José Manzaneda
Tras la victoria contundente de Hugo Chávez en las elecciones de Venezuela, todos los tópicos y mentiras manejados por los grandes medios internacionales durante la campaña electoral han caído bruscamente, como un castillo de naipes.
Uno, el “empate técnico” que anunciaban estos medios, a pesar de que la inmensa mayoría de las encuestas pronosticaron el resultado que finalmente se dio: una ventaja para Chávez superior al 11 % (1).
Dos, que Venezuela es un estado autoritario, sin democracia (2). Estas elecciones han movilizado a más del 80 % del electorado, una cifra de participación que deja en ridículo a medios y gobiernos de los países que pretenden dan lecciones de democracia a Venezuela (3). En las últimas elecciones presidenciales de EEUU, en las que se alcanzó la participación más alta en un siglo, votó –como cifra record- el 65 % (4).
En la Venezuela gobernada por Chávez se han convocado 15 consultas electorales en 14 años (5). El Gobierno de Venezuela, por ejemplo, convocó en 2007 un referéndum vinculante para reformar la constitución. En contraste, en España, los dos grandes partidos aprobaban en 2011, sin consulta alguna a la ciudadanía y por imposición de los acreedores internacionales, una modificación constitucional que prioriza el pago de la deuda sobre el de pensiones y otros gastos sociales (6).
Tres, que el Gobierno venezolano ha utilizado en estas elecciones su supuesto “control” de los medios de comunicación (7). Nada más falso: en Venezuela el 85% de los medios apoyaba a la oposición (8). De los 111 canales de televisión, sólo 13 son del estado, y los privados son –en su inmensa mayoría- claramente opositores (9).
Ahora, tras la derrota de su candidato Henrique Capriles, el mensaje que trasladan los grandes medios internacionales es el de la supuesta “fractura política” de Venezuela (10). Según esta tesis, que jamás aplican a las elecciones en Europa, por ejemplo, dado que un 44 % se opone al presidente, éste debería gobernar también para esa parte de la población. Conclusión: Chávez debe renunciar a las políticas de orientación socialista que –supuestamente- “fracturan” el país, pero por las que –precisamente- le ha votado la mayoría.
Pero, ¿qué políticas son éstas, de las que estos medios no nos han informado, y que explican por qué Hugo Chávez, 14 años después, sigue siendo respaldado por la sociedad venezolana?
Los medios no nos han hablado del descenso a la mitad del desempleo desde que entró Chávez al Gobierno (11); de la disminución drástica de la pobreza desde el 44% al 27%, y de la pobreza extrema del 25% al 7%, gracias a las llamadas “misiones sociales” del estado, algunas de ellas en cooperación con Cuba (12); de la erradicación total del analfabetismo (13); de la creación de un sistema público y gratuito de salud que ha beneficiado –sobre todo- a la población más pobre (14); de la creación de 22 nuevas universidades, que han convertido a Venezuela en el quinto país del mundo en tasa de matriculación; o de los programas de vivienda pública subsidiada para las familias más humildes.
Y es que posiblemente no exista figura política internacional, en los últimos años, más denostada, demonizada y manipulada en los medios que el presidente venezolano Hugo Chávez.
Como nos recuerda el periodista Pascual Serrano, cuando Chávez convocó un referéndum para eliminar de la Constitución el límite en el número de mandatos presidenciales, Venezuela se equiparó entonces con otros estados del mundo, como España. Pero en los medios se repetía que Chávez proponía convertirse en “presidente vitalicio” (15).
Cuando propuso en Naciones Unidas una reforma para democratizar la ONU, los medios solo informaron de que había insultado a George W. Bush con la frase "aquí huele a azufre".
Y cuando le vimos en televisión cantar una ranchera, ningún medio nos dijo que en ese mismo acto se inauguraban en toda Venezuela cientos de consultorios médicos.
Si así nos mienten y nos ocultan información estos medios, habría que preguntarse por qué la ciudadanía no dirige también su indignación hacia este cuarto poder, que moldea la opinión pública en función del modelo de sociedad que responde a sus evidentes intereses de clase.
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