El viernes compartía con ustedes algunas anécdotas elegidas por Jorge Alvarez como ejemplo de una impecable aplicación de la Justicia y ofrecía relatarles otra anécdota, que a mí me ocurrió, de la perfecta criminalización que hoy se deja incluso en manos de los corruptísimos banqueros a los que pagamos los intereses más altos del mundo los usuarios mexicanos, amén de financiarlos a través del brutal atraco cometido contra la nación mexicana conocido coloquialmente como el Fobaproa.
El problema nunca han sido las leyes. El problema es la corrupción convertida en el eje del sistema. El problema es la impunidad para los ricos y la criminalización para los pobres e incluso para los diferentes. El problema es el miedo que les da quien no es ladrón. El problema es lo mucho que asusta la ética en este nuestro país irredento.
En fin, va la anécdota vivida por mí el miércoles en el banco HSBC que está ubicado en Paseo Montejo en la ciudad de Mérida, llena de casinos, eso sí, y cada día con más coches con placas norteñas.
El miércoles como a las nueve y media de la mañana me vi obligada a ir a hacer unos trámites al banco en cuestión. Me acompañaban mi hijo, mi nieto y mi nuera.
Mi nuera y yo estábamos con el empleado del banco y mi hijo sentado, en unos silloncitos que están delante de las mesas donde atienden a los usuarios, con mi nieto dormido en brazos cuando se acercó el guardia de vigilancia a pedirle que se quitará la gorra, que lleva siempre puesta, como tantos otros en este lugar,
por motivo incluso del clima o porque le da la regalada gana. Había otros con gorra en el lugar y un hombre (que de yanqui tenía la pinta) con un sombrero en la cabeza, pero el policía eligió al que llevaba sandalias y no a los que llevaban zapatos, adelantando que no tardarán en exigir que para ir al banco se lleven zapatos. Mi hijo se indignó muchísimo por la violación a sus más elementales derechos humanos y garantías individuales. El empleado explicó y el guardia también, avergonzados ambos, que prohibir entrar con gorra y con lentes oscuros eran las nuevas órdenes recibidas de la Asociación de Banqueros Mexicanos, a la que bien podríamos bautizar, los ciudadanos mexicanos, como la Asociación de Impunes Usureros Mexicanos. Ni gorras ni lentes que se sumaban a las, tan laxas, porque depende de quién lo esté usando para que ni de broma se acerquen a decirle nada, al uso de celulares. Había varias personas con gorra y tres o cuatro portaban lentes negros amén del individuo con sombrero. El guardia ya no se acercó a ellos por miedo a que todos, que afirmaban con la cabeza a lo que decía mi hijo y a las explicaciones de los empleados, se rebelasen en contra de esa petición tan indignante.
Puede tener sentido lo de los celulares. Pero es del dominio público que eran los empleados de los bancos los que hablaban por ese medio para que otros atracasen al que salía con el dinero recién recibido.
Lo de los lentes y las gorras francamente es alucinante y más aún en un lugar donde el sol obliga a portar ambas cosas como parte permanente de la indumentaria diaria.
No sé qué busca hacer con este país el corruptísimo PRIAN, favorecedor de los corruptísimos e impunes banqueros que a los mexicanos exprimen hasta límites impensables en cualquier otro país, por más bananero que sea.
Pero me queda claro el grado de indignación al límite que se está generando entre los ciudadanos mexicanos, hartos de ser robados y además agredidos.
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