Tema polémico, sin la menor duda, ha sido el de la intervención del Ejército nacional en la defensa frente a los narcotraficantes. Se invocan diversos argumentos, pero sobre todo se afirma que no corresponde esa tarea al Ejército sino a las policías. Y hay que utilizar el plural, porque no conozco otro país que tenga tantas policías como México.
Creo que, de cuando en cuando, hay que leer nuestra vieja Constitución, que ha cumplido 90 años este año, precisamente el día 5 de febrero. Allí, en el artículo 89, que fija las facultades del Poder Ejecutivo, independientemente de que le corresponde nombrar, con aprobación del Senado, a los coroneles y demás oficiales superiores de Ejército, Armada y Fuerza Aérea, y a los demás oficiales "con arreglo a las leyes", la fracción VI le impone la obligación de "Preservar la seguridad nacional, en los términos de la ley respectiva, y disponer de la totalidad de la Fuerza Armada permanente o sea del Ejército, de la Armada y de la Fuerza Aérea para la seguridad interior y defensa exterior de la Federación".
Facultades semejantes se le atribuyen al Ejecutivo para disponer de la Guardia Nacional (fracción VII), aunque me temo que si al Presidente de la República le pasa lo mismo que a mí, no sabrá dónde encontrarla.
El problema de fondo es el de estimar si nuestras fuerzas armadas están preparadas para algo que no sea solamente librar en el campo de batalla un encuentro con los narcos, sino llevar a cabo las labores de investigación indispensables para encontrarlos. Esa es una tarea esencialmente de policía, que no forma parte de los manuales de instrucción de las fuerzas armadas.
El tema tiene mayor importancia porque los enfrentamientos a tiros también tienen sus reglas de juego e, inclusive, buscar al apoyo, por ejemplo de la aviación, debe ser una estrategia fundamental para esta guerra.
He tenido, aunque no es fácil que me lo crean, a estas alturas, una experiencia personal. A finales de 1943, en plena guerra contra los nazis, estaba vigente la realización del Servicio Militar Nacional, que a partir de la clase 1924 comprometía, a quienes resultaran "agraciados" con bola blanca en los sorteos respectivos, a cumplir un año en un cuartel, no con la clásica y bastante inútil marcha de los domingos.
Pertenezco a la clase 1925. Y venía yo de España y de Francia, con la guerra civil y la guerra europea a cuestas. De manera absolutamente personal decidí que lo menos que podía hacer por México era prestar el servicio militar. Me inscribí, evidentemente sin obligación alguna, por no ser, entonces, mexicano. El sargento segundo que me registraba se asombró un poco de que hubiera yo nacido en Sevilla, España, pero no se alteró. Me mandó a examen médico, que resultó sin problemas. Tanto al registrarme como en el examen médico fuimos juntos Carlos Laborde y yo, y de allí nació una profunda amistad, sobre todo porque el día del sorteo, en el cine Encanto, nos tocó a los dos la famosa bola blanca, uno detrás del otro.
Ingresamos, el 6 de enero de 1944, a la Tercera Compañía Divisionaria de Transmisiones, ubicada en el antiguo casino Foreing Club. Poco tiempo después ascendimos a cabos, con otros amigos fraternales, Pablo Rovalo y Miguel Romero, y alternando las marchas, las guardias, la talacha y el futbol nos pasamos un año inolvidable.
En todo ese año nuestra compañía sólo fue una vez de maniobras, en realidad una larga caminata con descanso incómodo y, de hecho, no pusimos en práctica nada de lo aprendido.
Eran tiempos de guerra y era fácil suponer que tuviéramos que servir en campos de batalla, como lo hizo el Escuadrón 201. Afortunadamente no fue así.
Con dificultades me aprendí el alfabeto Morse. Caminatas, todas las del mundo. Algún torneo de tiro en el que Carlos y yo resultamos excelentes tiradores (yo no había tirado en mi vida), y nada que pudiera parecer un ensayo guerrero.
Me pregunto si nuestras fuerzas armadas sufren las mismas deficiencias ahora. Me temo que sí. Y la verdad es que eso me preocupa. Porque los narcos sí parece que están preparados.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario