Rosario Ibarra
El pasado día 18 fuimos a Puebla. ¡Qué hermosa mañana! Fría, muy fría, pero un sol radiante que hizo palidecer al rosicler de la aurora inundó el paisaje, y vimos entonces, muy cerca, la majestuosidad de los volcanes... "El", el enorme Popocatépetl, erguido, enhiesto con el humo de su antorcha funeraria frente a su amada yacente. Iztaccíhuatl, dormida para siempre, como los imaginó José Santos Chocano en su Leyenda de los Volcanes .
El camino modificaba de paisaje cada instante: pinares, cañadas, azul profundo en el cielo y nubes blancas que semejaban cisnes en un lago de añil... Después, "Río Frío", que me trajo la reminiscencia de aquellos "bandidos" de cuyas hazañas me leía mi padre.
Al fin, Puebla, la Puebla de Zaragoza, Puebla de los Ángeles, Puebla de los Serdán, la llamaría con orgullo, por aquella familia de revolucionarios.
Nos dirigíamos precisamente a la casa de aquella familia que forma parte de la historia: la casa de los Serdán, hoy convertida en museo que guarda los recuerdos de aquella gesta heroica. Arribamos temprano, acostumbrada como estoy a esperar a que dé la hora para llegar a tiempo, como hacían los obreros en aquella la ciudad norteña donde pasé muchos años de mi infancia y de mi juventud: Monterrey... pero ¡Susto que tuve, cuando vi salir al señor Marín! Me informaron que se trataba de la "ceremonia oficial" por el día de que se trataba. Afortunadamente no hubo encuentro molesto, pues cual es mi modo de ser, estaba fuera del recinto, junto al pueblo al que pertenezco, que esperaba -como yo- la ceremonia a la cual habíamos sido invitados. Se trataba de un acto en honor de los Serdán, y además, de hablar un poco de lo que para millones de mexicanos significa el reconocimiento de la legitimidad de Andrés Manuel López Obrador como presidente de México: la ceremonia del 20 de noviembre en el zócalo capitalino, en donde se le asignaría la investidura de presidente de los mexicanos.(Cuando escribo estas líneas, me embarga la emoción, porque hace varias horas fuimos testigos de ese hecho que honra a nuestra Patria.)
Dieron las 11 de la mañana en Puebla el día 18 y se inició la ceremonia:
La "guardia de honor", el "minuto de silencio" y todas esas cosas del "cartabón" de la historia, que tan manidas y tan huecas se me antojan, por lo arteramente manoseadas por los malos gobiernos que tanto daño han hecho al pueblo.
Me dieron el primer lugar en el programa, "para dirigir un mensaje" a los asistentes. Les hablé entonces de los recuerdos de mis años párvulos, allá lejos, cuando yo tenía apenas cuatro años y mis padres me llevaron a Puebla, desde la lejana Chihuahua, a conocer el sitio en donde murió Aquiles Serdán. No era aquello como ahora.
Una casona antigua era el recuerdo que guardé en mi memoria, junto a las fotografías de unos rostros nobles que mi padre me mostró antes, en nuestra casa norteña. Muchos años después -dije también- llevé a mis hijos al mismo sitio, ya para entonces convertido en museo, y no hace mucho, llevé a mis nietos que mostraron admiración y respeto por aquel trozo de historia digna que veían... Y en aquel momento, un nudo de dolor me oprimió la garganta... ¿Hasta cuándo, hasta cuándo? Preguntaba en mi interior, hasta cuándo seguiremos "honrando" a los que lucharon por hacer de este suelo una tierra digna para vivir...
¿Hasta cuándo serán esos homenajes lo único que hagamos para honrar su memoria, su valentía, su decisión de cambiar lo que durante siglos ha sucedido? Desde este espacio pido a mis compatriotas que luchemos a brazo partido por honrar de veras a nuestros héroes, a todos, a los del lejano pasado y a los jóvenes que arriesgaron su libertad y su vida por nosotros. Hablo de los desaparecidos. Y hoy, tenemos la oportunidad de hacer lo que desde muchos años atrás no hemos hecho: luchar al lado de Andrés Manuel López Obrador por un México para todos. Que nadie nunca más pregunte ¿hasta cuándo?
Dirigente del Comité ¡Eureka!
martes, noviembre 21, 2006
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