Carlos Fernández-Vega
Enemigo declarado del populismo, "porque es un peligro para México", el ahora presidente tras bambalinas inicia su función con un discurso y una serie de medidas que en tiempos de campaña electoral fácilmente hubiera calificada de populistas y "peligrosas", aunque según él no es lo mismo ser populista de izquierda ("una promesa falsa, una falacia") que de derecha ("soluciones, es lo que esperan los ciudadanos").
Allá en los no muy lejanos tiempos de la campaña electoral, poco antes del 2 de julio, el Felipillo advertía que "al populismo se le vencerá con un candidato sólido, fuerte y firme, que lo pueda rebatir y desenmascarar". Ni sólido ni fuerte ni firme, pero para "rebatir y desenmascarar" a ese odiado populismo, el ahora minipresidente constitucional anuncia, entre otras cosas, que él y sus funcionarios se reducirán el salario; que a partir de ayer, todos los niños que nazcan en territorio nacional contarán con un seguro médico que "proteja eficazmente su salud"; y que "mantendré y ampliaré el programa Oportunidades, el Seguro Popular y las becas escolares".
Tal vez porque la fiesta de apertura lo impidió, pero no hizo referencia alguna a ciertas promesas de campaña, que lanzó justo cuando más denostaba al populismo: "les vamos a pagar la mitad de sus recibos de luz y gas... con posibilidad de llegar a 100 por ciento en ambos casos". Ello, más el primer año de Seguro Social en beneficio de los patrones que contraten personal, al que ayer calificó como "Programa de Primer Empleo".
El populismo "es una falacia", decía en campaña Felipe Calderón, y a su voz se sumaban las de sus jilgueros electrónicos: entre otras muchas cosas, el populismo es "una promesa falsa", "imposible", "inoperante", "peligroso", "escandaloso", "endeudador", "manipulador"... y ahora pieza fundamental en el arranque de la "continuidad" y, sobre todo, anzuelo en la búsqueda permanente de una legitimidad que difícilmente logrará.
¿Qué decía Calderón sobre las "medidas populistas" de reducir el precio de los energéticos? En marzo decía: "lo que hay que hacer es denunciar la falacia y eso es lo que voy a hacer; no tiene sustento, no hay manera con qué pagar eso; es decir, él, por ejemplo, está planteando una vuelta a la política de endeudamiento del gobierno, que ya sabemos en qué termina... Ya México, en nombre de los pobres empobreció, a través de gobernantes irresponsables, a la mitad de la población. Y eso es lo que pasaría si se llevaran adelante esas propuestas... La gente tiene que saber que la alternativa para salir adelante no es a partir de un capricho de un gobernante... No se trata de bajarlo por capricho del Presidente... La trampa, la salida falsa, es decir que se van a bajar los energéticos por decreto del gobierno; no se trata de sacarle a la gente de una bolsa para metérsela en la otra". En junio: "les vamos a pagar la mitad de sus recibos de luz y gas... con posibilidad de llegar a 100 por ciento en ambos casos". Y en diciembre, lo descrito líneas atrás.
Como presidente por la puerta de atrás, Felipe Calderón es-purio rollo, y tras sus iniciales medidas populistas (que incluyen "cambiar la política social" mediante la ampliación del programa Oportunidades, el Seguro Popular y las becas escolares...") llegó al punto que a sus financieros de campaña les interesaba: no se tocará la política económica; sí vamos por las "reformas estructurales"; más presencia del capital privado en áreas del Estado; mayor inversión extranjera para "generar" empleo; más de lo mismo, pues.
Largo discurso en el Auditorio Nacional, pronunciado entre orgásmicas manifestaciones de la militancia panista y del mundo de las estrellas, en el que ni una sola mención recibió la reforma más urgente que requiere el país: la del Estado.
Sin embargo, para confirmar que "cambio" es "continuidad", se organizó una pomposa comida en el Museo de Antropología con los "representantes de México", también los mismos de siempre: monopólicos magnates, "líderes" sindicales que en tiempos no muy lejanos eran los "grandes peces gordos que terminarán en la cárcel", como Carlos Romero Deschamps, intelectuales y jilgueros orgánicos prestos a cobrar facturas, barones de la Iglesia con sus niños angelicales, y, en resumidas cuentas, todos los que desean "cambiar" a este país.
Sin duda, el aparato militar resultó mucho más hábil y práctico que la bancada perredista en San Lázaro, porque "sí se pudo y sí se puede" entrar por la puerta trasera, tras bambalinas, mientras la cabecita del michoacano apenas se veía en las pantallas del Ministerio de Información de las Estrellas. Y a su lado, el de las botas largas y las ideas cortas, muy cortas, quien se vio en la penosa necesidad de soltar la banda presidencial para aplaudir al ahora minipresidente constitucional. En efecto, se dio el cambio gerencial, pero si el nuevo inquilino de Los Pinos supone que con el numerito en San Lázaro ganó legitimidad, está frito.
Las rebanadas del pastel
Entonces, si alguna alegría deja el primer día de diciembre de 2006 es que no hubo sangre. Eso sí: resultó muy simpático observar al ex charrito de Bucareli, Santiago Creel, en su papel de guarura de la "continuidad", persiguiendo infieles.
El presidente Felipe Calderón pasa revista a las fuerzas armadas, acompañado de su esposa Margarita Zavala y sus tres hijos, escoltado por el general Guillermo Galván, secretario de la Defensa Nacional, ayer en el Campo Marte Foto: María Luisa Severiano
¡Pobres niños!, ellos que culpa tienen de tener unos padres delincuentes. Lo que sí, es que para el día del padre le pueden ir regalando unas docenas de pañuelos, porque el espurio va a sudar mucho mucho más de aquí a allá.
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