Luis Linares Zapata
El resquicio abierto por el tribunal electoral con la revisión de 12 mil urnas bien puede ser suficiente para dejar salir una cauda de secretos mal guardados. Después vendrá algo parecido al diluvio. El recuento se llevará a cabo en aquellos distritos donde Calderón ganó la mayoría de sus votos y cualquier error o trampa maquinada será en extremo costoso para sus intereses. La pequeña historia escenificada durante las últimas semanas cambiaría de tonos, actores y promesas. Pero, también, los citados paquetes pueden comprobar que las irregularidades en actas sólo muestren diferencias irrelevantes con los datos oficiales (IFE) Esto es así puesto que la conocida operación fraudulenta emprendida por la maestra Gordillo -ave de pasiones, cacicazgos y maniobras- bien pudo ocultarse mediante un eficaz proceso de falsificación de actas en lugares hasta hoy no protestados. Es posible que los profesores del SNTE, avezados en el mapacheo, hayan dejando tras de sí documentos en apariencia impolutos: sin defectos numéricos u otras alteraciones notables.
La cantidad de urnas a revisión es una muestra para nada despreciable. Por el contrario, puede ser crucial o representativa, sobre todo debido a su ubicación territorial. Sin embargo, la posibilidad de que con dicha revisión pueda alterarse el resultado de toda la elección es lejana. Mas si los hallazgos arrojan cifras que apunten hacia un achicamiento del ralo porcentaje actual (0.56 por ciento) de diferencia entre el primero y el segundo lugar, se tendría que proceder, obligadamente, a mayores revisiones. Hay que recordar que la inconformidad presentada por la coalición Por el Bien de Todos hace referencia a 27 mil paquetes con precisos señalamientos de irregularidad. Pero se podría aumentar el número a otros miles más, hasta llegar a los 72 mil bajo cuestión (pruebas supervinientes). Sería entonces imposible para el tribunal mantener su decisión de estricto apego a la letra de la ley y no cuestionar la sentencia ya dictada. La presión de la disidencia perredista, respaldada por todos aquellos que están convencidos de contar voto por voto (60 por ciento de la población) sería monumental. Es por esto que la coalición no podía ausentarse del conteo, aunque sea bajo protesta. Todavía bulle, allá en la lejanía, un rayito de esperanza en las instituciones y en la ley como cauce para dirimir conflictos.
Hay que considerar que, aun en el escenario donde no se encontraran indicios claros del fraude proclamado y el tribunal a continuación declarara válida la elección, la movilización social deberá mantenerse viva. La diferencia, en todo caso, habría que ponerla en los objetivos a perseguir con ella a futuro. La reconstrucción de todo un movimiento social y político de gran vitalidad tiene que asegurarse. Cuenta con la energía suficiente para introducir los balances necesarios en las fuerzas que actúan en el ámbito público de México. Posee, de suyo, arrestos suficientes para modificar en su favor la realidad que, mediante su accionar, se pueda arribar al poder sin las turbulencias que ahora se dan. Un movimiento que forje su propia madurez, que mantenga su centro vital y entre en contacto e intercambios con las demás tendencias y formaciones políticas que dan contenido a la pluralidad nacional. Se daría así realidad a la pretensión de cambiar la vida y las instituciones que ahora rigen, depurar el espíritu justiciero que proclamó AMLO en su vigoroso discurso a las puertas del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación el lunes pasado.
Mantener la movilización en curso es también necesario para evidenciar, certificar y para aumentar los costos de un proceder delictivo, autoritario, tramposo de los grupos de poder establecido, en particular del presidente Fox y su entorno cercano. La inequidad de la contienda, aun cuando no sea reconocida por el tribunal, se dio con cruda frecuencia. Fue una pesada carga que sobrellevaron, no sin sufrimiento y desesperación, los mexicanos a lo largo de varios años. Nadie puede sustraerse, a pesar de la endeble y hasta convenenciera actitud que en muchos sectores sociales prevalece, a las nocivas consecuencias de las campañas negras y el dolo con que se quiso evitar que AMLO fuera presidente, que la izquierda tuviera su oportunidad, que el cambio pudiera ensayarse en este desfalleciente país. Incidir, con la fuerza requerida, sobre la urgencia de reformar al Estado es la tarea venidera, se gane o pierda la elección. Hay que corregir, entre otros muchos fenómenos cotidianos, las ríspidas aristas que circundan y emanan desde las pantallas y micrófonos de los medios de comunicación masiva. Con inusitada frecuencia tales actores ignoran sus drásticas, exageradas y hasta falsas imposiciones sobre la vida cotidiana de sus oyentes o espectadores. Se escandalizan de los plantones y las luchas callejeras sin ver el gran roble que lanzan desde sus altares virtuales para defender, con ahínco y soberbia, las interesadas visiones de sus patrones.
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