Miguel Angel Velázquez
Marcha-concentración contra la política alcista
Es hora de definiciones de los liderazgos formales
Una vez más el Zócalo de la ciudad de México se convertirá en el gran receptáculo del repudio popular a las medidas económicas del gobierno federal, contrarias al bienestar de la gente.
Así se anunció la marcha-concentración, que también ratifica el rechazo a la mentira y el odio que el poder federal ejerce como método de gobierno, y en la cual, por supuesto, no caben, de ninguna manera, los líderes charros, que serán piezas importantes para ocultar la sobrexplotación a que son expuestos los trabajadores de México.
Nada hubiera sido más grato para los mexicanos en desacuerdo con las políticas neoliberales que ver, en sus calles, a los trabajadores explotados por los patrones, sometidos por sus líderes e ignorados por el gobierno, cuando sus protestas salen del control del liderazgo charro, que sí va de la mano con el poder.
Fue el PRD en la capital el que llevó, en primera instancia, la protesta a la posibilidad de lograr una gran concentración de repudio. En esos momentos no se pensaba en todos los sindicatos ni en las centrales priístas, porque son ellos quienes, con su silencio y su complicidad, han permitido la abolición de facto de las leyes que protegen a los obreros y los campesinos, a toda la clase trabajadora, para decirlo claramente.
Así pues, suponer que se rompería la complicidad era, y es, algo imposible. Pensar que esta vez, y por fin en serio, se iría a fondo en la protesta y en la posibilidad de tomar acuerdos generales para combatir al especulador, al hambreador y al gobierno que los protege, escapa del esquema de control del charrismo.
De la misma forma, exponer su liderazgo cada vez más debilitado por sus actos de corrupción a la palabra de quien está libre de sospechas en su compromiso a favor de los más necesitados, hubiera parecido un suicidio, sólo quienes son verdaderos líderes no temen a otro liderazgo mayor en su popularidad, porque servirá para apuntalar su propia lucha.
Se espera que en esta marcha-concentración, Andrés Manuel López Obrador plantee formas nuevas de protesta y resistencia por las que podrán optar los ciudadanos, sean del partido y central que sean, pero que se sientan agredidos por las políticas de Calderón. Hace apenas una semana, en Discrepancias, que se transmite los martes por Radio UNAM, López Obrador señalaba la importancia del contrapeso que significa el gobierno legítimo frente a las medidas en contra de la economía de las mayorías.
Decía entonces López Obrador que, por ejemplo, el gobierno federal tuvo que recular en el aumento a la leche subsidiada porque Marcelo Ebrard escuchó su petición para aliviar la inminente crisis que planteó el aumento, con otra prestación, en este caso vales de despensa, que aminoraron el efecto del incremento en las finanzas familiares. La acción tuvo el resultado deseado y Calderón frenó la medida, es decir, sin la acción conjunta del gobierno legítimo y el del DF, el aumento en la leche lo estarían pagando hoy los consumidores, fueran del partido que fueran.
López Obrador ha cumplido la promesa de servir como contrapeso a las barbaridades, al atentado que sufren las familias mexicanas, mientras los líderes charros han quedado mudos e inermes frente a la depauperación de la mayoría de los pobladores del país que ya resienten los aumentos generalizados en casi todos los básicos.
Claro que hoy, como nunca, es necesaria la participación de los trabajadores en la marcha, sí, de los trabajadores, pero no necesariamente de los líderes que de una u otra forman hasta hoy han sido cómplices del hambrador. ¿Será a eso a lo que temen algunos líderes sindicales? A escuchar, por fin, la voz de la gente? Si es así, que tengan cuidado porque ya nadie los va a callar.
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