Carlos Fernández-Vega
Se acabó el convulsionado año político mexicano, pero no hay que cantar victoria. Inicia 2007 con un "nuevo" gobierno, el de menor legitimidad en muchos años, pero no sólo en el contexto mexicano, sino en el latinoamericano.
Once elecciones presidenciales marcaron el calendario político de América Latina en los pasados 13 meses: la primera en Honduras (27 de noviembre de 2005) y la más reciente en Venezuela (3 de diciembre de 2006). Hubo de todo: ganadores de derecha y de la llamada "izquierda".
Y en el balance, el "triunfador" de los comicios con menor legitimidad a nivel latinoamericano resultó ser el nuevo inquilino de Los Pinos, quien formalmente arranca su mandato en 2007, más allá de los escarceos decembrinos.
No es para presumirlo, pero Felipe Calderón resultó ser el candidato electo con menor porcentaje de votos en América Latina (35.7 por ciento del total), al tiempo que el proceso electoral mexicano se registró como el tercero con menor participación ciudadana en las urnas en esos 11 comicios (58.57 por ciento), sólo por arriba del colombiano (45.04 por ciento y el hondureño (55.08), en lo que los triunfadores obtuvieron el 62.4 (Alvaro Uribe) y 49.9 por ciento (Manuel Zelaya) de los sufragios, respectivamente.
Las cifras citadas provienen del Informe Latinobarómetro 2006, divulgado días atrás, las cuales revelan que salvo Calderón y Daniel Ortega, en Nicaragua, los candidatos vencedores en esos 11 comicios latinoamericanos obtuvieron triunfos inobjetables por arriba de 50 por ciento de los sufragios, salvo el caso del costarricense Oscar Arias (40.9, con una participación ciudadana en las urnas de 65.2 por ciento).
De esas 11 elecciones presidenciales, Hugo Chávez (62.9 por ciento), Alvaro Uribe (62.4) y Luiz Inacio Lula da Silva (60.8) fueron los que mayor votación obtuvieron en los comicios registrados el 3 de diciembre, 28 de mayo y 29 de octubre pasados en Venezuela, Colombia y Brasil, respectivamente, en los que participó el 74.88, 45.04 y 83.25 por ciento del electorado, en cada caso.
Para el registro, Rafael Correa ganó la Presidencia ecuatoriana (26 de noviembre de 2006) con 56.7 por ciento de los sufragios; el boliviano Evo Morales con 53.7 por ciento; la chilena Michelle Bachelet, 53.5; el peruano Alan García, 52.6; el hondureño Manuel Zavala, 49.9; el costarricense Oscar Arias, 40.9; el nicaragüense Daniel Ortega, 38.1 y, en el último sitio, Felipe Calderón, 35.7.
Así, el michoacano lo único que puede presumir es el menor número de votos en el contexto latinoamericano, en un proceso electoral que registró una caída de 5.43 puntos porcentuales en la participación ciudadana con respecto de los comicios de 2000 (58.57 contra 64 por ciento), la segunda caída en importancia en los 11 procesos electorales, sólo superada por la hondureña (11.22 puntos). A pesar de ello, la minoría seguirá gobernando a la mayoría. En sentido contrario, la mayor afluencia a las urnas se observó en Perú, con 88.7 por ciento del electorado, mientras en Chile fue de 87.67 por ciento; en Bolivia de 84.5 y en Brasil de 83.25.
El anterior es un paseo por el mapa político regional, y despedimos el año con las siguientes reflexiones del Informe Latinobarómetro 2006: no queda claro qué es lo que se quiere implicar cuando se afirma que hay un giro a la izquierda en la región ¿Qué significa o implica ser de izquierda en América Latina en la primera década del tercer milenio? Queda claro que se puede declarar a George W. Bush como un presidente de derecha, pero ¿se puede calificar a Tony Blair como un primer ministro de izquierda? ¿O tildar al presidente del Gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, como perteneciente a la izquierda porque ha promulgado una ley de matrimonio homosexual? ¿Inacio Lula da Silva es un presidente de izquierda porque viene de la clase obrera, o es de derecha porque sigue las reglas neoliberales de la macroeconomía? ¿Cuántas izquierdas hay en América Latina? ¿Existe una izquierda? Ciertamente cuando se habla de izquierda el término evoca en la región los movimientos revolucionarios de los años 60. Se piensa en la revolución de Fidel Castro. La vuelta al poder del sandinismo en Nicaragua hace apenas unas pocas semanas es quizá lo más plástico en rememorar ese período. Pero el sandinismo llega con elecciones y un programa de gobierno que lo fuerza, como a Lula, a jugar con las reglas del mundo globalizado.
Las elecciones han puesto de manifiesto la existencia de varias naciones adentro de los países, con una alta correlación entre voto, nivel socioeconómico y lugar de residencia. Por ejemplo, el norte de México y la región de Santa Cruz en Bolivia, así como las zonas más ricas de Brasil en el sur, las más ricas del Ecuador, se alinean con los candidatos de derecha mientras las más pobres lo hacen con los candidatos más de izquierda. No hay evidencia aún para decir que la pobreza es la nueva ideología, que ha sobrepasado a la doctrina ideológica del marxismo o del socialismo, pero la sospecha es fuerte.
En Brasil, México, Bolivia y Perú se registra un voto dividido donde los polos de desarrollo geográfico y rico votan de una manera y los pobres que viven en el otro extremo del país de otra. En México, el norte rico votó por Calderón, en Brasil el sur, en Bolivia el oriente rico versus el altiplano pobre, en Perú son las ciudades costeras que se contraponen con los quechuas y aymará. Son países divididos por la riqueza y el atraso de su propio territorio.
¿Acaso se puede levantar la tesis de que la pobreza es izquierda y la riqueza es derecha en esos países que han elegido votar así? No en todas partes han ganado los votos de los más pobres, lo que lejos de ser un factor tranquilizante debe ser una voz de alerta, porque las demandas parecen ser cada día más inmediatas y ya no esperan, como lo hacían 10 años antes.
Las rebanadas del pastel
¡Salud!, con los mejores deseos de México SA y su irresponsable... Nos encontramos en 2007.
Aclaración: aun el 35.7 de Fecal es cuestionable si consideramos que se le otorgaron votos del PRI, más los muertos, más los inventados cibernéticamente. Es decir, ese porcentaje no contempla que se le otorgaron más votos que los que en realidad tuvo.
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