Martí Batres Guadarrama
En agosto de 2000, el día en que fueron elegidos los coordinadores parlamentarios del PRD, un alto dirigente de este partido llegaba a una reunión nocturna de un grupo de legisladores, después de acompañar a Vicente Fox en una gira por Sudamérica. Llevaba el semblante iluminado y decía con gran convicción: "Fox puede hacer cosas muy importantes, está empeñado en ser como Nelson Mandela".
Hoy es el último día del sexenio de Fox. Nunca se aproximó ni de lejos a Mandela. Por el contrario, nada digno, nada significativo, nada para el buen recuerdo ocurrió en este sexenio. Ni una sola gesta que permita a los mexicanos cargar el estandarte de Fox en algún momento. Ni una sola gran empresa, gran obra o gran transformación, nada. Hoy llega a su fin el gobierno de un Vicente Fox tonto, ridículo, traidor y fracasado.
Para vergüenza de México, para la pena ajena que sentimos todos los mexicanos, se consagró como el presidente más ignorante de toda la historia de México. Así lo recordaremos: como aquel que reconoció las aportaciones de los hermanos José y Clemente Orozco, que evocó al premio Nobel Carlos Fuentes, que saludó a la República Checoeslovaca después de su división, que recordó la expropiación petrolera de 1936, o que citó al escritor José Luis Borgues. Fox es el personaje ridículo que habló de unificar las dos Coreas, que visitó al rey de España para presumir sus botas de charol, que se peleó con Maradona, que besó el anillo al Papa. Es el ridículo que impulsó las condenas a Cuba por violación a los derechos humanos, y termina su sexenio con cientos de presos políticos, desaparecidos y asesinados. Es el personaje perverso que declaró que había que ayudar al presidente de Cuba a morirse, que permitió a Tv Azteca tomar las instalaciones de Canal 40, que saludó el golpe de Estado contra Hugo Chávez, que detuvo a ciudadanos españoles, los metió a la cárcel o los deportó acusándolos de terroristas. Fox es el perverso que dejó escapar al Chapo Guzmán. Fox es el perverso que dedicó la mitad de su sexenio a atacar al Gobierno del Distrito Federal mientras florecía el narcotráfico en el norte y el sureste del país. El que quitó a las televisoras la obligación de pagar impuestos por el uso del espacio aéreo de la nación. Es el traidor que prometió en campaña no aumentar los impuestos y apenas llegó a la Presidencia propuso poner IVA a medicinas y alimentos; es el gran traidor que prometió meter a Carlos Salinas a la cárcel y se lo trajo de asesor y liberó a su hermano Raúl Salinas. Fox es el gran traidor que llegó al gobierno con el voto ciudadano y realizó desde el poder el desafuero de Andrés Manuel López Obrador y más tarde el fraude electoral para despojarlo de su triunfo.
Fox es el gran corrupto que alentó el enriquecimiento desmedido de su esposa y sus hijos, que puso los contratos de Pemex al servicio de sus socios, que elevó el gasto personal y familiar a costa del erario como no había sucedido desde la época de los Salinas y los López Portillo, que generó con su círculo cercano una camada de nuevos millonarios a costillas del presupuesto. Fox nos deja en el recuerdo el toallagate, las cirugías plásticas en Pemex, las propiedades de Francisco Ortiz, el vestuario de la señora Marta, la remodelación de su rancho con recursos públicos, los hoteles alquilados por Reyes Tamez, los salarios de medio millón de pesos mensuales a los ministros de la Corte, las gasolineras de Mouriño, los contratos de Hildebrando, su hermano en el Fobaproa, los vínculos de Sergio Estrada Cajigal con el narcotraficante El Azul, el tráfico de influencias de Guido Belsasso, los 65 viajes al extranjero de Julio Frenk, los desvíos del Fonden de Sandra Segura, los dólares de la hermana de Santiago Creel, el zoológico de sus hijas.
Fox es el rey de la impunidad. Los grandes corruptos del pasado y del presente no pagaron pena alguna. Luis Echeverría siguió libre, Nazar Haro regresó a su casa, Oscar Espinosa Villarreal fue absuelto; Arturo Montiel vive tranquilo con todas sus residencias. Nadie pagó por los delitos relacionados con el Pemexgate. Nadie está en la cárcel por la red delincuencial de Amigos de Fox. Diego Fernández de Cevallos puede ayudar al cártel de Juárez y no pasa nada. Ulises Ruiz puede matar y no pasa nada. Víctor Flores es el líder sindical consentido del sexenio. Ninguno de los peces gordos del Fobaproa tuvo que enfrentar a la justicia. Fox es el que declararía empresario modelo a Kamel Nacif.
Fox es el tonto agresivo que le dijo a Fidel Castro "comes y te vas", que llamó a las mujeres mexicanas lavadoras de dos patas, que afirmó que los mexicanos hacían trabajos que "ni los negros querían hacer", que señaló que nos querían engañar "como viles chinos". Es el inepto que tuvo en sus manos los excedentes petroleros más altos de la historia, y que dejó a Pemex con la deuda más grande de su historia, al país con un gasto corriente acrecentado y desmedido al estilo de los verdaderos gobiernos populistas y con una inversión productiva congelada en su crecimiento. Es el fracasado que quiso que la economía creciera 7 por ciento y no pudo; es el fracasado que quería un acuerdo migratorio con Estados Unidos y obtuvo un muro fronterizo, y el que deseaba pasar a la historia como héroe de la democracia y se convirtió en un vulgar delincuente electoral.
Así termina Vicente Fox. El tonto que no supo aprovechar su oportunidad histórica, el que no logró nada, el traidor a las grandes causas que lo llevaron al poder, el corrupto que corrompió todo lo que tocó, el cobarde que se arrastró ante los poderosos. El inepto que hizo crecer el narcotráfico y la violencia. El incapaz que pensó que gobernar era sacar espots. El enemigo de la democracia que hizo renacer la institución del fraude electoral. En fin, el iluso que pretende que su gran obra fue designar sucesor a un fanático de la derecha primitiva. Adiós, Fox. Sí te vamos a recordar.
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