190 mil jóvenes no son admitidos en las universidades públicas cada año. Con tan sólo el costo del nuevo avión presidencial se podría dar educación a 180 mil de ellos. ¿Qué harán estos estudiantes que no encuentran acomodo en las instituciones de educación superior? Conoce las historias y las cifras de la frustración.
Viernes 10 de agosto, 8:30 a.m., Calle Dakota, Colonia Nápoles, Distrito
Federal. A punto de dar vuelta a la derecha para incorporarme en Ohio,
el tráfico se detiene. Dos jóvenes de aproximadamente 18 ó 20 años se
aproximan a mi vehículo. Sin más, noto que algo no anda bien. Como es
costumbre, el instinto no falla.
De pronto, un hueco en el estómago. A mi izquierda, un joven
apuntándome con una pistola y exigiéndome que baje el vidrio. Del lado
derecho, el otro también apuntando, en silencio. Es mentira que toda tu
vida pasa frente a ti en un segundo. Al menos en mi caso. Mi mente se
fue a blanco. Apenas recordé que según las estadísticas –si es que vivir
un asalto se puede reducir a números–, es mejor mantener la calma.
Después
de unos 50 segundos, se fueron. Me habían robado. Junto con el dinero,
la computadora y una maleta, se llevaron mi tranquilidad, mis ganas de
creer en la gente y mi confianza en que las cosas van mejor.
Me pregunto si en la punta de esa pistola se refleja la frustración de aquellos que no tienen a dónde ir.
Justo
cuando me tranquilizaba, escuché por la radio dos noticias que me
dieron la respuesta. Este año, más de 190 mil jóvenes fueron rechazados
por las universidades públicas del país. Y como si viviéramos en un país
en el que nada nos hace falta, tan solo dos días de las campañas
presidenciales que acabamos de vivir/sufrir costaron 7 millones 469 mil
pesos, que es lo que cuesta dar educación a 109 alumnos en el Instituto
Politécnico Nacional durante un año.
¿Qué pensarán esos jóvenes
de lo que se gastó en las campañas, y no en ellos? ¿Qué estamos haciendo
como gobierno y sociedad con todos esos muchachos que de algo tendrán
que vivir, que, sin duda, alguna aspiración y sueño tendrán?
Pues
bien, según el presupuesto del ejercicio fiscal 2012 aprobado por la
Cámara de Diputados, estamos invirtiendo mucho en educación, poco más
243 mil 311 millones de pesos. De esta cantidad, 32 mil 539 millones son
para la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), el Instituto
Politécnico Nacional (IPN) y la Universidad Autónoma Metropolitana
(UAM).
La partida para el rubro educativo es la más alta del
Presupuesto de Egresos. En 2012 superó por más de 110 millones de pesos
los recursos etiquetados para seguridad. Sin embargo, para muchos no es
suficiente. Es claro que en este país no nos sentimos ni seguros, ni con
oportunidades para estudiar.
Hablar de educación en México es
complicado. Lo es porque los datos y las estadísticas difícilmente
revelan el sentir de los jóvenes que se quedan sin estudiar.
Juventud frustrada
¿Qué
es lo que sucede? En primer lugar, los alumnos que cursan la educación
media superior en una escuela pública tienen el derecho conocido como
“pase directo” a la universidad. No es necesario ser un alumno
destacado, tan solo hay que aprobar las materias y listo. Por ello, el
cupo para los alumnos provenientes de preparatorias no incorporadas, ya
sea al sistema de la UNAM o del Politécnico, se reduce
significativamente.
De los 62 mil 682 jóvenes que aspiraron a
entrar a la UNAM este año, solamente 6 mil 500 pudieron hacerlo. Esto
representa 10.36 por ciento del total de candidatos.
Para
ingresar a cualquier universidad pública, se presenta un examen de
admisión, y según la demanda de cada carrera, varía el puntaje que se
exige a los candidatos para ser seleccionados.
La frustración y el
enojo aumentan cuando los rechazados obtienen buenos resultados. Oscar
viene del Estado de México, y cuando le preguntamos si había alcanzado
el puntaje, nos dijo: “Sí. En la UAM tuve el 92 por ciento (de) 100, y
no me aceptaron; en la UNAM tuve 93 (le pedían menos de 90 aciertos), y
tampoco”.
