Carlos Fernández-Vega
Pérdida sostenida del poder adquisitivo
Veinticinco años de contención salarial
Tras la reciente decisión de la Comisión Nacional de los Salarios Mínimos, todo está listo para que los trabajadores de este país celebren, y en grande, sus bodas de plata: 25 años continuos de pérdida de poder adquisitivo, resultante de una inflación cuatro veces superior a los "aumentos" al mini ingreso autorizados en el periodo.
En esos cinco lustros, el incremento acumulado para el salario mínimo (promedio) ronda 20 mil por ciento, contra un crecimiento inflacionario cercano a 80 mil por ciento, no obstante que año tras año, gobierno tras gobierno, se asegura que el poder adquisitivo de tal ingreso "se ha recuperando". Si ello fuera cierto, a estas alturas el salario mínimo promedio tendría que ser de 196 pesos diarios, cuando menos.
Obvio que no ha sido así, por mucho que la representación patronal en la comisión tripartita que palomea los aumentos al mini ingreso insista en que "el salario mínimo (sólo) sirve para determinar una cantidad enorme de pagos de derechos, multas, sanciones, impuestos y derechos". Si se diera una vuelta por la Constitución (artículo 123, fracción VI) se enteraría que "los salarios mínimos generales deberán ser suficientes para satisfacer las necesidades normales de un jefe de familia, en el orden material, social y cultural, y para proveer a la educación obligatoria de los hijos..."
El último año en que el aumento al salario mínimo fue superior a la inflación fue 1981, pero la diferencia no fue precisamente amplia: 1.68 por ciento a favor del primero, aunque el balance sexenal fue negativo. A partir de entonces, la pérdida de poder adquisitivo ha sido constante, y para 2007 la sonriente Comisión Nacional respectiva ratificó la tendencia.
En tiempos del echeverriato, la inflación acumuló un crecimiento cercano a 130 por ciento, mientras los aumentos al salario mínimo sumaron poco más de 200 por ciento. En el sexenio de López Portillo, el primer indicador avanzó 460 por ciento y el segundo alrededor de 280 por ciento.
Con la "renovación moral" y Miguel de la Madrid sentados en Los Pinos, la situación empeoró. La inflación acumuló un crecimiento cercano a 4 mil por ciento, y el "aumento" al salario mínimo poco más de 2 mil por ciento. El sexenio siguiente, el de la "solidaridad", el primer indicador avanzó 140 por ciento y el segundo 90 por ciento, y con el régimen del "bienestar de la familia", el de Zedillo, la situación no se modificó: 230 por ciento de incremento inflacionario, contra 150 por ciento de "avance" en el salario mínimo.
Llegó el "cambio" y nada cambió: con una inflación cercana a 30 por ciento en el sexenio, el incremento al salario mínimo no pasó de 25 por ciento. Ya en la "continuidad", el primer "aumento" al mini ingreso vuelve a ser inferior al crecimiento inflacionario, y todos felices por que éste es un indicador que "sólo sirve para determinar una cantidad enorme de pagos de derechos, multas, sanciones, impuestos y derechos" (Coparmex dixit) y que conmemora su 25 aniversario de caída en vertical.
Pero no sólo eso, porque la representación patronal jura por la Guadalupana que "sólo unos 450 mil trabajadores en el país perciben un salario mínimo", lo cual es rotundamente falso. Lo que sí sería muy provechoso es que los integrantes de la comisión tripartita (funcionarios, "representantes" obreros" y patrones) que deciden en qué proporción "aumentará" el salario mínimo vivieran con esa cantidad para saber si, una vez calados, vuelven a decir que el mini ingreso resulta suficiente para cumplir lo establecido en la Constitución.
Según asegura el presidente de la Comisión Laboral de la Coparmex, Tomás Natividad Sánchez, "sólo unos 450 mil trabajadores en el país perciben un salario mínimo". Nadie sabe de dónde obtiene esa cifra, porque hasta las estadísticas oficiales lo desmienten. Tal vez se robó un cero y modificó algunos números, porque de acuerdo con el INEGI, en su más reciente reporte (tercer trimestre de 2006) en el país 5.46 millones de trabajadores (alrededor del 13 por ciento de la población ocupada) obtienen hasta un salario mínimo, y otros 8.53 millones (alrededor del 20 por ciento) entre uno y dos.
El 73 por ciento de la población ocupada en el país obtiene de uno a cinco salarios mínimos. Si se descuenta la población ocupada pero que no recibe ingreso alguno (poco más de 4 millones de personas), dicha proporción se incrementa a 80 por ciento, es decir 31 millones de mexicanos que a partir del primero de enero de 2007 verán "aumentar" su ingreso diario entre 1.9 y 9.5 pesos, que sin duda utilizarán para el bailongo por los 25 años de pérdida constante en su poder adquisitivo.
De cualquier suerte, la tradición se mantiene y el cinismo prevalece: la representación gubernamental en la referida comisión tripartita vuelve a decir que "se ha logrado detener la caída de los salarios mínimos, lo que no se pudo hacer en los anteriores 30 años"; los "líderes" obreros que aceptaron el "aumento" por "el bien del país" y celebran porque "hemos cumplido con nuestro deber", y la patronal se siente satisfecha porque "lo importante es que el porcentaje dará tranquilidad a los mercados y contendrá la inflación".
Las rebanadas del pastel
¿Y cuándo la tranquilidad para los mexicanos?
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