lunes, septiembre 18, 2006

Los ignorados hacen historia

Editorial de la Jornada

A lo largo de 24 años, México ha sido gobernado a contrapelo de los intereses populares. En ese lapso, los depositarios del poder político han persistido en la práctica sistemática de privatización de lo público. Entre las autoridades federales y los barones del dinero se ha ido conformando una corrupta oligarquía hay que mencionar, sólo por su actualidad, la obscena evidencia aportada por Emilio Gamboa Patrón y Kamel Nacif, y ello sin afán de hacer menos el cúmulo de indicios que apunta a los negocios turbios de la actual familia presidencial que legisla y aplica o quebranta las leyes resultantes en exclusivo beneficio de sí misma; que se sirve de las instituciones para asegurar su perpetuación en ellas, que simula un estado de derecho a todas luces vulnerado. Esta oligarquía ensalza leyes y procedimientos democráticos que se cumplen cuando sus resultados resultan favorables a los intereses dominantes, pero que son atropellados hasta el punto de la imposición, como la que operó Miguel de la Madrid en la persona de Carlos Salinas, o de la guerra sucia, como la que emprendió 18 años más tarde Vicente Fox contra la coalición Por el Bien de Todos.

Convertida en una gestión a favor de los grandes capitales financieros Ernesto Zedillo o en un juego de seducción de las clases medias Salinas, Fox , la autoridad presidencial se ha desentendido, durante un cuarto de siglo, de la catástrofe económica y social que padecen millones de mexicanos, y al desentenderse la ha acentuado. El proyecto histórico de estos años ha consistido más bien en incrustar al país en la economía global, así sea partiéndolo en pedazos y subastándolo como chatarra.

Tal acumulación de agravios habría podido degenerar en una violencia generalizada, en un incendio nacional de grandes proporciones, en un país en caos. Que no haya ocurrido así no es mérito de los gobernantes, sino del tejido social, que ahora, maltratado y todo, ha conseguido dar cuerpo a la convención nacional democrática (CND), una respuesta pacífica, civilizada y orgánica ante los más recientes desmanes y atropellos cometidos por la arrogancia, la frivolidad y la ilegalidad del foxismo. Ante un proceso electoral cuestionado y cuestionable, manchado por la sospecha y por irregularidades del Poder Ejecutivo así lo reconocieron los magistrados del tribunal electoral que, a pesar de ello, lo dieron por bueno y otorgaron el triunfo al candidato oficial, Felipe Calderón , la porción ignorada de la sociedad, la ninguneada, la defraudada, ha decidido establecer su propia representación social y desconocer a las instituciones que por tantos años han sido operadas por quienes, a su vez, ignoran y desprecian las necesidades, las aspiraciones y la dignidad de ese sector de la población. La CND y el cargo que ésta le otorga al ex candidato presidencial de la coalición Por el Bien de Todos tiene su razón inmediata en un vasto descontento electoral, pero sus contenidos no se agotan en él; su propósito, en adelante, es luchar contra el programa de desmantelamiento nacional en curso, del que Felipe Calderón es amenaza de continuidad, y tiene asideros mucho más reales que el país de fantasía (bienestar y crecimiento económicos, vigencia de las leyes, transparencia, democracia, rendición de cuentas) que hasta en el discurso oficial ha empezado a caerse a pedazos.

Fiel a sí mismo, el grupo gobernante cuyo frente mediático constituye un bastión principal de poder fáctico ha empezado ya a reaccionar con mofa y desprecio al surgimiento de la CND y a sus resolutivos. Pero este empeño de una parte fundamental de México por hacerse ver, por darse la representación real que le ha sido escamoteada durante muchos años por sus supuestos representantes formales, es hoy, sin embargo, un elemento inocultable en el panorama político del país: es el símbolo del descontento ante las autoridades frívolas, corruptas, insensibles y excluyentes que México no se merece. Los despreciados, los ninguneados, los burlados de siempre, han decidido hacerse presentes en la historia.

2 comentarios:

Carlos Gustavo dijo...

La farsa
Ricardo Alemán

Lo que vieron todos aquellos que quisieron verlo, no fue más que un montaje teatral

Es una farsa que se juegue con el sueño legítimo de "cambio" de miles o de millones de mexicanos que anhelan, sin duda, un México mejor. Es una farsa que con la demagogia fácil de un caudillo iluminado se les haga creer que, por encima de las más elementales reglas de la convivencia política y de las reglas de la democracia, puedan elegir, a mano alzada, sin discusión alguna, sin alternativas, y sin más razón que su intolerancia a la derrota y su desprecio a las reglas aceptadas por todos, a un supuesto "presidente legítimo".

