PORFIRIO MUÑOZ LEDO
27 de octubre de 2006
El Frente Amplio Progresista presentó ayer un proyecto de reformas fundamentales para la nación que resume las aspiraciones de millones de mexicanos que votaron por un cambio mayor de las instituciones políticas, por una modificación sustantiva del modelo económico y social, y por una inserción distinta del país en el mundo global. La esperanza de todos aquellos que creemos en la necesidad de restaurar la República mediante el ejercicio pleno de los derechos ciudadanos.
El frente no se concibe solamente como una alianza de partidos políticos, sino también como la confluencia de organizaciones sindicales y civiles, de intelectuales, de maestros, de artistas, de científicos, de trabajadores y de jóvenes militantes. Nos proponemos conformar un frente cívico capaz de confrontar la indecible concentración del poder económico y el vencimiento de las instancias nacionales al interés extranjero; de combatir la simulación, la propaganda avasallante del sistema de dinero hegemónico, el fraude electoral y la deserción del Estado frente al imperio de los poderes fácticos. En una palabra, de generar una ciudadanía de alta intensidad que reconstruya desde sus cimientos el edificio republicano.
Nada más lejano a nuestros propósitos que convalidar a un gobierno espurio que no surgió del sufragio libre de los ciudadanos, ni menos cohonestar la violación del voto público y la corrupción de las prácticas e instituciones electorales que lo hicieron posible. El Ejecutivo que pretende establecerse el primero de diciembre carece de la legitimidad que deriva de procesos electorales limpios y equitativos. Esta nulidad de origen no podría ser subsanada por el paso del tiempo ni por el contubernio político. Reconocemos, en cambio, que el mandato popular favoreció a Andrés Manuel López Obrador, por ende, presidente legítimo de México.
El documento que hicimos público es más que una agenda legislativa. Ésta fue presentada en su oportunidad ante las autoridades electorales junto con la plataforma que contiene la oferta programática de la coalición Por el Bien de Todos. Lo que hoy hace el Frente —que representa la prolongación de esa alianza— es una propuesta política, abierta al diálogo, para superar la profunda crisis que vive el país, por la vía pacífica y democrática.
Asistimos a un proceso de degradación institucional, de regresión autoritaria y de ruptura del pacto social. Se ha entronizado la impunidad electoral y comienza a reproducirse. Estamos cayendo en la pendiente de una transición fallida con el riesgo de amanecer con un Estado fallido y una nación secuestrada.
El ámbito de la legitimidad republicana y la pluralidad política está en el Congreso de la Unión. Ese es el espacio privilegiado para los acuerdos, pero también lo es el vasto espacio de la representación política electa democráticamente, en los gobiernos de los estados, los congresos locales y los ayuntamientos. Reside esencialmente en las comunidades y en los ciudadanos que son el depósito mismo de la soberanía.
Por eso, más que una agenda legislativa, avanzamos una convocatoria nacional para derogar el régimen autoritario disfrazado de diversidad partidista, pero sometido a intereses ajenos al pueblo y al país, y a instaurar un genuino estado de derecho por el único camino históricamente viable: la adopción de una nueva constitucionalidad, conforme a las circunstancias de nuestro presente y las exigencias de nuestro futuro. Este programa representa también un muro de contención contra los intentos de continuar adaptando nuestra legislación a las necesidades de una integración subordinada a la economía de mercado. Un valladar para defender a los ciudadanos contra el abuso y la represión y para salvaguardar la laicidad y la integridad del Estado mexicano.
Los cambios que propugnamos demandan, ante todo, la redefinición del interés patrio. El rediseño de nuestros objetivos e instituciones nacionales requiere adoptar la Constitución de la Cuarta República Mexicana. Cerrar un ciclo histórico y abrir un horizonte más generoso para la nación: más libre, más igualitario y más fraterno.
No deberíamos llegar al aniversario de nuestra Independencia y de nuestra Revolución sin un acuerdo nacional para el futuro, capaz de congregarnos en torno a la preservación de nuestra identidad, la continuidad de nuestra cultura, la recuperación de las potestades nacionales y la realización de nuestras potencialidades nacionales, incanjeables e irrepetibles.
Desde que la idea de revisar integralmente la Constitución comenzó a germinar, más de 200 iniciativas de reforma a nuestra ley fundamental han sido introducidas en las Cámaras del Congreso de la Unión y éstas comprenden más de cuatro quintas partes del texto constitucional. Podría hablarse de una victoria cultural, pero también de una lamentable derrota política; de una atonía de la voluntad transformadora y de una dramática impotencia moral y operativa para regenerarnos.
Reiteramos la propuesta de crear en el seno del Congreso de la Unión, al margen de los debates cotidianos, una Gran Comisión responsable de elaborar el proyecto de un nuevo texto constitucional, que después sería aprobado mediante los procedimientos ordinarios y sometido a referéndum. Muchos pensamos, sin embargo, que las circunstancias actuales nos invitan a establecer una Convención Constituyente, integrada por miembros de las Cámaras del Congreso, de los congresos locales, de los ayuntamientos, de los partidos políticos, de los especialistas y de las fuerzas sociales y económicas.
De no encontrar una vía pactada para la renovación constitucional, podríamos arribar a un estado de degradación institucional cuya única salida sería la convocatoria, por la fuerza de una vasta movilización popular, a un Congreso Constituyente. El camino de la ruptura del orden social abriría entonces la puerta de la reinvención estructural del país.
Ésos son los verdaderos dilemas de México. Ésa es la tarea que explica la creación del Frente Amplio y encarna nuestro proyecto alternativo de nación. Esos son los desafíos irrenunciables de esta generación de mexicanos. Sepamos honrarlos.
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