Sique
La oligarquía, dueña de los medios y empeñada
en borrar nuestra historia y toda identificación patriótica, opera en todas las
administraciones sin importar de qué signo político sea. En todos los frentes
uno percibe el fin mediático que continúa enajenando a la población de todo aquello
que pudiera emanciparla.
Para muestra un botón. Este fin de semana
subí al Turibús que muestra la Ciudad de México. No voy a hablar de la cuestión
formal que en cuanto a eficacia deja mucho que desear, sino al fondo de la
cuestión. A la anodina y escasa descripción grabada de los monumentos y calles
de la ciudad se suman cuestiones realmente graves en aspectos informativos y
formativos que inciden en la ideología.
Al pasar por el Monumento a la Revolución, la
alocución grabada describe la lucha revolucionaria como un período de
“conflictos internos debido a la insatisfacción con el gobierno de Díaz”, es
decir, los ideales de libertad y justicia social y los líderes revolucionarios son
completamente desconocidos. No existe una sola mención a Emiliano Zapata o a Francisco
Villa, ni la relevancia histórica de este período para nuestro país; se le
reduce a “conflictos internos”. Tampoco se habla de quien fue Benito Juárez al
pasar por el Hemiciclo, ni un mínimo sobre Hidalgo, Morelos o Allende al pasar
por la columna de la Independencia, sólo se les nombra en tanto estatuas de
piedra que aparecen en la base. En oposición, se habla bastante sobre las obras
de Porfirio Díaz, no se diga sobre la Condesa, dueña de los terrenos de la zona que
lleva su nombre, a quien se le dedican varios minutos, y acerca de las órdenes
eclesiásticas de cada iglesia.
Es flagrante que la ideología que penetra a
quienes suben al Turibús para conocer la Ciudad de México, es apátrida, pondera
el poder económico, la jerarquía eclesiástica y la dictadura que beneficia a
las oligarquías y a los extranjeros.
En México esta ideología neoliberal e inmoral
está presente de manera constante en la radio, la televisión, los espectáculos,
los libros, las revistas, etcétera. De esta manera podemos comprender que a
pesar de la lucha de muchos por un país más humano, más ético, más justo, más
equitativo y más libre, no existe una masa crítica ni un pueblo unido que pueda
vencer a la oligarquía y al imperio.
Irónicamente, justo a quienes no se dejan influenciar
psicológicamente por esta forma infame de arrasar con el país y con su población
empobreciéndola cada vez más en todos sentidos
les llaman “pejezombies”. El mundo al revés.
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