Hernán González G.
Ya son varios los tiros que le salen por la culata tanto al poder espiritual como al poder terrenal. Y aunque pretenden ser diferentes, en el fondo parece identificarlos una misma cosa: el afán de dominio sobre el planeta, incluidos los humanos, sólo que uno en nombre del Dios verdadero -escoja signo- y el otro en nombre de la justicia social -escoja siglas.
Entre los tiros que originalmente estaban destinados al sometimiento de las mayorías pero que hoy empiezan a inquietar a los "disparadores", sobresalen reliquias como: "la vida es sagrada, creced y multiplicaos, unidos hasta que la muerte los separe y tener los hijos que Dios quiera", con unos cálculos que hace tiempo rebasaron toda cordura y unas estimaciones que desde siempre antepusieron el sometimiento a la responsabilidad individual.
De tantas leyes, dogmas, creencias y amenazas impuestas por diversas religiones y según ellas inspiradas por el verdadero Dios -escoja región y época-, la que sigue teniendo vigencia es "creced y multiplicaos", independientemente de la torpeza que rodea a esa consigna y de las consecuencias atroces de su ejercicio inconsciente.
Con ese concepto bíblico, más que racional, de crecimiento y multiplicación las ganancias han sido infinitas para unos a costa de calamidades incontables para la mayoría, pues con ello se matan varios pájaros de un tiro: se mantiene "ocupada" a la mujer, convencida de que su vocación esencial es ser madre, no ser pensante y actuante, con capacidad quizá de decidir el número de hijos a tener pero jamás abstenerse de tenerlos; el varón demuestra su hombría y, en años recientes, ambos salen a trabajar para que una prole de aturdidos tenga "mejor educación" y pueda proporcionársele más cosas aunque no más diálogo.
Por haber mezclado fisiología con dogma y entrepierna con doctrina -religiosa y política-, es que el ser humano no sabe tenerse a sí mismo pero patético ansía "tener" a otros. La dichosa Ley de Acceso a las Mujeres a una Vida Libre de Violencia, ¿no se contradice con el hecho de que otras leyes decidan sobre la mente y el cuerpo de la mujer?
Mantener intacta la reputación que cada religión asigna a su Dios está por encima de la dignidad, la libertad de conciencia y la responsabilidad de la persona, sometida al engranaje productivo de trabajo, salario, sexo dentro del matrimonio y siempre con el noble propósito de formar una familia, cuyos mal formados hijos a su vez formarán otra, y sobrevivir hasta que ese Dios, dador supremo de vida y muerte, quiera.
Despenalizar el aborto, la eutanasia y el suicidio asistido, así como previamente legalizar el testamento vital, son apenas intentos de recuperación de una humanidad que nos ha sido escamoteada por los representantes -ver cuentas bancarias- de dioses proclamados por otras tantas religiones. No es "eliminar embriones y a desahuciados", como dicen los socios de algunos dioses; es empezar a sentir, pensar y actuar, cada uno, con responsable libertad.
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