidad social en el empresario mexicano?
Estamos en el terreno de lo plausible, donde los hechos tienen la última palabra. Usted ¿qué opina?
Candiani debe saber que Keynes encontró en esta realidad desoladora en torno a la conducta empresarial que deviene de un egoísmo exacerbado, una de las causas principales para las fallas del mercado libre y de las crisis recurrentes del sistema capitalista. De ahí deriva la propuesta keynesiana para encarnar, ahora así, al sentido de responsabilidad social en el cuerpo del Estado benefactor y regulador, y no ya en un ente cuasimetafísico como la Mano Invisible . Pero aclaro que, en el análisis keynesiano, se da por supuesto que dicho Estado ha de cumplir con su función en tanto sea gestionado por una clase política eficaz y con fuerte raigambre en sólidos principios éticos y humanistas. Y éste, como sabemos, no es el caso de una clase política como la conformada por el PRIAN; una clase política absolutamente ineficaz y corrompida hasta los huesos. Necio sería para Keynes el postular la viabilidad de un Estado benefactor en manos de semejantes aspirantes a juglares…perdón, a políticos.
Y es aquí donde llegamos a otro de los puntos que aborda Candiani en su discurso: su apoyo abierto a Enrique Peña Nieto, aspirante del PRI a la presidencia de México. ¿Motivo o causa? Simple: el pronunciamiento de Peña Nieto por la apertura completa de PEMEX a la inversión privada.
Reservaré para el siguiente apunte las argumentaciones que me permiten afirmar lo siguiente. Lo hago así, porque luego este apunte se extiende más allá de lo planeado. Cualquiera que pretenda encontrarle el fondo completo a lo que apuntaré en este momento, puede bien esperar a ese apunte para darle pleno sentido a lo que diré.
Juzgado desde el escenario actual a nivel global, el petróleo mexicano ya ha trascendido más allá del ámbito económico para convertirse, para los mexicanos, en un asunto de viabilidad y seguridad nacional. Y este carácter del asunto es palmariamente evidente cuando observamos que este producto energético se ha convertido en el eje de gravedad en torno al cual giran los conflictos regionales por todo el mundo. Desde esta perspectiva, necio, egoísta y carente de todo sentido de responsabilidad social sería tratar de encontrarle ruta a esa industria nacional con una visión puramente económica, cortoplacista y, por ello, muy a tono con los intereses egoístas del Establishment bancario-petrolero del polo hegemónico del mundo, tan urgido en estos momentos de remediar su ya endémico déficit energético. Y, como ya vemos, la propuesta de Peña Nieto - que tanto festeja Candiani -, se inscribe en ese espíritu economicista y carente de compromiso social, lo cual la deja ver con serios síntomas de sujeción a intereses económico-políticos a extramuros del interés nacional.
Mi opinión es que, en lo que toca a la industria petrolera nacional, las soluciones deben abordarse desde tres principios reguladores: ya no existe el largo plazo; toda solución debe ser eficiente pero poniendo su fin económico en la satisfacción exclusiva del interés nacional, limitando en todo lo posible la participación de la iniciativa privada, especialmente si se trata de grupos empresariales foráneos; el uso de la renta petrolera debe llevare con un espíritu de ahorro, de austeridad gubernamental, pero, sobre todo, de inversión en desarrollo, tecnología y reconversión industrial, para afrontar de la mejor manera posible el vuelco cultural que, sin remedio, nos espera en un horizonte temporal cercano.
Nos dice también Candiani que es preciso que AMLO reconozca las aportaciones que el sector privado hace al país; lo cual equivale a decir que AMLO ha dicho que dicho sector no hace aportaciones. De nueva cuenta, Candiani pone en boca del político argumentos que éste no ha pronunciado. Pero más allá de eso, quiero advertir en este caso algo muy importante.
Es bueno aclararle a Candiani que el empresario crea empleos, no porque busque ayudar a los demás a fin de que tengan un medio de vida, sino porque, en el entorno de una sociedad que requiere de la división del trabajo, aquél requiere del apoyo de la mano de obra en la realización de sus proyectos empresariales; proyectos que, como ya hemos visto, se mueven con el motor de una ética utilitarista centrada en un legítimo egoísmo. Así que, en el balance, así como el empresario hace posible los proyectos de vida de otros, así también los otros hacen posible su proyecto de vida. Al final, todos están bien pagados mediante un circuito social de reciprocidad de utilidades apremiantes y donde no hay actos heroicos de humanitarismo y patriotismo que deban ser elogiados devotamente por los demás.
Desde un enfoque ampliamente democrático, tan importante es la aportación que hace un campesino simple a la comunidad, como importante es lo que aporta el más prestigioso de los empresarios. Ambos cumplen una función social importante que no debe ser valorada en términos monetarios para luego, desde ahí, pretender establecer jerarquías, entramados sociales donde se da lugar a la existencia injustificada de ciudadanos de primera, de segunda y de tercera.