Aldo Iván Ortiz, quien fue rechazado en el IPN y la
UNAM, vive una situación parecida. “Llevo un año y medio haciendo el
examen, y cada vez que lo hago, me sale que no lo paso. Me he quedado a
dos aciertos (…) y, la verdad, me siento muy frustrado. Y cada vez que
me dicen que no pasé, me pongo la verdad a llorar, y me siento muy mal
porque por dos aciertos no significa que no tenga la capacidad (…). Si
no tuviera la capacidad, no hubiera sacado 9.2 en la escuela”.
Existen
otros casos, como el de Alma Georgina, estudiante de comercio
internacional del IPN, quien antes de ingresar a la universidad, lo
intentó durante cinco años. “Presenté el examen 10 veces, dos por año.
Lo presenté para el IPN, UNAM y UAM”.
Para muchos jóvenes, entrar
a una universidad pública es la única opción porque no pueden pagar una
institución privada. En la Universidad Nacional Autónoma de México, el
alumno paga un total de 0.25 centavos por semestre, lo cual incluye
inscripción y colegiatura. En cambio, un estudiante del TEC debe pagar
este semestre 83 mil 143 pesos. Esta cuota cubre seis materias, el
seguro de gastos médicos, que es obligatorio, y el seguro de pago de
colegiaturas. Además, a los alumnos de nuevo ingreso se les aplica un
cargo de 8 mil pesos.
Esto es un insulto para los más de 192 mil
jóvenes mexicanos rechazados por alguna de las universidades públicas
del país, porque mientras ellos no tienen opciones, miles de millones de
pesos se destinan a gastos políticos que muchas veces son
injustificados.
Alumnos a la calle: entre mitos y realidades
Se
entiende que los jóvenes protesten cuando en un país suceden cosas como
que el presupuesto del IFE para 2012, que es de 15 mil 958 millones de
pesos, supera por más de 12 mil millones de pesos los recursos
destinados a la UAM por parte de la Cámara de Diputados, según el
presupuesto para el ejercicio fiscal 2012. Con ese dinero podrían
estudiar en esa institución educativa 179 mil 571 alumnos.
Desde
hace varios años se han conformado movimientos de estudiantes
rechazados. Los que cuentan con más seguidores son el Movimiento de
Estudiantes Excluidos de la Educación Superior (MAES) y el Movimiento de
Estudiantes No Aceptados (MENA), que buscan lograr que se aumente la
matrícula de las universidades públicas, que se incremente el
presupuesto destinado a la educación superior e impulsar la creación de
nuevas universidades con los modelos de la UNAM, la UAM y el IPN.
Durante
julio se realizaron varias marchas. Y esta vez, la protesta encabezada
por el MAES se vio nutrida por integrantes del movimiento #YoSoy132,
entre otros. Brian Michel Jiménez, estudiante de la Facultad de Estudios
Superiores Aragón, comentó: “Estamos en esta lucha con compañeros del
MAES porque creemos que la lucha por la educación es una lucha que nos
corresponde a todos. Los procesos que vivimos hoy con la lucha del 132,
con la gente de Atenco, con la gente de Cherán, de Wirikuta, lo vemos
reflejado en un mismo problema (…): la cuestión de (la falta) de
cobertura”.
La otra cara
Existen quienes
no piensan igual. Yoloxóchitl Bustamante, directora general del IPN,
señaló: “Éste es un bono demográfico, como una ola que va pasando, por
eso no podemos construir instalaciones para absorberlos a todos de
manera presencial, porque dentro de unos años la presencia va a bajar, y
entonces, todos ésos serían edificios que no tendrían utilización”.
Algunos
jóvenes que decidieron tomar las calles hablaron de lo que sucede en la
Normal Superior. Sulema Estrada, líder de esa institución, dijo:
“Estamos aquí porque en la Normal también tenemos rechazados a pesar de
que hay lugares. De 630 lugares de la matrícula, solo 580 hicieron el
examen, es decir, todavía hay 50 lugares, y aun así están rechazando a
204 compañeros”.
Sin embargo, la directora general del IPN aclaró
que esos alumnos no obtuvieron el puntaje necesario para ingresar y que
este requisito no se puede eliminar.
Leer mas AQUI.http://youtu.be/4s9HqxnAG1o
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