lunes, agosto 28, 2006

Ánimo, sucederá lo que más conviene

Sique

Si bien el deseo de todos los mexicanos habría sido que las campañas por la elección presidencial hubieran durado tres meses, que los candidatos hubieran presentado sus propuestas limpia y claramente a todos los mexicanos, que los medios las hubieran transmitido sin tendencia y sin ánimo de lucro, que el presidente y los empresarios más poderosos no se hubieran metido en el proceso electoral, que los mexicanos hubieran tomado su decisión sin amenazas, que hubieran votado sin coacción, que los ciudadanos hubieran emitido su voto razonado, que el IFE hubiera computado los votos sin trampas y que hubiéramos tenido un presidente legal y legítimo a los cuatro días, eso era un sueño guajiro. Porque si eso hubiera sucedido México sería un país sin desigualdad social, todos los ciudadanos tendrían derecho a la educación, a la salud, a la vivienda, al trabajo, etc… Una cosa va con la otra. México sería un país de primer mundo, y tristemente, no lo es.

Lo que ha sucedido en la elección presidencial es plantarnos en la cara el grado de descomposición de nuestras instituciones, el nivel de explotación e injusticia al que está sometido el pueblo de México, la fuerza de la plutocracia y la enorme crisis por la que nuestro país está atravesando. La crisis política no es más que el reflejo de la crisis en todos los demás órdenes. Fuera máscaras, ya no hay espacio para la simulación. Esta es la cruda realidad.

Lejos de ser una mala noticia es lo mejor que nos puede suceder, porque cuando no hay conciencia de la realidad, no se puede actuar adecuadamente. Sólo cuando se tiene conciencia de la situación real es que se pueden tomar las acciones que convienen. Hemos despertado a una aberrante realidad pero el hecho de que ahora nos percatemos no quiere decir que no existiera, lo que sucedía es que no la habíamos visto en su justa dimensión. Era más cómodo no enfrentar la realidad, atender a la simulación y contentarnos con respuestas parciales ante las dificultades que estábamos confrontando día con día en cuestión de empleo, de bajos salarios y principalmente de extrema desigualdad económica y social, pero también era mucho más perjudicial.

Vamos a suponer que los adversarios hubieran actuado más inteligentemente y que siguiendo con la simulación le hubieran dado el triunfo que legítimamente correspondía a AMLO. Después, a través de mecanismos instaurados desde el poder económico y desde las mafias de la política hubieran boicoteado todas sus acciones encaminadas a conformar un país más justo. Su labor ante nuestras expectativas hubiera sido mediocre, porque el sabotaje a todas sus acciones de gobierno no hubiera permitido que se operaran los cambios y todos nos hubiéramos desilusionado. El hecho de que se haya abierto la cloaca en la que se asienta el sistema oligárquico de nuestro país nos ha dado la certeza de la magnitud del problema y nos obliga a iniciar acciones que hagan una limpieza a fondo.

En algo tenía razón Marcos, parece que hay que darle una borradita general a todo el sistema y comenzar de nuevo a construir un sistema de gobierno que funcione para el pueblo mexicano. Esto no es cosa de medias tintas. Las instituciones, la derecha, el sistema político-económico-social está corrompido desde las raíces. Casi todos sus representantes son obsoletos y no queda más que la sociedad se organice y las cambie si no quiere que la debacle termine en una violencia feroz. Se que me estoy adelantando pero todos sabemos que es probable que los magistrados del Tribunal sean tan pueriles y corruptos como el IFE, la presidencia y la Suprema Corte, amén de la mayoría parlamentaria, y que fallen en contra de la Constitución y del pueblo de México permitiendo la imposición de un pelele como presidente que sólo perjudicará al país.

Afortunadamente contamos con un pueblo más despierto y con un líder democrático, plural e incluyente que tiene una gran fortaleza, principios, convicciones y voluntad. Vamos pues a transformar el país, vamos a transformarnos a nosotros mismos y vamos a participar activamente en las decisiones que implican un futuro mejor para todos. No hay lugar para la indiferencia y la pasividad. Vamos a aprender y a construir la democracia. Vamos a la Convención Nacional Democrática con el ánimo en alto porque ahora sí es nuestra responsabilidad de que las cosas cambien de fondo. No cejemos en nuestro ánimo porque caeríamos en un hoyo todavía más profundo. Es nuestro momento histórico y vamos a aprovechar la oportunidad que se nos presenta de transformar al país que en resumidas cuentas significa mejorar nuestro destino y el de nuestros hijos.

¡Viva la Convención Nacional Democrática!






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