En el ámbito de las relaciones sociales y económicas de rutina, y donde se otorga un servicio a cambio de otro para la satisfacción mutua de utilidades, no hay motivo alguno para erigir dioses y héroes. Y es que el reconocimiento público y el trato de héroe se le otorga solamente al hombre que, en sus conductas, trasciende mucho más allá de los intereses particulares para hacer un servicio sobresaliente y desinteresado en bien de una nación, de un pueblo.
¿En una democracia hay motivo para rendir reconocimiento o culto devoto a un hombre que cumple con la función que, de rutina, por obligación, debe cumplir?
En este sentido, el que alguien pretenda en una democracia que los políticos y los ciudadanos de a pie se plieguen al reconocimiento público y casi religioso hacia un grupo social especifico, como puede ser el de los empresarios, en virtud de ciertas pretendidas virtudes patrióticas sobresalientes que no pasan de acciones de rutina, habla de una mentalidad ceñida al ideal de una estructura social no igualitaria, fundada exclusivamente en el mérito propietario y utilitarista, y bastante vertical y jerarquizada en estratos tan rígidos como las castas sociales. Y por cierto que esto me extraña sobremanera en alguien como Candiani, en alguien que representa a un sector empresarial donde, se supone, ya debiera estar bastante extendida y arraigada aquella revolucionaria teoría de gestión empresarial que privilegia la organización horizontal y resolutiva para mejor enfrentar los retos de la competencia en los mercados internacionales.
Al lector le ha de resultar muy extraño que yo considere al discurso de Candiani como una pieza de retórica eficaz, siendo que, como hemos visto, está colmada de contradicciones, prejuicios y falacias. Cualquiera pensaría que estas características convierten a la oratoria de Candiani en un discurso ineficaz. Pero no es así. Déjeme hacer unas aclaraciones para encontrarle el sentido a esto.
Si nos remitimos a la noción de retórica estudiada por Aristóteles en sus tratados de lógica y en su Retórica, y luego continuada por Cicerón, Quintiliano y Vico – que, a decir verdad, es la única noción existente -, podemos decir que la retórica es el arte de persuadir a través de las creencias del auditorio o, como decía Aristóteles, a través de las opiniones que la gente común, contra la razón, da por sentadas y aceptadas. Así pues, en retórica hablamos de opiniones, no de la verdad de las cosas. De ahí fue que, Aristóteles, siguiendo los preceptos de su maestro Platón, haya estructurado el discurso humano en retórica – opinión -, dialéctica - lo plausible - y lógica – la verdad de razón-.
La sabia consecuencia clásica con el discurso humano se empezó a extinguir con la revolución racionalista de Descartes. A partir de éste, y luego por el influjo del empirismo inglés y de los positivistas, se fue forjando nuestra coetánea concepción “moderna” de ciencia que, a la postre, sepultaría a la retórica. Hoy en día, todo aquello que en el discurso humano no sea verdad evidente o hecho irrefutable para la razón, es tenido necesariamente por irracional y, en consecuencia, por erróneo.
Así las cosas, si nos atenemos a la visión moderna del conocer o el saber, nos resulta inevitable el tener que concluir que la pieza de oratoria de Candiani es un barril de falacias, creencias subjetivas, cosas verosímiles no probadas y demás, por no decir que errores crasos, como diría el riguroso Descartes. Pero yo no deseo ser tan soberbio como Descartes para luego descalificar las palabras de Candiani desde el tribunal de la razón práctica, lo que yo entiendo como una razón atenida a los hechos. Y es que lo cierto es que, entre las palabras de Candiani y la razón práctica hay tanta ligazón, como ligazón hay entre las matemáticas y la poesía surrealista; de modo tal que, en justicia, debe aclararse que las palabras de Candiani deben juzgarse desde el tribunal de la retórica clásica. Y aclaro que hago esto por una elección muy personalísima, porque sucede que yo, contrariamente a la moda modernista, no he dejado de creer en la retórica como instrumento válido de comunicación humana.
Antes de seguir, recuerde el lector lo que dijimos arriba en torno a la retórica: que es el arte de persuadir al auditorio a través de las opiniones o creencias del mismo. Y esto no tiene nada que ver con la verdad, si no es por mero accidente involuntario.
A estas alturas, habrá pocos que nieguen la eficacia de la retórica de Candiani si nos atenemos a los siguientes puntos:
- El discurso de Candiani se dirige deliberadamente a aquella parte del auditorio formado por una inmensa cantidad de mexicanos que se conforman con juzgar y vivir de las opiniones y creencias, de las ideas preconcebidas. Su intención es seguir persuadiendo a esos mexicanos en torno al tema central del asunto: la supuesta posición conflictiva de AMLO y la supuesta inteligencia política de Peña Nieto. Y tenga por cierto que el discurso de Candiani en Oaxaca sí que cala hondo en esa parte de mexicanos por el influjo de los prejuicios que los medios oficialistas se encargan de reforzar a toda hora.
