Julio Hernández López
La presión del embajador de Estados Unidos en México llevó al gobierno de Vicente Fox a romper pláticas indirectas pero autorizadas con el cuerpo directivo colegiado de la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca que -a la hora del ultimátum federal- se inclinaba con claridad por sentarse hoy en Bucareli a negociar formas de distensión del conflicto sureño (a pesar de esa ruptura, la APPO decidió anoche que una comisión viajara para estar hoy en Gobernación, pero ya con una ruta de confianza lastimada).
La urgencia de proveer satisfacciones a Washington por la muerte del periodista Bradley Roland Will aceleró riesgosamente una toma de decisiones que hasta ahora Fox se negaba a realizar, como si su intención real fuera dejar esa herencia quemante a su sucesor. Las protestas en privado de Antonio Garza júnior por el asesinato del periodista de Indymedia generaron una reunión ejecutiva del gabinete de "respeto y orden", el envío de miles de miembros de la policía federal militarizada a Oaxaca (y de soldados como tales) y la desconcertante ruptura de un proceso de negociación con el mando colectivo de la APPO. La maquinaria oficial federal sesionó de un golpe con el mencionado gabinete de seguridad, con la directiva de la sección 22 del magisterio y con el todavía gobernador Ulises Ruiz, que estuvo cuatro horas en Bucareli y que habría aceptado que los jefes de las instancias policiacas estatales fuesen relevados en el primer minuto de hoy, para quedar bajo control de un subsecretario federal.
La exigencia foxista de que le sea "devuelta" la ciudad fue asumida con razonada prudencia por la dirección de la APPO -que determinó resistir pero sin confrontar, y en dado caso replegar al zócalo a los contingentes de las barricadas en desalojo-, pero nadie en un movimiento tan horizontal como el oaxaqueño podría responsabilizarse del comportamiento de ciudadanos de la periferia citadina que a la hora de redactar esta columna se decían "enardecidos" y dispuestos a enfrentar a las fuerzas federales más allá de lo que determinaran los líderes formales, nunca suficientemente obedecidos.
Una primera lectura de lo sucedido ayer pareciera sugerir una definición del gobierno federal a favor de Ulises Ruiz a un día de que éste había organizado una mortal acometida contra quienes se oponen a su mandato. Hay, sin embargo, algunos detalles que merecen atención. Por principio de cuentas, la Secretaría de Gobernación, que tuvo a su cargo la operación política, consiguió que Ulises Ruiz aceptara una forma de disminución política que en el contexto de desgaste de ese gobernador podría ser fatal, pues al doblarle la mano para que un subsecretario federal asuma el mando de las fuerzas policiacas locales, con la consiguiente salida -formal o virtual- de los funcionarios estatales del ramo, se convierte al mencionado Ulises en un blanco de persecución popular carente del blindaje represivo que hasta ahora le ha permitido simular actos de gobierno. De hecho, anoche mismo cobraba fuerza la especulación relacionada con la posibilidad de que el maltrecho Ruiz solicitara licencia al cargo este lunes 30, cuando los profesores podrían regresar a clases (todo dependerá de las negociaciones de hoy en Gobernación) y cuando el propio Ulises deberá rendir (¿a escondidas?) su segundo informe de presunto gobierno. En Bucareli, sin entrar en materia de fechas, se asume como natural que Ruiz dejará el cargo en un lapso breve (¿días? ¿Cuatro semanas, es decir, después del primero de diciembre, cuando ya se podrá nombrar un gobernador interino por acuerdo de las bancadas de PRI y PAN en el Congreso, pues antes de ese primero se tendría que convocar a nuevas elecciones?).
Llama también la atención que Bucareli se haya empeñado en esparcir la versión de que el ánimo de las fuerzas federales no es necesariamente represivo, salvo en caso de agresiones o provocaciones. En Gobernación buscaban acompañar la incursión de la policía militar con visores de derechos humanos y otros testigos que dieran fe de un comportamiento que según eso sería institucionalmente cuidadoso (¿como en Atenco o en Ciudad Lázaro Cárdenas?). Pero esos buenos deseos no fueron formalizados mediante negociaciones políticas, y las que había en curso fueron groseramente rotas.
Esa política, consistente en encomendar a la providencia que cumpla los deseos pedidos, tiene en Oaxaca el inconveniente agregado de que la base social largamente movilizada en demanda de la renuncia de Ulises Ruiz sólo puede ser desactivada a partir del cumplimiento de esa exigencia específica (los líderes con más claridad trabajan diariamente en busca de que esas masas relativamente autónomas asuman que el triunfo de los intereses populares no pasa simplemente por el cambio de nombre y apellido del gobernador en turno). También se vive una transición peligrosa: del movimiento plenamente magisterial se pasó (luego de la maniobra de división que impulsó el gobierno federal con el apoyo de Elba Esther Gordillo) a la predominancia de la APPO, pero anoche ya era más visible el actuar independiente de grupos de colonos poco interesados en escuchar u obedecer a los mandos formales de la asamblea popular.
En ese contexto de acumulación de gases explosivos es difícil aventurar pronósticos cuando el gobierno federal ha decidido entrar con contingentes militarizados a definir un conflicto que hasta antes del factor Estados Unidos pretendía mantener a distancia y posdatado. En el fondo de todo está el ingrediente que ha envenenado lo político y lo social. En aras de que pueda rendir protesta Felipe Calderón sin que los diputados y senadores priístas se ausenten de esa sesión formal -tal es la amenaza en caso de que el foxismo quite a Ulises-, el presidente saliente y el partido en el poder han negociado la impunidad de Ruiz a contrapelo de la sublevación popular. Pero la muerte del periodista estadunidense convirtió el conflicto oaxaqueño en una noticia internacional que Fox no podía seguir endilgando a un gobernador estatal y a la que debería enfrentarse con rapidez. Lo malo es que, históricamente, los planes y las estrategias de Fox suelen acabar en catástrofe. ¡Hasta mañana, desde Oaxaca!
PD: Coma frutas y verduras y vea los videos de la Otratele.
La muerte de un ser humano es una pérdida igualmente dolorosa como la de otro ser humano.
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