Es una farsa que se hable de una Convención Nacional Democrática cuando lo que presenciamos el pasado sábado en el zócalo capitalino no fue sino una demostración de la capacidad de engañar a una importante porción de la sociedad y de colocar los recursos públicos de las instituciones -esas que tanto desprecian- para derribar precisamente las instituciones democráticas. Es una farsa que se hable de "democracia" cuando lo que vieron todos aquellos que quisieron verlo, no fue más que un montaje teatral, de miles de personas a las que se llevó a convalidar una de las más grotescas y antidemocráticas concentraciones de que se tenga memoria. ¿De dónde salieron los millones y millones de pesos para un montaje de esa naturaleza, para pagar los nada baratos costos de esa farsa? Salieron de la otra farsa, la de cobrar o desviar dinero público, que luego se trasladan a la causa de la farsa democrática.

Es una farsa que en respuesta a un supuesto o real fraude electoral, se responda con otro fraude de legitimidad presidencial, igual o peor de ofensivo, ilegal y atentatorio de la vida institucional que aquel que supuestamente combaten. Es una farsa que los partidos políticos otrora coaligados para competir con las reglas del juego -PRD, PT y Convergencia-, que ganaron posiciones en el Congreso, que viven del dinero público, cuyos grupos parlamentarios se negaron a dejar el cargo y las dietas, y cuyas dirigencias también viven de ese dinero de todos, hoy salgan con la farsa de que respaldan al "presidente legítimo". ¿Son o no partidos y legisladores institucionales?

Es una farsa que se digan de izquierda, revolucionarios y demócratas políticos como Manuel Camacho, Marcelo Ebrard, Leonel Cota, Dante Delgado, Alberto Anaya, Ricardo Monreal, Arturo Núñez -todos vinculados con los gobiernos del PRI, responsables de la ruina del país, que persiguieron al FDN y al naciente PRD-, y que hoy se autoproclamen como los próceres de la nueva izquierda mexicana, que en nombre de esa izquierda enarbolen las banderas de una corriente política que por décadas fue perseguida por los hoy modernos cruzados de la democracia. Es una farsa que intelectuales y académicos ya no quieran acordarse de quiénes son y qué representaron para la izquierda, en sus respectivos momentos, los Camacho, Ebrard, Delgado, Anaya, Monreal y Núñez, entre muchos otros que también hoy se han "purificado" gracias al "movimiento".

Es una farsa que el "presidente legítimo", proclamado al amparo del artículo 39 constitucional -sin tomar en cuenta los artículos 40 y 41-, pretenda convertirse en los próximos días en el principal promotor, propagandista y acarreador de votos de la causa de su paisano tabasqueño Raúl Ojeda, el candidato al gobierno de aquella entidad, que sí competirá por el gobierno bajo las reglas establecidas, que sí usará el dinero público, que sí aceptará el resultado -siempre y cuando le sea favorable-, pero que tendrá como su promotor al "presidente legítimo". ¿Qué no fue la intervención ilegal del presidente Fox el mayor reclamo para argumentar el fraude? Hoy el autoproclamado "presidente legítimo" hará lo mismo. Más que farsa, más que un chiste, ese parece un síntoma de esquizofrenia.

Es una farsa que se hable de resistencia civil pacífica -no sólo por la concepción primigenia del concepto-, cuando todos saben que para perseguir al presidente electo se han diseñado grupos de choque que buscan precisamente exaltar el supuesto carácter "represivo" del gobierno "ilegal y espurio". Es una farsa que se cuestione la "imposición" de Calderón como un "gobierno espurio" y que al mismo tiempo una minoría no mayor al 2% de los potenciales electores mexicanos y que no llega al 1% del total de la población -en el supuesto del millón de delegados-, pretenda imponer lo que ellos llaman "presidente legítimo".

Es una farsa que los convencionistas del 16 de septiembre -a quienes nadie escuchó, nadie tomó en cuenta y sólo les pidieron alzar la mano, como en las viejas asambleas del PRI que siempre cuestionó la izquierda- hayan votado por reclamos fundamentales como "acabar con el presidencialismo y sus excesos, y por someterlo a un estricto marco de responsabilidades", y con sólo levantar la mano avalaran los excesos del "presidente legítimo" que no se apega a marco alguno, sea legal o de responsabilidades sociales y políticas básicas, que sólo representa a sus leales y simpatizantes, y que rechazan una mayoría.

"Farsa", para los desmemoriados, según el Diccionario de la Lengua Española significa: "Comedia", "Pieza cómica breve", "Obra cómica chabacana y grotesca", "Compañía de farsantes, cómicos", "Mentira". Al tiempo.

kikka-roja dijo...

No entiendo porque el inge Cárdenas dice "grave error", sólo alborota al gallinero derechoso, hacen suyas su palabras, mejor, que diga en qué está de acuerdo con AMLO o que de atiro se afilie al pan, En Oaxaca están amenazando de muerte a los reporteros de televisa, ésto se está poniendo del carajo. Así lo quieren o tal vez ya se les desbordó... ineptos inutiles o el resultado de sus transas y todavía se quejan. El cinismo completo

ES JUSTO LO QUE PIDE AMLO Y LA CND

un cariñoso saludo