- La unidad compacta que la COPARMEX muestra en torno a la retórica de Candiani, es un refuerzo tremendo en el objetivo persuasivo de Candiani. Auditorios especiales o elitistas, como el que constituye en este caso la COPARMEX, y en otros casos los intelectuales orgánicos, constituyen un modelo a seguir por parte del ciudadano prejuiciado. Este evento de Oaxaca representa el escenario perfecto que muestra un ejemplo artificial de unidad en torno a Candiani, y que luego ha de persuadir al vulgo en el mismo sentido: todos con Peña nieto, y todos en contra de AMLO. Tal es el mensaje, y tal es el objetivo de la persuasión.
- Por supuesto que Candiani da por descontado que su pieza oratoria no surtirá efecto entre la minoría de mexicanos críticos que, no conformándose con seguir las opiniones y creencias imperantes, siempre va más allá para investigar hasta encontrar la concordancia o contradicción entre el discurso y la razón práctica. La pieza oratoria de Candiani no va dirigida a demostrar o a convencer, solamente a persuadir en base a creencias y prejuicios.
Así, en general, mi opinión es que la pieza oratoria de Candiani es una retórica eficaz, bien planeada, que argumenta adecuadamente porque tiene muy claros sus fines persuasivos y su auditorio más conveniente. Aunque aclaro que la considero una pieza eficaz en el ámbito de lo argumentativo, no de lo ornamental. En realidad, esta pieza oratoria me parece un discurso poco o nada estético o emotivo. Tal vez esa sequedad emotiva deviene en virtud de que yo no lo encuentro persuasivo, porque yo intento inscribirme entre los mexicanos críticos.
Finalizo el apunte aclarando los motivos por los cuales considero la retórica de Candiani como amoral.
Primero: Por principio, por definición, trabaja como toda pieza de retórica convencional. Está construida, pues, al nivel de los prejuicios. En ese sentido, busca persuadir con falacias e ideas preconcebidas, lo cual dista mucho de la verdad o por lo menos de lo plausible.
Segundo: Demuestra una gran predisposición demagógica en el hablante, ya que se orienta, como toda pieza retórica de este corte, a la adulación de la masa de ciudadanos a través del consentimiento con sus prejuicios.
Tercero: Al buscar influir en las actitudes y en los comportamientos agregados moviendo sus sentimientos y prejuicios, es perjudicial tanto moral como socialmente, ya que hace uso de la ingenuidad y de la ignorancia.
Cuarto: Apelar a este tipo de recursos, es aceptar que la retórica proporciona poder sobre el pueblo. Y este concepto sofista de poder corresponde a una voluntad que se mueve impulsada por hacer con los demás lo que interesa al apetito.
Quinto: Es mi opinión que está diseñada deliberadamente para favorecer parcial y artificialmente a un aspirante a la presidencia de la república, cuyo principal “mérito” es el completo desentendimiento del interés social - Peña Nieto -, y para la prosecución en la artificial estigmatización de AMLO como un político inestable y rebelde…y peligroso para la nación.
Debo decir que seguimos igual que en tiempos de Sócrates. En el diálogo Fedro, el Sócrates platónico establece lo que, en su razón, es el principal problema con la retórica, tal como la practicaban los sofistas más marrulleros: su falta de compromiso con la razón, la verdad y la ética. Así, Sócrates afirma que el ideal de la retórica radica en la posibilidad de convencer – convencer con razones, no persuadir con sentimientos y prejuicios - a los mismos dioses y a un auditorio universal – la razón apremiante que obliga a la aceptación de una verdad a todos por igual, guste o no guste la conclusión -.
Notas aclaratorias:
Primera: Ahórrese el trabajo todo aquel perspicaz que pretenda deliberar para decir que soy un izquierdista recalcitrante. Aclaro de una buena vez que soy más liberal que Adam Smith. En consecuencia, tiendo a creer en las virtudes de la libre empresa y el libre mercado. Sin embargo, mi fe no me lleva a la devoción ciega porque, entes que nada, soy también un pragmático moderado por la razón. Es por ello que, como AMLO, me opongo a las conductas viciosas que obliteran el funcionamiento eficiente del mercado libre. Sostengo el dogma del libre mercado no por ley o decreto, sino solamente en la medida en que éste es útil para la felicidad de la comunidad entera; y esto, porque, como pragmatista moderado, sostengo la máxima keynesiana del “Tanto mercado como sea posible, y tanto Estado como sea necesario”.
Segunda: Mucho me lamentaría que AMLO acudiera a demostrar que no es un “Enemigo de la iniciativa privada” ante la COPARMEX en pleno, pues, a ciencia cierta, esto equivaldría a seguir el juego de la retórica falaz, alegadora y disputadora de este organismo, como ha quedado demostrado con el discurso de Candiani. Lo de este orador es una retórica para el debate, para el alegato, para la acusación con ideas preconcebidas, no para la deliberación en torno a la verdad. Y como decía Aristóteles, más conviene no seguir el juego en este tipo de alegatos por cuestiones de dignidad y elegancia. Pero sí mucho me complacería que AMLO acudiera a la COPARMEX a demostrar que no ha dicho lo que dicen que ha dicho, y que su postura política y económica es tan liberal como la de Marshall y Keynes.
Buen día.
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